lunes, 28 de julio de 2008

LENGUAS O CIUDADANOS



Lenguas o ciudadanos. ¡Esa es la cuestión! Se ha escrito tanto sobre los problemas que por esa causa se plantean en las comunidades bilingües de nuestro país que prácticamente es imposible decir algo nuevo sobre ello, como no sea organizar lo dicho y seguir insistiendo; única manera por la que la razón y la justicia pueden acabar imponiéndose. El último texto ha sido el “Manifiesto por la Lengua Común”, que se puede leer en la siguiente dirección o buscando ese título en internet:

http://www.ciudadanos-cs.org:80/jsp/publico/participa/manifiestoporlalenguacomun.do

Desde los primeros años de la llamada “normalización lingüista” en Cataluña, que en su inicio apoyé, ya descubrí como muchos otros su verdadera intención oculta, hoy ya reconocida sin pudor por los propios normalizadores: imponer el catalán como única lengua oficial en Cataluña (han tenido éxito total salvo en Justicia, ¿por qué será?) y reducir la importancia del castellano al nivel del de una lengua extranjera (han fracasado estruendosamente), y mejor si en ese papel lo sustituye el inglés.

Pronto comprendí que a ese objetivo se supeditaba todo, incluida la verdad y la justicia, siempre disfrazadas hábilmente de ayudar al catalán a recuperarse de pasadas e innegables injusticias (no tienen un pelo de tontos los normalizadores). Hasta la “discriminación” positiva que promovieron y promueven –figura altamente sospechosa- pude tragar durante un tiempo. Por donde no pasé fue por el acoso a los derechos de los castellanohablantes. Ayudar a algo o a alguien, no tiene por qué relacionarse con limitar a algo o a alguien, a menos que el objetivo final sea suplantarlos.

En esa sorda batalla he podido ver mentiras y falacias sin cuento, ahora renovadas por las vergonzosas manipulaciones de muchos artículos en la prensa que he leído en respuesta a lo que no se dice en el “Manifiesto por la Lengua Común”, siguiendo la vieja táctica de descalificar un documento cuyo lectura se dificulta, en lo que se puede, al no adjuntarlo, a sabiendas de que la mayoría no lo leerá y se quedará con la manipulación. (En C’s nunca haríamos eso ¿verdad?)

Es importante diferenciar claramente el marco de discusión: si el problema se plantea como discrepancias entre dos lenguas, el catalán siempre aparecerá como la parte débil y la víctima que concitará las simpatías de los testigos. Si se enfoca como pleito entre derechos de personas, el matiz anterior carecerá de importancia, y sólo quedará sobre la mesa la razón y la justicia, porque como es sabido, y generalmente admitido, el fin no justifica los medios. Por eso titulo este artículo “Lenguas o Ciudadanos”, porque ése es el verdadero debate, no el de las lenguas, ni el de las patrias, ni el de las culturas, religiones o ideologías, que vendrían a ser lo mismo.

El verdadero debate de nuestro tiempo es decidir si son las personas las que fundamentalmente sirven a los sistemas (es decir si son sacrificables a ellos) o es al revés. Hasta ahora la Historia demuestra que han sido siempre las personas las inmoladas en el altar de los sistemas. Han corrido ríos de sangre por esa causa; y no es una figura retórica. Por eso defender esa posición del pasado, es profundamente reaccionario y avanzar en la defensa de los ciudadanos es el progreso.

Los aguerridos redactores del citado manifiesto no parecen haber hecho esta distinción, quizás por eso han cometido un desliz en su preámbulo, donde dicen:

-“Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación institucional de la lengua castellana,…”

Después continúan con 5 puntos –el verdadero manifiesto- de puro sentido común con los que nadie se mete, pero la introducción ya sitúa la discusión en el terreno de las lenguas, es decir de los sistemas, en lugar de las personas. Y a ese desliz se agarran desesperadamente los manipuladores para gritar en todos sus medios eso de que “el castellano no corre peligro”, cosa que resulta evidente hasta para el más garrulo de la más remota aldea. Y al ruido de esos tambores se ha ido, otra vez, la defensa de los derechos de los ciudadanos castellanoparlantes por la alcantarilla de los intereses políticos de los nacionalistas de aquí, y de los políticos de allí, sean PP o PSOE, que ya sabemos que nos han clasificado desde siempre como simple moneda de cambio en el juego del poder.

Para mi asombro, y paniaguados aparte, hasta respetados columnistas de prensa que leo asiduamente con placer, por la sensatez de sus valoraciones, se agarran a ese clavo ardiendo que les hemos dado torpemente para descalificarnos y satirizarnos sin piedad. He guardado unos cuanto artículos por si alguna vez tengo fuerzas para hacer un estudio sociológico sobre la capacidad de las emociones y los intereses para enturbiar la razón. El “Todo por la Patria”, conciencias incluidas, sigue muy vigente. Y el íntimo debate, en términos de derechos comunes, por el cual toda persona ha de decidir si antepone sus emociones a la razón o viceversa, está tan avanzado ahora como en la Edad de Piedra, me temo.

Los defensores de los derechos de las personas frente a los de los sistemas no deben caer en el error de hablar de tú a tú con ellos. Deben defender la superioridad de las personas. Éstas existen a pesar de cualquier sistema concreto, que se puede cambiar como un vestido, pero no al revés. Todos los sistemas han sido creados por las personas para ayudarles a vivir mejor de alguna manera, no para servirlos. Luego, los que los manejan, tienen la perversa tendencia a utilizarlos en su interés en primer lugar, convirtiéndolos, por ese camino, en yugo sobre las cabezas de los que le dieron la razón de ser, y a los que, sin embargo, dicen servir.

