jueves, 18 de junio de 2009

Europeas 2009. El fracaso de C’s.

A estas alturas he recibido ya los análisis del innegable fracaso de Ciudadanos en las elecciones europeas del pasado domingo 7 de junio. (Ni siquiera 7000 votos en Cataluña.) Análisis que nos han llegado a los afiliados desde los responsables del partido: en concreto una carta de nuestro candidato número dos (J.M. Villegas), en la que asume sus responsabilidades (con la lógica pero desacostumbrada dimisión, acto que se agradece en sí, por lo que significa de higiene democrática), otra de nuestro presidente (A. Rivera), sin más consecuencias que las protocolarias y una última, de objetivo no muy claro, como no sea saludar, del candidato número uno (M. Durán, de Libertas), en plan de gracias y adiós. En todas ellas se dicen cosas ciertas, casi todas sabidas antes de entrar en liza (en resumen el boicot mediático), por lo que no son excusa ya que deberían haberse considerado, y una sorpresa (hasta cierto punto), como son las consecuencias del abandono de C’s de dos de sus tres diputados que efectivamente, han hecho mucho daño a la imagen del partido pero que podrían haberse solucionado si algo se les hubiera consultado antes de crear el problema de Libertas. Aunque ignoro si en realidad se hizo.

Decir cosas verdaderas no es suficiente si no se dicen todas. Los análisis aportados, a parte de muy elementales, me parecen superficiales, y no abordan los principales errores de una táctica de avestruz que ha venido haciendo mucho daño a C’s hasta reducirlo a lo que ahora es: ¡un reducto!

Los problemas que se deberían abordar en este momento de crisis son los de encontrar las causas últimas por las que somos silenciados mediáticamente (sólo rompimos el cerco con el cartel de Rivera en las primeras elecciones) o por los que se ha llegado a la situación de que dos de los tres diputados hayan decidido abandonar el partido.

La respuesta a la primera pregunta es evidente: no hemos roto el cerco de la prensa del sistema porque no hemos generado noticias que les fuercen a quebrar su silencio por su intrínseco interés social. El discurso de la lengua, el único tabú que C’s ha roto, ya ha demostrado su debilidad desde hace muchos años. Y nuestro trabajo (y el de tantos sacrificados compañeros que han luchado desde hace años en diversas organizaciones), se ha ido por la alcantarilla, porque al mostrarles nuestra debilidad, hemos enconado sus esfuerzos, como demuestra que cada vez se escondan menos y nos atornillan más (ahora con la LEC, por ejemplo). Cuando no nos conocían nos temían más.

La segunda vertiente en la que C’s iba a imprimir su sello era la de la regeneración política. Ésta en concreto era la que a mí me motivó a entrar en el partido, porque en realidad, si se regeneraba la política de manera que ésta fuera más representativa del pensamiento social, se solucionaría entre otros problemas, tan importantes o más, también el de la lengua.

Que la clase política dominante no es representativa del sentir social ya nadie lo discute. Aquí en Cataluña, el nacionalismo ha quedado con las posaderas al aire cuando proclamaba que el 90% del Parlament clamaba por un nuevo Estatuto que luego ha refrendado un escueto 36.5% del electorado con una abstención de más del 50.59%. Como todos sospechábamos, el nacionalismo, con su dinero y su prensa, tiene secuestrada la conciencia social (o hastiada). Eso ha hecho patente su debilidad y le ha bajado mucho los humos y las pretensiones. De hecho está en crisis, lo sepa o no. Ellos, tan calentitos en sus cómodas poltronas, se han olvidado de que la gente tiene problemas mucho más graves y reales. Mucho más prosaicos y materiales que la construcción de una patria. Posiblemente un hecho que también han olvidado nuestros dignos intelectuales, de igualmente cómoda vida, que no aciertan a entender por qué tanto ciudadano –la mayoría de la masa social- al que le vienen pisando sus derechos lingüísticos, no salta como un gato bajo el impulso de su dignidad vejada. Y es que para muchos la dignidad puede ser un lujo.

Sea cual sea la situación, lo cierto es que C’s no ha aportado nada a la regeneración política. Más bien ha sido ejemplo de lo contrario. Y sencillamente no hemos merecido un titular, salvo los de rechifla, que amablemente nos prestaba la prensa nacionalista a la menor ocasión, que por otra parte no escatimábamos. Y sí que es cierto que a los partidos del stablishment los sacan hasta cuando comen caracoles, pero es que eso ya lo sabíamos. Sabíamos que la política que íbamos a regenerar funciona así, y eso era lo que teníamos que combatir entre otras cosas. Pero no nos extrañemos. Lo mismo han hecho con los medios del partido los que los tienen a su disposición. Hemos sido más de lo mismo pero sin medios económicos. Así que los que han creído que vender un partido es una operación de marketing, como vender coca cola, deberían seguir el ejemplo de Villegas y dimitir sin más dilación. Ya dije hace mucho tiempo que para vender, o se pone en el mercado (siempre dominado por los antecesores) un producto nuevo que resuelve una necesidad real, y que se venderá solo hundiendo todo lo viejo que se le oponga, o se vende un producto viejo con nuevo envase y una carísima campaña publicitaria. Ya dije entonces que la única posibilidad de C’s era apostar por la primera opción. No hemos sabido y es nuestra culpa, no de la prensa. ¿Hay responsables?

La segunda excusa es la pésima imagen que el abandono de dos diputados ha causado al partido. De hecho es verdad que esa acción ha acabado de hacer jirones un traje ya muy sucio y ajado. Pero echarle la culpa a los dos diputados en cuestión, es a fuer de simplista, falso. La culpa real viene de un estilo tan viejo como es la lucha por el poder. O sea como el hombre. Y para mí, forma parte de lo que C’s habría tenido que regenerar y no lo ha hecho. Y de nuevo los que han dirigido este partido son culpables, ya que a las bases nada nos han consultado ni dejado decidir.

El problema viene desde el principio. Cuando los tres diputados están en el Comité Ejecutivo (CE) y tienen sus primeras disputas (curiosamente tres diputados: tres posiciones). Quizás a las bases nos hubiera gustado conocerlas y determinarnos. Ello hubiera resuelto el problema a la vez que mantenido a salvo sus dignidades o sus vanidades. Ellos sabrán. ¡Pero no! Disputaron a nuestras espaldas hasta la ruptura traumática del 2º Congreso. Simplificando, tuvimos que escoger entre tres personas (las necesitamos a todas), en lugar de entre tres posiciones. Podría citar otros ejemplos en los que la divergencias entre nuestros “representantes” merecían ser resueltas con una consulta a las bases en la web, pero me limitaré a los que son clave.

Un momento clave es cuando llega el primer encuentro entre Rosa Díez y la ejecutiva, antes del nacimiento de la UPyD. No hay acuerdo. De nuevo, quizás las bases hubieran querido saber qué lo hizo imposible, pero no es difícil pensar que el personalismo destruyó la oportunidad. Era un clamor que teníamos que ser un solo partido para no dividir nuestras débiles fuerzas. A ese objetivo se habría de haber rendido cualquier interés personal, pero para eso hace falta grandeza de alma y no se tuvo. Las bases hubiéramos puesto, de inmediato, en otro lugar, a todos los mediadores que no lograran un acuerdo que las satisficiera, pero tampoco se nos dio la oportunidad. A estas alturas todos conocemos las consecuencias.

El batacazo de las elecciones nacionales tampoco dio que pensar a nadie de los que pueden decidir algo. Parte de las bases, sin embargo, se mueven inquietas. Sienten que esto no va bien y quieren cambios. Solicitan un Congreso Extraordinario (CEx). De nuevo se podía haber abierto un período de iniciativas, ideas o proyectos antes de convocarlo; no vaya a ser que todo sea ruido sin nueces. Personalmente lo pedí insistentemente, ¡pero no! Ni la menor opción a conocer la voluntad popular ni sus propuestas. Y se inicia una lucha intestina que desangró al partido de militantes e ilusiones. Mezquinamente se intenta bloquear la iniciativa con todos los recursos estatutarios utilizables, como crear un reglamento “ad hoc”, para lo ocasión (se me cae la cara de vergüenza ajena), con el único objeto de obstaculizar una iniciativa que sólo podría aportar nuevas ideas o dejar al descubierto a los que sólo son capaces de aporrear tambores. Pero no hay manera. ¡No se quiere consultar a las bases! ¡Adivinen ustedes por qué!