Así que centremos el discurso. No hablamos de derechos de las lenguas, patrias, culturas, religiones o ideologías sino de derechos de las personas. Algo tan sencillo como el derecho a elegir la lengua oficial de educación de tus hijos, de rotular en el idioma que quieras (oficial o no, esto es personal, no un servicio administrativo), o de relacionarte con la administración. La supervivencia del catalán o del castellano no tiene nada que ver con eso. Y no son incompatibles. Lo que se oculta bajo esa lucha es un sordo combate de intereses y vanidades particulares. De no ser así no existiría ese problema, esencialmente político, llamado “de la lengua.” Así que la próxima vez sería recomendable centrar el discurso en cosas muy sencillas, como las que he citado de ejemplo, y rehuir todo discurso sobre “lenguas”. Dejemos de hablar del catalán y del castellano para hacerlo de los elementales derechos que en nombre de esa discusión se conculcan. Reivindiquemos el derecho de elegir la lengua oficial de aprendizaje, y no hablemos más de la inmersión, por ejemplo. Sólo les hacemos el juego. Abandonemos la grandilocuencia y usemos cosas muy sencillas y personales. Imposibles de manipular ni de negar. El “Manifiesto por la Lengua Común” ha acabado convertido en un panegírico de la victimada lengua catalana. “Una causa de la extrema derecha”, según palabras extractadas, y por tanto manipuladas, de un conocido académico de la lengua, que ha probado así en su carne, la mordedura de la tergiversación malintencionada. Se lo tiene bien merecido por su actitud cobarde ante una situación que conoce perfectamente. ¡Ay de los tibios!

Circula por internet una supuesta carta de un joven independentista. Admitiendo con bienintencionado esfuerzo que sea real y no otra manipulación, es un magnífico ejemplo de la mezcla de derechos de personas y de sistemas que practica hábilmente el nacionalismo. La adjuntaré en un comentario de este artículo para no caer en la misma miseria que les critico a los nacionalistas cuando censuran sistemáticamente la difusión del manifiesto. Así cada cual podrá formar su propia opinión.

Toda la primera parte de la carta se centra en la persona del joven. Es el camino para rodearse de la simpatía, la razón y la justicia. Acaba con la frase:

-Les podría meter un rollo de 25 páginas del porque me siento catalán y no español, pero se lo resumiré en una frase: Porque estamos en el siglo XXI y me da la gana.

Nada que objetar mientras se mueve en el terreno personal. Totalmente de acuerdo con él. Y que sea lo que quiera por supuesto. A partir de ahí la carta gira a la discusión en el terreno de los sistemas. El objeto es aprovechar el “aura de derecho” que se ha creado con la primera parte para justificar sus tesis, donde necesariamente, otros que no son él, por supuesto, no podrán hacer lo que “les de la gana”. Ya estará él para echarlos de su escalera si hace falta.

Continúa con una alusión a viejos fantasmas de la Historia, especialmente la catalana (Felipe V, Primo de Rivera y Franco); manida técnica que obvio porque sin aportar nada al asunto, busca reforzar la mala conciencia de los “invasores” con un efecto paulovniano. Empieza a actuar ya con mala fe, o él mismo es víctima del reflejo de Paulov que le han inculcado.

Después pasa ya definitivamente al terreno de los sistemas, único en el que los nacionalistas puede “argumentar” algo coherente en la defensa de sus tesis (extraigo algunos párrafos):

-Las lenguas son como las especies, hay que protegerlas, la extinción de una lengua, tendría que ser traumática en ojos de cualquier humano (un español, por ejemplo), de lo contrario, este demuestra un racismo lingüístico total, un imperialismo, una poca sensibilidad que creía desaparecida del ciudadano español. No hablamos catalán para molestar. Si no mantenemos el catalán vivo, nadie lo va a hacer por nosotros, nos vemos con esta obligación moral.

Está claro. Él está totalmente de acuerdo en que las personas deben ser sacrificadas a los sistemas. En apoyo de su tesis nos abruma con una buena dosis de insultos, si no estamos de acuerdo con él, que se siente obligado moralmente a sacrificarse y sacrificarnos en el altar de su causa.

Pero ya lanzado, sigue tan pancho:

-¿Racistas, nosotros? En absoluto, acogemos a todo el mundo que no quiera destruir nuestra cultura imponiendo la suya… si busca destruir mi escalera, le pediré con toda la educación del mundo que se vaya. Los catalanes no podemos ser racistas,…

Ni que decir tiene que cuando me vine aquí, desde el País Vasco, no me acogió nadie, excepto mi hermana, claro está, por unos días. Que me vine porque me dio la real gana, como él entenderá; totalmente libre de obligaciones hacia los autóctonos, que nada en particular me ofrecieron ni me reclamaron, que tenía la vida resuelta en mi tierra, aunque tampoco importa, y que me sentía tan inmigrante aquí, como si me hubiera cambiado de pueblo en Las Vascongadas. Simplemente me moví en lo que era legalmente, y todavía lo es, mi país. ¡Sin más tributos! No soy ni emigrante ni inmigrante. Otra falacia que servilmente aceptamos.

-Los racistas son ustedes, que quieren imponer su pensamiento en un lugar ajeno, considerando pues, el pensamiento de la gente de este lugar, inferior y menos válido, creando una discriminación evidente entre personas, que se puede tachar, pues, de racista.

Él se lo dice todo. Si no cambio mi lengua estoy imponiendo mi pensamiento (ahí se le va la olla, por lo visto, lengua y pensamiento son lo mismo) y siendo racista. Y supongo que si me voy a Afganistán, y no me hago musulmán también soy racista. Porque de siempre las religiones han sido más importantes que las lenguas porque han hecho correr mucha más sangre. Y lo siguen haciendo.

Es posible que nuestro joven amigo pueda largarnos un rollo de 25 (o de 250) páginas en el mundo unidimensional que le han enseñado, y también es posible que no pudiera escribir ni tres líneas si le sacan de él. En cualquier caso, está muy mal suspendido en su curso de bachiller. Alumnos con mucha menos labia pasan sin dificultad esos retos. Quizás tenga mucho más cercanos entuertos que resolver antes de atacar molinos de viento.

No quiero terminar sin decir una cosa más: la última falacia del nacionalismo lingüista es pretender que todas las lenguas son iguales. Arranca de la generalización de la dignidad de las personas a las cosas que éstas aman y sienten. Sin embargo las lenguas no son personas, y carecen de dignidad, como carece de ella cualquier cosa u objeto que amemos. La mejor prueba de ello es constatar que las lenguas no pueden ser indignas, y por lo tanto tampoco dignas. Sólo son un instrumento de comunicación y de expresión de nuestros sentimientos que acabamos amando mucho, y por eso han de cuidarse y respetarse, pero las lenguas son distintas. Lo son por la universalidad de la cultura que en ellas se expresa y por su número de hablantes, que les confiere un muy distinto valor de uso y comercial. Ignorar esto es pura vanidad. Hay una cosa determinante en una lengua: su valor de mercado. Y el catalán no lo tiene, o lo tiene negativo puesto que hay que subvencionarla. Es duro para la vanidad, pero es así. Si el catalán se hablara, por ejemplo, además en Alemania, nadie tendría que preocuparse de defenderlo. Por eso también es una falacia la supuesta generosidad de la que alardean los catalanoparlantes cuando hacen gala de su bilingüismo. Aprendiendo castellano se hacen un favor de gran valor comercial y cultural. Aprender una lengua es una gran inversión de esfuerzo. La recompensa puede no estar a la altura de la valoración que mucha gente tiene de la misma. Porque así lo creen o porque así les da la gana.

De todas maneras C’s es un partido político, y por lo tanto debe defender los derechos y también los sentimientos de las personas. No solamente debería asumir la causa de los castellanoparlantes, sino también la de los catalanoparlantes. No están enfrentadas. Es mejor dos lenguas que una, sea cual sea el valor de cada cual. Y considero que el nacionalismo lingüista está haciendo un daño atroz al catalán, que sufrirá la reacción, y es posible que no aguante como victimario lo que soportó como víctima. Sigo creyendo en una sociedad bilingüe a todos los efectos, en que nadie se sienta a disgusto salvo los que albergan sueños imperiales de cualquiera de las dos lenguas. Es perfectamente posible. Pero ése es otro tema.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. Buenas vacaciones a todos. Nos veremos en septiembre.

sábado, 5 de julio de 2008

EL TELÉFONO SOCIAL


Pensaba dejar ya de lado la serie Otro Sistema es posible, pero las preguntas que me plantean algunos amigos me hacen ver que lo que a mi me parece evidente -por las vueltas que le he dado a este asunto- no lo es en absoluto para los que se acercan por primera vez a mi propuesta de crear un motor informático que convierta la actualmente inexistente comunicación entre representantes y representados en un diálogo de dos: de un lado cualquier ciudadano; del otro representantes y resto de la sociedad. De ese motor, que llamaré teléfono social porque pretende realizar el mismo servicio que aporta un teléfono corriente a las relaciones entre clientes y profesionales, es preciso hacer notar, en primer lugar, que no es una propuesta ideológica, sino técnica y material, como el mismo aparato que pretende imitar.

Algunos han considerado mi objetivo utópico, iluso, buenista, “demasiado democrático” o directamente imposible, pero mi punto de partida es de lo más prosaico y racional: se basa en la constatación (la pela es la pela, que dirían por aquí) de que el mundo no cambia, básicamente, por motivos ideológicos sino por motivos materiales. Nos gusta creer lo contrario, pero no es así. No quiero salirme del asunto que nos ocupa, así que no pretenderé demostrarlo. Simplemente lo cito como referencia. No será difícil admitirme, al menos, que la invención del teléfono cambió el mundo porque abrió la puerta a posibilidades insospechadas. Lo mismo hizo el ordenador. Y quiero recalcar que ni uno ni otro aparato son ideológicos sino materiales, aunque evidentemente, por ellos se puede transmitir cualquier ideología. Pero ése no es mi cometido.