Pero es que la enfermedad de querer controlar (debe ser la erótica del poder) no sólo afecta a los órganos directivos del partido. Cuando los promotores del CEx deciden hacer una asamblea de todos los interesados, personalmente propongo que se lleve un orden del día que pregunte a los asistentes (unas cien personas) qué tipo de CEx quieren (nadie sabía qué se estaba vendiendo en realidad) y cuáles serían las condiciones de negociación con la ejecutiva para llevarlo a buen fin. Mi primera, y tardía, reunión con el grupo promotor fue el jueves anterior al sábado 28-06-2008 en que estaba convocada la asamblea. En ella observo que no hay plan del día. Eso hace saltar la alarma en esa misma reunión, donde se pergeñan tres o cuatro puntos. Alarmado de que la asamblea prevista no se convierta en un galimatías (como así fue), preparo a toda prisa un plan de 11 puntos con varios subapartados en los que trataba de especificar todas las posibilidades (siempre con el último punto de otras, por si alguien ve más), de modo que de una manera rápida y progresiva saliera de allí un CEx definido por la voluntad de los que allí estuvieran. Un CEx de las bases, como gustaba decir a nuestros dos diputados promotores. Presenté el documento el mismo viernes, y mi sorpresa fue mayúscula cuando recibió el inmediato rechazo de todas las partes consultadas sin excepción. Prefiero no sacar conclusiones. Pero para mí fue un duro golpe comprobar que a todos nos aqueja el mismo mal, que luego explicitaré. Los hechos son que no se llevó plan alguno a la asamblea y salió lo que salió. EL CEx murió allí. Muchos se fueron de la misma reunión al ver su derrotero.

Todo podía haberse solucionado con una simple pregunta en la web: ¿Quieren ustedes un CEX? Si/No. ¿Ven qué fácil? Y desde entonces silencio hosco y goteo de bajas entre los afiliados, hasta que llegan las europeas. (Paso por encima los esfuerzos y la oportunidad que se desaprovecharon en Galicia). El CE nos sale con la bomba Libertas. Nuestros diputados pillados por sorpresa. (¿De verdad que no os enterasteis de un movimiento así?) La desafección de muchísima gente y el fracaso más absoluto. Ahora, ni los más optimistas cálculos de la ejecutiva se atreverán a esperar un sillón parlamentario en las próximas autonómicas. ¡A la calle todos! Y todo podría haberse solucionado con otra sencilla pregunta en la web. Por supuesto, siempre con los adecuados períodos de reflexión: ¿Quieren ustedes concurrir con la UPyD)? ¿… con Libertas? ¿… con todos los que se propongan?

Y no habría habido ningún problema grave. Las bases sabrían que se está ejecutando su voluntad, y que sus representantes efectivamente lo son y sirven a sus intereses que se esfuerzan en conocer.

Esta obstinación en no conocer la voluntad de la gente es intrínsecamente perversa, y es el verdadero cáncer del sistema político actual. Ahora no hay excusa moral posible. La tecnología, como ya he dicho muchas veces, permitiría conocer la voluntad ciudadana en tiempo real. Y no sirve la excusa de que la gente es irresponsable. Eso también es solucionable. Presupongo que sólo intervendrá en cuestiones fundamentales, como las que acabo de citar, y que dejará el grueso de las decisiones (las aburridas, las que no tienen erótica) a los políticos, que para eso cobran y por las que deberían ser responsables. Pero en todo caso la sociedad decidirá lo que toma o deja.

Habilitar esa posibilidad es lo que C’s habría podido vender para regenerar el sistema político. Pero para ser creíble debería haber comenzado por practicar lo que vende en su propio seno. Y C’s no ha sido ejemplo de ninguna regeneración. Y por eso no salimos en la prensa y nos votan cuatro gatos. (En caída libre, como indica nuestra trayectoria.)

Debemos tomar conciencia de que el problema es EL SISTEMA. Y hay que cambiar EL SISTEMA.