Si creamos la herramienta y logramos que se imponga, ¡la política habrá cambiado! Las posibilidades son infinitas e imprevisibles. Quien se acaba de acercar a mi propuesta reaccionará con el mismo escepticismo con que se miraban los primeros teléfonos. Es paradigmática la frase conque la Western Union (la compañía que dominaba el mercado telegráfico en el siglo XIX en los Estados unidos) despreció (y perdió) el negocio del teléfono: -“Este aparato llamado teléfono tiene demasiados problemas para ser seriamente considerado como un medio de comunicación, el aparato no tiene ningún valor inherente para nosotros. (Western Union, Internal Memory 1876)”

Tengo la esperanza de que los grandes partidos establecidos reaccionen de modo parecido cuando C’s, si tiene la osadía, promueva un instrumento como el que propongo. Ni que decir tiene que los primeros modelos de teléfono eran elementales. Incluso se hablaba y escuchaba por el mismo dispositivo, pero eso no fue problema para que Alexander Graham Bell, entonces un científico más, se hiciera con el mercado.

Olvidemos, de momento, las dificultades técnicas para crear un instrumento así e intentemos caminar un poco por ese mundo de nuevas posibilidades que nos abriría. En primer lugar he de decir que la herramienta que propongo no decide nada. Esa tarea seguirá siendo de las personas. La herramienta sólo procesa millones de opiniones en tiempo real y las presenta de la manera que el usuario desea. La manera en que lo haga dependerá de la capacidad de los sistemas de interpretar el lenguaje. Hoy por hoy bastaría con que cualquiera pudiera introducir y responder preguntas sencillas. Esto impide la manipulación habitual que permite a los políticos preguntar, si es que lo hacen, sólo lo que quieren, sólo cuando quieren y sólo como quieren. El ejemplo que describo en Otro Sistema es posible (II) es suficientemente ilustrativo. El objetivo es que los ciudadanos (los clientes) puedan orientar la acción política de sus representantes según su interés y en tiempo real. Exactamente igual a como hace el cliente con cualquier profesional que contrata en todos los aspectos de la vida real, mediante un simple teléfono.

¿Qué consecuencias tendría una herramienta así? Como dije, sólo el tiempo permitirá columbrarlas en toda su magnitud, pero muchas de ellas se intuyen sin mucho esfuerzo. La posibilidad de orientar, en tiempo real la acción política cambiará, por ejemplo, la forma de plantear las elecciones. No tendrá sentido que los políticos “prometan” esto o aquello porque los ciudadanos ya podrán decirles, oportunamente, lo que deben o no deben hacer. Más bien deberán utilizar su energía en justificar su competencia. Esto acabará con infinitas demagogias.

Otra consecuencia fundamental es que una herramienta así eliminaría la acción de gobierno en su concepto actual, que pasaría al conjunto social, convirtiendo a los políticos en verdaderos profesionales al servicio social, haciendo verdad, también en política, el dicho de que quien paga manda. Pero además, como las necesidades sociales se manifiestan a todos los niveles, humanos, materiales y geográficos, una herramienta así posibilitaría la aparición de oficinas u organizaciones políticas de diverso nivel, que por propio interés, ofrecerían sus servicios políticos a la ciudadanía para solucionar problemas concretos, sin conexión entre sí, en libre competencia, posibilitando así la aparición de una estructura política en red, a imagen de la propia sociedad y de la oferta de servicios civiles que la hacen funcionar. Los ciudadanos de un determinado nivel o entorno podríamos comenzar a recibir “ofertas” para la solución de problemas concretos. Comenzaría a habilitarse la posibilidad de gestionar progresivamente los propios impuestos. Hasta el mismo concepto de elecciones periódicas acabaría siendo obsoleto, ya que el concepto de proyecto completado pasaría a ser más significativo que el propio plazo actual entre plebiscitos, y además, la tarea política no tendría la estructura piramidal actual, ya que los políticos se moverían en entornos de poder adecuados a la magnitud de los proyectos que se les encargaran. Pensar que la política del futuro se pudiera parecer a la de hoy sería como pensar que la sociedad actual habría de ser equivalente a aquella en que no existía el teléfono. Las nuevas posibilidades conformarán el futuro.

Pero existe otro efecto fundamental de esa herramienta. Ya describí que sería posible ofrecer opiniones sobre cualquier asunto, disponibles para el resto de los ciudadanos. Se abre así la posibilidad de que quien tenga ideas las pueda ofrecer al conjunto social independientemente de sus medios de cuna. Lo bueno, como los buenos libros, acabará saliendo a flote. Queda abierto el camino al mérito independientemente de los medios o padrinos de que se pudiera disponer.

Así que esa herramienta, además de ofrecerle a usted, ciudadano, un teléfono particular para orientar la labor de sus representantes políticos, le posibilita también un campo de creatividad para sus propias inquietudes en plano de igualdad con el resto de sus conciudadanos. Es de hecho, un gran instrumento de igualdad de oportunidades y de justicia social. La tecnología siempre lo ha sido. Sin ella es imposible concebir una democracia avanzada.