Con este sistema, si hay suerte, puede llegar al poder una persona muy capaz (sabemos lo poco que abundan), pero es mucho más probable lo contrario. Y aún en el primer caso es casi inevitable que no le rodeen algunos incompetentes, aduladores o peores cosas. En cualquier caso, un sistema que pone un juguete en manos de un “representante” que se niega a consultarte cuando le es sumamente fácil hacerlo y que puede disponer de él durante cuatro años, sin mayor responsabilidad, aunque te lo devuelva roto, es un SISTEMA MANIFIESTAMENTE MEJORABLE. Y lo que para unos es un juguete, para muchos es un mundo de ilusiones, de esperanzas y de luchas.

La Verdad sólo es peligrosa para la mentira.

Juan José Ibáñez Acedo

C’s de Sant Cugat

jueves, 12 de febrero de 2009

La ilusión y el desencanto

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Cada cual tiene su propia explicación cuando se pierde una ilusión colectiva. No puede ser de otra manera puesto que no deja de ser otra cosa que una suma inmiscible de ilusiones individuales. De la misma manera que una ilusión colectiva se genera por la suma de voluntades embarcadas en lo que de entrada parece un proyecto común, se debilita cuando esas expectativas son defraudadas individuo tras individuo. Es lógico pensar que no todas las voluntades y expectativas pueden ser iguales, pero sí que es imprescindible que tengan un núcleo común que permita la cristalización, a partir de él, del proyecto común integrador. No creo equivocarme mucho si aventuro que el punto de acumulación de la génesis de C’s fue el hartazgo frente al nacionalismo catalán y su imposición lingüista excluyente. Ambos son problemas locales, y por sí solos no podían ser la base de un partido nacional español (que no nacionalista). Sobre ese punto de acumulación cristalizaron unas bases sociales provenientes de todo el arco político, con visiones muy diferentes en todo lo que no fuera estrictamente el núcleo aglutinador citado. Así que muy pronto comenzaron los ¿inevitables? choques en el seno de C’s que todos conocemos, y que han sido causa de su sangría en ilusiones y afiliados hasta llegar a la situación actual, sea ésta la que cada cual quiera ver, pero en todo caso, más débil que en sus orígenes, cuando pretendíamos ser un partido rompedor en continuo crecimiento. Francesc de Carreras nos decía en la memorable mañana del Tívoli:

“Somos un partido nuevo porque tenemos una nueva manera de responder a los viejos problemas, porque creemos que podemos intuir los problemas nuevos y porque estamos en condiciones de aportar nuevas soluciones. Este partido, este nuevo partido, debe marcar una ruptura con el pasado y debe ser diferente a todo lo que hoy existe.”

El problema precisamente era hallar esa manera de ser diferente. Luego vino el debate sobre nuestra definición ideológica, con tan funestas consecuencias en el 2º Congreso, protagonizado, entre otros, por el propio Carreras, que parecía haber olvidado sus propias palabras del mismo discurso:

“Y será también un partido nuevo porque no debe agregarse a las tradiciones preexistentes, a las viejas tradiciones preexistentes, no debe ser un partido a la derecha, a la izquierda o equidistante de los actuales partidos.”

Y así debería haber sido, porque lo importante no era la definición ideológica del partido, que cercenaría necesariamente parte de sus bases en un conglomerado humano tan diverso como éramos, sino cómo se afrontarían y solucionarían los problemas reales de la gente, porque si encontramos soluciones distintas a las actuales –tan ideologizadas- dejaríamos de ser de izquierda o de derecha para ser simplemente eficaces o no. ¿No es cierto? Y hubiéramos empezado a ser distintos. Pero ahí, pienso yo, y en toda la batalla interna que concluyó en el 2º Congreso, empezamos a perder los orígenes y la frescura para empezar a copiar de lo existente y a ser otro partido de tantos. Producto viejo en definitiva.