¿Pero qué datos se introducirán en el sistema? Pues esa es una de las primeras cuestiones que la Sociedad habrá de definir progresivamente. Ahí se entra ya, directamente en el debate ideológico, y ya he dicho que lo que pretendo ofrecer es una herramienta. En cualquier caso, parece evidente que existen unos datos básicos, tales como nombre, apellidos, localidad, fecha de nacimiento, etc. que permitan identificar al ciudadano sujeto de derechos. De los sistemas de seguridad que los preserven no es objeto hablar aquí. Basta con que se cumplan las garantías que en su momento la Sociedad vaya exigiendo mediante el uso de la propia herramienta. Si a mi me preguntaran qué más información habría de introducirse, propondría (otra cosa es que la Sociedad lo considerase oportuno) que se introdujera toda la información confidencial que permitiera saberlo TODO de los colectivos sociales y NADA de los individuos, cuyos datos personales, a parte de los básicos, serían accesibles sólo al interesado y al personal autorizado bajo estricta confidencialidad cuya trasgresión sería uno delito sumariamente castigado. Así podríamos conocer qué estratos sociales (por edad, nivel económico o los que se pudieran imaginar) están de acuerdo con cada medida que se tome y cuáles en contra. En definitiva quién o quiénes nos obligan a asumir tal o cual medida cuando no es la nuestra. Eso me parece fundamental para que los colectivos asuman su responsabilidad social por las decisiones que impongan, en lugar de esconderse tras el conjunto social. Considero que la transparencia es fundamental, aunque ahora me muevo en el terreno de la opinión. La experiencia y el ejercicio de la voluntad social irán determinando el mejor uso de la nueva herramienta. Conceptos como izquierda y derecha quedarán superados. Ya no habrá que “guiar al pueblo” según medidas de esas inclinaciones. Él mismo dirá lo que quiera decir. Cuando entienda que de sus decisiones depende realmente su futuro, se encargará de informarse o delegar en gente competente tal como hace hoy con cualquier otro profesional. ¿O le pregunta usted a su médico o a su panadero si es de izquierdas o de derechas? Lo único que le interesa realmente es si es competente, o no, en la solución de sus problemas. La trascendencia de las decisiones vuelve responsable a la gente y viceversa. Y los políticos tendrán que ser responsables necesariamente. No podrán rehuir, tan fácilmente como ahora, las consecuencias de sus decisiones.

¿Y qué pasará con los nacionalistas y otras ideologías? Pues sencillamente que una herramienta así nos dará en todo momento la dimensión social de cada tendencia política, impidiendo las antidemocráticas maniobras de ingeniería social que los colectivos más cultos, más poderosos económicamente o simplemente mejor situados vienen realizando. Cualquier movimiento político sabrá inmediatamente su peso político real. A partir de ahí, crecer o desaparecer, será sólo cuestión de su competencia política profesional y del interés social del producto que vendan compitiendo en un plano de igualdad. Un verdadero demócrata no puede pedir más.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. La grandeza de miras siempre ha exigido que el hecho de legislar, o reglamentar, sea un acto general y atemporal. Hacerlo para dar una respuesta interesada a un problema concreto indica poca categoría moral. Si una ley de rango superior establece un derecho sin condicionantes temporales, ningún reglamento podrá imponérselos sin arrastrar por el suelo el prestigio y la autoridad moral del órgano que lo imponga. Ojalá que C’s no caiga en este error. Quien pueda entender que entienda.

lunes, 23 de junio de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (y IV)


Terminaré esta serie saliendo al paso de algunas de las dificultades que podría implicar la construcción de un motor informático que permitiera conocer la opinión de la Sociedad, sobre asuntos de su interés, de un modo rápido, aséptico y eficaz. Es evidente que una herramienta de este tipo pondría a los políticos al servicio de la voluntad ciudadana, exactamente igual a como hace el teléfono con los profesionales que trabajan en la economía real, en la que son los clientes los que saben lo que quieren, y son los profesionales los que conocen cómo hacerlo y cuánto cuesta cada servicio. Me parece evidente que una herramienta de este tipo sería el revulsivo para cambiar radicalmente la manera actual de hacer política, por otra parte tan desacreditada. Comprendo que políticos apoltronados o ciudadanos acomodados puedan ofrecer resistencia a cambios estructurales tan profundos, pero todos aquellos que sinceramente crean que la legitimidad del poder reside únicamente en los ciudadanos, y que éstos deben ser representados del modo más eficiente posible, no tendrán inconveniente en profundizar en la introducción progresiva de herramientas que faciliten esta tarea.

Ya hice una relación de dificultades en el primer escrito de esta serie. No puedo aquí ni hablar de todos los inconvenientes ni de todas las ventajas. Todo proyecto implica ambas cosas, pero son las perspectivas lo que pone en marcha el esfuerzo y la energía de sus promotores. La pregunta es: -¿Interesa a un demócrata una herramienta que permita conocer el sentir social sobre cualquier asunto en que lo ciudadanos quieran pronunciarse?

La principal argumentación en contra de mi propuesta nace del miedo, creo que honradamente sentido en muchos casos, a que el hecho de ceder la palabra –y por tanto el poder decisorio- a la ciudadanía desemboque en anarquía y demagogia. En el fondo se piensa que la gente no está preparada para autogobernarse. Es el clásico despotismo ilustrado, aunque pueda ser bien intencionado. No hay más que ver –dicen- lo que hemos enviado a eurovisión por voluntad popular o la telebasura que tanta audiencia concita para deducir que a la gente no se le puede dejar tomar decisiones sobre cosas serías.

Sabemos que las masas son capaces de cometer graves errores cuando funcionan de modo acéfalo, y que en situaciones límite, una mente fría seguramente podría decidir con mucha más eficacia, pero a esto respondería que en absoluto propongo reemplazar al político, sino habilitar una nueva línea de comunicación con él. En la vida real, el poder del profesional competente no es en absoluto despreciable, y la comunicación no limita su capacidad de acción. Sólo la orienta. Utilizando un símil marinero, sería la diferencia entre gobernar (decidir el rumbo) y trabajar (manejar la nave para que lo siga). En definitiva, reivindico la capitanía para la Sociedad, en lugar de cómo hoy, solamente elegir al capitán de tanto en tanto. De hecho los políticos seguirían tomando la mayoría de las decisiones para llevar a cabo el proyecto social que se pretenda. Los ciudadanos tienen sus propias preocupaciones, por eso delegan. Sólo les interesa conservar la capacidad de orientar la función política y de exigir responsabilidades rápidamente cuando proceda. Es importante hacer notar que esto no tiene nada que ver con la anarquía. El poder es necesario. Lo que se discute es quién lo detenta realmente en última instancia. Y en todo caso, la implementación de la herramienta sería de modo progresivo y tanteando. No estamos desnudos, de pies en la nieve.

Pero vayamos al análisis de la supuesta incapacidad de la Sociedad para decidir sobre sus propios intereses. Resulta superficial e interesada una mirada simplista sobre la incompetencia o irresponsabilidad de los ciudadanos basada en pequeños o grandes aspectos negativos, que siempre existen en cualquier organización o grupo. Hay que mirar a la Sociedad en toda su colosal amplitud. Como se contempla una ciudad desde una montaña cercana. Y desde esta perspectiva la complejidad y eficacia de una sociedad avanzada es admirable. Hasta las cosas más aparentemente sencillas, como ir al mercado a comprar unos tomates, exige la conjunción de un número de intereses e inquietudes que resulta asombrosa. Ni siquiera sabríamos por donde empezar. ¿Por qué nudo empieza una red? Quizás el agricultor, pero éste usa abonos, herramientas, energía, comunicaciones, sistemas de riego, ayudas informáticas y otros servicios que cada uno, por si mismo, abre otro gran abanico de posibilidades. Luego están los transportistas, envasadores, conserveros, sistemas de distribución, fabricantes de plásticos, bombillas, tuberías, mobiliarios, edificios de todo tipo, bancos, profesionales de muchísimas ramas y podría seguir. Todo eso para que los tomates estén allí, esperando que el cliente vaya a buscarlos cuando lo desee. Y no acaba ahí la cadena. Podría seguir con todo lo necesario para preparar la aparentemente sencilla ensalada de tomates. Desde la cocina a la bandeja ensaladera y los cubiertos, construidos con acero extraído de minerales desenterrados por algún minero. Toda esa increíble maravilla está funcionando para que pueda tomarse esos tomates, preparados a su gusto, como si fuera la cosa más natural. Y sin embargo, no existe una organización central, ni un cerebro central que la haya pensado, planificado ni coordinado. Ya he dicho en anteriores escritos que la Sociedad real funciona en red, con múltiples nodos de poder y decisión, que aparecen y desaparecen espontáneamente según las necesidades. Y me refiero a los nodos, no a las personas, que sólo han de adaptarse. Una Sociedad así no podría funcionar sin sistemas de comunicación bidireccionales y en tiempo real, y ninguna inteligencia central podría organizarla y ni siquiera imaginarla, como ha demostrado la Historia hasta que las redes de comunicación fueron posibles. Dicho de otro modo: la compleja Sociedad actual no sería posible sin el teléfono, por muy geniales que pretendieran ser sus dirigentes. Sin las herramientas adecuadas es estéril hablar de políticas complejas. Y una Sociedad más justa, eficaz y mejor representada es imposible sin una herramienta de comunicación social bidireccional como la que he presentado a lo largo de estos escritos o algo semejante. Todo lo demás es producto viejo y perder el tiempo. Sin piano, Chopin nunca habría podido realizar su música.

La estructura política actual es piramidal incluso en las democracias avanzadas. Y se articula por estratos de poder frecuentemente enfrentados entre sí, en lucha permanente por defender sus parcelas de influencia bajo criterios, demasiadas veces, de intereses partidarios o personalistas. Es una estructura simplista, anticuada e ineficaz para la compleja Sociedad actual, porque carece de un sistema de comunicaciones moderno, eficiente, bidireccional y en red. Y lo seguirá siendo mientras no se la dote de herramientas de ese tipo. Lo demás son parches y remiendos. Es importante comprender que no es un problema de personas sino del Sistema en sí. De lo contrario, en algún país se habría ya construido una sociedad mucho más justa. No puede ser que todos los equipos sean incompetentes o malvados.

Sea cual sea la buena voluntad y competencia de los gestores de la cosa pública, no tengo ninguna duda de que ningún equipo puede ni siquiera soñar con comprender o imaginar las infinitas posibilidades que puede proporcionar un conjunto social que se ve directamente afectado por los problemas. Sencillamente la suma de inteligencia y experiencia social del colectivo vuelve insignificante cualquier equipo humano aunque esté formado por genios. Nadie es inteligente en solitario.

Y falta por derribar un último mito: la supuesta irresponsabilidad de las personas en asuntos de la cosa pública. Todo sería pedir y pedir, argumentan los que pretenden que nada cambie. Pero si miramos un poco más cerca a los ciudadanos, a esos que incluso no tienen estudios ni mucha conciencia política, y nos metemos en su mundo y en su vida, podremos ver como la inmensa mayoría son enormemente responsables en la administración de sus intereses particulares y pequeñas haciendas. Y es por la sencilla razón de que de sus decisiones depende el equilibrio y estabilidad de sus vidas. Conocen sus querencias pero también sus posibilidades, y se ajustan a ellas con ejemplar responsabilidad. Y es, además, ese conocimiento de sus posibilidades y limitaciones, un estímulo de superación personal muy eficaz. Dadle responsabilidad a una persona y se volverá responsable. Convertid sus actos en irrelevantes y lo haréis irresponsable. Ésa es la verdadera realidad. Mirad fuera: ¡la compleja Sociedad funciona!