Y a partir de aquí sólo daré mi visión subjetiva de algunos de los hechos que han tenido que ver con el camino seguido por C’s hasta su estado actual. Vaya por delante que no me gusta escribir desde la desilusión. Confieso que soy uno de los desilusionados, a pesar de que me molesta muchísimo que los objetivos iniciales del proyecto (aunque sólo fueran los dos citados), se pierdan ilusión a ilusión, gota a gota, con cada afiliado desanimado, o peor aún, con cada afiliado que se va. La desilusión es una posición desde la que es muy difícil aportar nada positivo o ser simplemente objetivo. Sin duda por eso me ha costado tanto volver a escribir algo, pero de alguna manera, también mi experiencia puede servir de motivo de análisis aunque sólo sea la de un caso particular. Así que renuncio de antemano a cualquier reproche a nadie en concreto. Sólo faltaría que contribuyera a desanimar a alguno de los que continúan trabajando, sea cual sea su acierto.

Los que me conocen saben de mis intentos de hacer un partido diferente. No es una cosa que me venga de nuevo, puesto que mucho antes de que apareciera C’s, y harto de la prepotencia de nuestros políticos, ya había pensado mucho sobre lo que como ciudadano esperaría de políticos que fueran verdaderos representantes, porque a los que tenemos ahora reconocerles ese título es, como mínimo, un sarcasmo. Como profesional liberal y representante de mis clientes, siempre he carecido de cualquier poder sobre ellos, que no me otorgara mi propia competencia y su confianza permanentemente renovada. En esa mentalidad me he educado y no deseo ningún otro poder porque poseerlo desvirtuaría la propia concepción de mi capacidad profesional y seguramente acabaría con ella. Salvar la distancia entre el trabajo de un profesional, sujeto a la competencia y al continuo refrendo de sus clientes, y el de un político no es sencillo, pero tengo meridianamente claro que ése es el camino que un partido renovador debería emprender: buscar el continuo contacto con sus representados para que éstos le digan, como cualquier cliente, lo que quieren que hagan. Los políticos sólo deberían ser los profesionales responsables que saben cómo hacerlo e informan de su factibilidad y coste para que los ciudadanos digan la última palabra que oriente su trabajo. El problema, y la excusa para no hacerlo, es la dificultad de sintetizar millones de voluntades en tiempo real. Este problema es actualmente resoluble mediante la informática. Lo expuse en este mismo blog en los cuatro escritos de “Otro sistema es posible“. Están ahí a disposición de quien lo desee.

Es evidente que todo cambio es mejor que se produzca mediante una transición no traumática, por eso hablé de otras medidas claramente diferenciadoras, como “la iniciativa 5x1, o voto económico”, también en este blog, que en estos tiempos de crisis podría estar haciendo famoso a nuestro partido como adalid de una auténtica –y sencilla-, iniciativa de transmisión de poder real desde el gobierno a la ciudadanía. También, cuando no éramos nadie y nada teníamos que perder, propuse, sin éxito, que nuestro partido se autofinanciara (lo estábamos haciendo de hecho), renunciando a la financiación pública, porque como dije entonces (2006), cuando un partido de escasa representación, como el nuestro, acepta las reglas de juego de sus rivales, muy superiores en estructura, no le queda sino perder. Por cada euro que recibamos nosotros del erario, los otros recibirán cientos. Nos laminarán en cualquier terreno en que les presentemos batalla convencional, y además con todo el derecho que les dan las reglas del juego que hemos aceptado. Nosotros, democráticamente, debemos romperlas e instaurar otras que dejen obsoletas sus estructuras. Debemos ser audaces e invertir la situación. Hacer de nuestra debilidad fuerza, y de su fuerza debilidad.

Pero nos apresuramos a coger nuestro plato de lentejas (por nuestros tres diputados), cuando ése era precisamente el momento de predicar con el ejemplo, lo que nos hubiera dado una proyección mediática de millones de euros de valor equivalente, a parte de dejar en falso a los demás partidos, prisioneros hasta las cejas de la financiación pública. Y las aportaciones de los nuevos afiliados a un partido, que hubiera dado trigo además de predicar, habrían compensado ampliamente el coste de la renuncia. Sólo había que saber esperar.