En una sociedad con sistemas de comunicación política bidireccional no serían posibles las maniobras de ingeniería social que se practican incluso en las democracias avanzadas. Ningún grupo de poder podría imponer sus puntos de vista sin un gran consenso social, es decir, cuando no hace ingeniería sino servicio al sentimiento mayoritario. Fenómenos como los que se han dado y se están dando en Cataluña, el País Vasco o Galicia, por hablar sólo de España, no serían posibles. ¡La gente no es tonta! Aunque sí que se la puede enmudecer. Basta con no proporcionarles medios de expresión adecuados y pintar la realidad deseada en los medios de comunicación del Sistema. Es aquello de repetir la mentira las suficientes veces durante el suficiente tiempo.

Tampoco existe ninguna razón convincente para esperar que una Sociedad, en su conjunto, no pueda atender a las minorías o a los colectivos más necesitados con menos eficacia que un equipo político. La conciencia social no es exclusiva de los grupos gestores, y es probable que cuando un grupo social centra su atención en un colectivo desfavorecido, tenga muchos menos intereses particulares que un equipo político que pretenda hacer lo mismo. Además, siempre hay un conjunto social al lado de todo colectivo minoritario o necesitado. No se puede decir lo mismo de los equipos políticos.

Para terminar, si un partido político quiere realmente alcanzar el poder para cambiar la manera de hacer política, ya he dicho muchas veces que ha de entrar en competencia con un gran respaldo económico y mediático o con un producto nuevo. C’s sólo puede aspirar a la segunda opción, y por ello tendría que ser pionero en la creación de herramientas de comunicación como la que he apuntado en estos escritos. Como ya dije, se podría empezar por una ventanita en la zona de afiliados de la web que dijera:

-¿Qué desea usted?

De haber dispuesto de esa posibilidad, ¿no creen ustedes que muchos de los actuales problemas de C’s no existirían?

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. Seguimos en el Partido perdiendo el tiempo, divididos y poniéndonos palos en las ruedas en lugar de hablar de cómo crear y vender producto político nuevo. Es muy probable que este Partido no resista más “victorias” de ninguna parte sobre otra. Es preciso el diálogo y la conjunción. Fuera lo tenemos todo por hacer. En breve, tras el verano, tenemos las elecciones autonómicas vascas. Carecemos de estructura en esa Autonomía. Lo más sensato sería pedir el voto para la UPyD (¿o prefieren otro?) y enviar algún equipo, como pensó una afiliada, que pegue carteles con el lema: “Vote UPyD mientras no pueda votar Ciudadanos”.

Para marzo tendremos las autonómicas gallegas. Allí sí que podemos y debemos estar. Para entonces C’s debería poseer un proyecto consistente y consensuado. Escuchemos y apoyemos a los compañeros que tenemos allí. No son una Agrupación de unos cincuenta. Son la 5ª Autonomía de España por número de votos, con enormes posibilidades de crecer si lo hacemos bien. Y son un excelente banco de pruebas para preparar el futuro y ver si hemos enmendado la trayectoria.

lunes, 16 de junio de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (III)


Al principio de esta serie apunté algunas de las dificultades que un sistema de representación real, como el que pretendo, podría introducir, pero antes de entrar en su análisis prefiero hacer hincapié en las innumerables ventajas que un sistema así ofrece. Es un tópico que nos empeñamos en seguir con la costumbre de lo ya conocido y que se suele decir que más vale malo conocido que bueno por conocer, pero no hay que olvidar que en su tiempo también costó introducir la electricidad en las viviendas. Las dificultades eran enormes, y la gente ya iba tirando sin ella desde siempre. También costó introducir las tarjetas de crédito, y cuesta introducir la banca por internet, y otros servicios avanzados, pero la gente va comprendiendo sus ventajas y se adapta progresivamente. Y una vez adaptada ya nunca ha querido retroceder. Así que alguna vez hay que abrir paso a lo nuevo y diferente aunque eso exija un esfuerzo de comprensión y adaptación. De no haberlo hecho así nuestros antepasados, ¡todavía seguiríamos en la edad de piedra!

Hagamos el experimento mental de situarnos en una sociedad que dispone de una herramienta como la que describí en el artículo anterior. Cuando tengamos esa, llamémosle “línea telefónica” de comunicación bidireccional con nuestros representantes, la forma de hacer política cambiará radicalmente por pura necesidad funcional. Y las ventajas serán muchas. Aunque confieso que me resulta difícil tener que demostrar lo que parece evidente: que a unos profesionales que se autodenominan representantes les tiene que interesar una herramienta que les permita conocer la opinión de sus representados. Enumeremos algunas:

- En primer lugar, y no es poco, ya no tendrán sentido las campañas de propaganda política en su actual formato. Como los ciudadanos podrán establecer las prioridades sobre la marcha y en cualquier momento, carecerán de objeto las actuales promesas de campaña electoral, tan populistas y demagógicas muchas de ellas, y tan rápidamente olvidadas en un cajón nada más pasadas las elecciones. Las campañas tendrán que versar, necesariamente, sobre la eficacia de la anterior gestión demostrada en cada ámbito de la Administración, exactamente igual a como la gente lo hace con los profesionales que contrata en función de su satisfacción por el servicio obtenido. Entrará en función la discusión de competencias profesionales en lugar de las campañas de “subastas” actuales de “a ver quien da más”. Sólo esto ya dignificará enormemente la función política y favorecerá el respeto por los ciudadanos y el afán de servirlos. La competencia demostrada, como sistema de elección futura. ¡No puede haber mejor criterio!