Y propuse otras muchas maneras distintas de hacer las cosas, todas ella pensadas desde la mentalidad del ciudadano que paga el servicio que solicita y que por lo tanto debería mandar. Están todas a disposición del partido, enterradas en algún cajón. También otros compañeros aportaron ideas innovadoras. Conozco especialmente el trabajo hecho en Galicia para presentarse a las próximas elecciones de marzo con un proyecto sencillo y económico que sólo tuvo trabas (por ejemplo tres posposiciones del CG hasta su final desestimación en un CG extraordinario, minoritario, y como de tapadillo), y otras que no ha lugar citar aquí, pero que al final desanimaron a la parte más viva de nuestros compañeros en Galicia. Y sin embargo todos sabemos que la peor derrota es no estar, como demuestra nuestro disgusto cuando ni siquiera nos clasificamos para un mundial de fútbol, por ejemplo. Sabemos que es peor no estar que ser eliminados a la primera. Por lo menos se enteran de que existimos y que plantamos cara. Y el trabajo de un partido es luchar por el poder político, no discutir problemas internos. O se aspira al poder o no se sirve a las bases al reconocer que nunca podrá atenderlas.

Pero ni el fracaso de otras iniciativas compartidas, ni de las mías, podría desanimarme. Conozco las reglas del juego y sé que hay que esperar los tiempos, explicar las propuestas y en definitiva venderlas. El juego político dentro del partido podrá haber sido más o menos elegante, quizás mezquino en alguna ocasión, pero en todo momento ha sido democrático y se ha de aceptar. Nada que objetar por ese lado, puesto que nuestros representantes son legítimos y sus decisiones, acertadas o no, son igualmente legítimas. No me han entregado al desánimo, por tanto, mis fracasos personales en el partido ni los compartidos con los compañeros con los que he trabajado. Lo que realmente me ha rendido, hasta mejor ocasión, es comprender que en todas las corrientes que se mueven en nuestro partido he encontrado el mismo defecto: el afán irreductible de controlarlo todo. Justamente el defecto fundamental de cualquier forma de poder, y que yo pretendo combatir. Puedo compartir objetivos con muchas personas, y así ha sido efectivamente, pero parecemos incapaces de liberarnos del estigma del poder, ése que dice que si no lo controlas lo pierdes, lo cual en este sistema es probablemente verdad. Y pondré sólo un par de ejemplos, uno de cada lado para repartir. Una parte importante de la afiliación activa de C’s, entre la que me encuentro, ha derrochado inútilmente una gran cantidad de energía en la promoción de un Congreso Extraordinario (CEx), supuestamente para encarrilar el partido. Otra gran parte de sus militantes activos la ha gastado en oponerse con todas sus fuerzas. Mientras tanto la casa sin barrer. Una sencilla pregunta a la militancia en la web habría resuelto el problema tras un breve debate y exposición de motivos. Pero eso sería ceder poder a los militantes (perder el control en definitiva por parte de los que “dicen servirnos”), y la Ejecutiva no quiso arriesgarse. Así que se mantuvo el pulso desde los órganos legítimos, donde el control era más previsible, al margen de lo que pudiera convenir al partido.

Pero vayamos a la otra parte. Se pedía un CEx, pero no se sabía muy bien para qué. En cualquier caso había un manifiesto impulsado por dos diputados, que a poco cedieron el protagonismo por voluntad, y un montón de iniciativas individuales, de modo que nadie sabía muy bien para qué se pedía. Estaban desde los que querían la dimisión de la Ejecutiva hasta los que como yo, sólo pretendíamos una convocatoria de proyectos políticos, tras cuyo debate, la afiliación decidiera si alguno de ellos merecía realizar el CEx. Congreso constructivo le decía reiteradamente en este blog. Lo cierto es que de acuerdo con nuestra idiosincrasia, teníamos casi tantas opiniones como afiliados. Y finalmente, cuando conseguimos reunirnos más de setenta personas en una especie de mini-congreso definitorio de objetivos (eso creía), fue imposible plantear un estudio de posibilidades para que los afiliados presentes votaran qué tipo de CEx querían. Todo se perdió en inútiles debates. También en la, llamémosle oposición, se teme preguntar al afiliado.

Y podría seguir con muchos más ejemplos, sintomáticos de este defecto congénito de la partitocracia actual, del cual muchas veces, personas muy inteligentes y honradas no son ni conscientes. Y yo mientras tanto, predicando en el desierto para lograr, no ya que nuestros representantes nos pregunten algo de vez en cuando, cuando ellos quieran, sino que nosotros podamos descolgar, cuando nos de la gana, el teléfono social que he propuesto en este blog, para decirles a nuestros representantes –esta vez sí- en qué queremos que inviertan su capacidad intelectual para resolver nuestros problemas. Eso sí que es producto nuevo. Y yo afirmo que hoy es posible hacerlo.

Así que como militante, y en vista de mi incapacidad para hacer entender mi proyecto, sólo puedo dejar el sitio a gente que quiera trabajar en cualquier otro, desearle suerte y apoyar razonablemente su trabajo si lo comparto de algún modo. Y como mínimo no estorbar. Desde luego los partidos clásicos pueden hacer cosas buenas y las han hecho, pero partidos clásicos ya teníamos, y para mí el sistema está agotado. Un amigo mío de Galicia, también de los que se han dejado las ilusiones por el camino, me dice que la actual crisis no es económica sino del Sistema. Como en la URSS de la caída del muro en el 89. Sólo que ésta tenía el sistema occidental de libre mercado como recambio, en cuyos brazos se arrojó sin paracaídas, pero nosotros no tenemos ni eso, así que tendremos que inventarlo. En eso ando yo todavía, empeñado en recordarles a los políticos que no son nuestros gobernantes sino nuestros servidores. Hacer esto realidad ha sido el objeto de toda mi actividad política en C's. Para ello sólo hace falta crear la herramienta (y sé cuál es). Ningún partido en el poder, o que copie de ellos, lo hará nunca. Sólo un nuevo partido dispuesto a romper la baraja y jugar con otras reglas podría conseguirlo con la sencilla ecuación de la Revolución Francesa: -Me convierto en el paladín (entonces la burguesía, ahora un partido antagónico a lo existente) de quitar el poder al estamento gobernante (entonces la nobleza, hoy los partidos más el poder económico) para transferírselo a la ciudadanía de modo efectivo. Sólo hace falta audacia, inteligencia y ambición. En definitiva grandeza. Porque digan lo que digan los salvapatrias, manipuladores y déspotas (ilustrados o no), hay una verdad irrefutable: el poder nace y se genera en la ciudadanía. Sin ella no existe. Sólo hay que hacerla consciente y de un manotazo lo barrería todo. Lo demás, mejor o peor llevado, es más de lo mismo.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant Ciutadans!

PD: No quisiera terminar sin definir mi posición sobre la UPyD. Al margen de los méritos o deméritos de sus dirigentes, se trata de un partido con una estructura bastante menos democrática que la de C’s, aunque nosotros no utilicemos muchos de los recursos estatutarios que podrían hacer, del nuestro, un partido rompedor. Eso es posible todavía aunque no probable. UPyD es un partido clásico y C’s apunta a funcionar, a todos los efectos, como si lo fuera. Hubiera sido magnífico que la gente de UPyD, antes de su nacimiento, se hubiese integrado en C’s, porque compartimos muchos objetivos y el mensaje de desunión que transmitimos en su día hizo mucho daño a ambas formaciones. Hubo un momento en que esa integración fue posible, pero no se supo o no se quiso hacer. Hubiera bastado, y bastaría todavía, un Congreso de integración donde el protagonismo lo tuvieran las bases, que intuyo que siempre desearon la conjunción. En cualquier caso, estamos condenados a confluir o a fracasar ambos partidos, al margen de algún éxito esporádico. Somos partidos pequeños que o bien integramos con firmeza o no saldremos de la marginalidad. A corto plazo, y ya que no nos presentaremos en Galicia ni en el País Vasco, como mínimo deberíamos hacer acto de presencia pegando unos carteles que digan algo así como: “Vota UPyD mientras no puedas votar Ciudadanos”. Al menos que se sepa que existimos y que tenemos la voluntad de presentar batalla política en cuanto podamos. Y a las europeas, debemos ir coaligados. No hay excusa.

Y al tercer Congreso de C’s (cuanto antes mejor), deberían invitarse a todos los afiliados. Nada de compromisarios. Somos un número razonable. De este modo sabríamos realmente lo que desean los militantes sin posibilidad de reserva mental alguna. Sabríamos dónde estamos y a qué atenernos sin falsas expectativas.