- Los actuales privilegios de acceso a los medios de comunicación y financiación, que tanta ventaja dan a los partidos establecidos y que maltratan a los pequeños con una situación de injusta y desproporcionada desigualdad de oportunidades perderá mucho de su sentido al desaparecer las campañas antedichas, basadas en el poder económico y mediático en lugar de en la eficacia. Las pequeñas parcelas de poder que mediante esta herramienta, un nuevo partido vaya alcanzando, le darán ocasión de foguearse, demostrar su eficacia, asumir experiencia e ir ganando prestigio, siguiendo el camino que han seguido todos los profesionales de cualquier ejercicio. Nadie nace enseñado.

- La planificación a largo plazo cobrará de nuevo sentido, en contraste con la visión miope de intereses a ritmo de elecciones que marcan actualmente las prioridades de los políticos, porque estas prioridades ahora las establecerán los ciudadanos según sus intereses de conjunto. Podrán plantearse políticas ambientales y económicas de largo recorrido. Especialmente las primeras empiezan a ser críticas, y seguimos sin hacer nada.

- Un gobierno democrático debe pensar en todos los ciudadanos, no sólo en los que apoyan su ideario. Actualmente es fácil que una minoría relativa, con medios suficientes, y bien organizada alcance el poder e imponga hábilmente al conjunto sus visiones sociales parciales, practicando la ingeniería social. Los gobiernos nacionalistas nos han proporcionado frecuentes ejemplos de ello. Y no excluyo a ninguno. Tal manipulación no sería posible con una herramienta que permita la intervención ciudadana inmediata. ¿Hubiéramos ido a Irak? ¿Tendríamos enseñanza bilingüe? Por eso la mejor defensa de los intereses del conjunto la hará siempre el mismo conjunto. Es muy difícil dejar de atender la voz de la razón cuando no se puede impedir que ésta se pronuncie.

- Tampoco hay que menospreciar el nuevo terreno de desarrollo creativo que se ofrece a toda la sociedad en su conjunto. Todo el mundo tendrá derecho a hacer propuestas. Ése es el mejor camino para que aparezcan algunas muy buenas. Pasará como con la música o la literatura. Todo el mundo puede escribirlas. Sólo lo realmente bueno trascenderá.

- La sociedad moderna se estructura en forma de red. El concepto actual de poder político se vertebra de forma piramidal. Esto lo vuelve ineficaz. Las necesidades sociales se presentan en ámbitos y esferas, muchas veces sin relación entre sí. Si los afectados pueden hablar, los servicios políticos se irán adaptando a esa estructura descentralizada y en red. Los órganos políticos aparecerán de modo espontáneo en función de las necesidades, y desaparecerán con ellas para adaptarse a otras nuevas o a sus nuevos aspectos. La evolución permanente llegará a la política en función de la realidad, que será la que configure la política, en lugar de al revés, como sucede actualmente con frecuencia.

- La política de representación que propiciará una herramienta como la que propongo necesitará de muchos más profesionales que los actuales. Los problemas sociales son inmensos, y si los políticos los afrontan eficazmente, serán reconocidos y recompensados en concordancia. No hay que temer que las profesiones que prestan servicios necesarios desaparezcan.

- Las posibilidades de corrupción, nepotismo, malversación de fondos públicos, etc. quedarán muy mermadas. Más que una competencia por partidos, que tendrán que aprender a funcionar de otra manera, tendremos una competencia de proyectos y maneras de afrontar los problemas. Exactamente igual que las empresas compiten por proyectos concretos. El mandato de cuatro años no impedirá que se escuchen todas las ofertas políticas para situaciones concretas. Cualquiera podrá ofertar. Buscar respuesta y prestigio. Será el prestigio uno de los principales valores del mercado político.

- También será importante el ejemplo que una democracia de este tipo ofrecerá a los países bajo dictaduras de cualquier tipo. El desprestigio moral de las democracias avanzadas, sus corrupciones, hipocresías y trapicheos son utilizadas por los países no democráticos para justificar sus sistemas. Una democracia más representativa será un ejemplo mucho menos criticable. Y todos sabemos que se predica con el ejemplo.

- Por supuesto no olvido que la transición hacia un modelo de este tipo ha de ser progresiva. Se ha de evolucionar, no revolucionar. Y ya he dicho que todo lo que se mueve necesita frenos. Aunque éstos nunca se han de utilizar para inmovilizar.

Y dejémonos ya de generalidades y estudiemos el interés más concreto de C’s. He dicho muchas veces que C’s debe vender un producto político diferente. Si actúa según los parámetros de los partidos establecidos no tendrá ni lugar ni sentido. Todo lo más será un partidito agónico, siempre amenazado de extinción. Es evidente que no hemos conectado con el sentir de la mayoría social. De ser así el flujo de afiliados habría sido una avalancha. El no-nacionalismo, una de las pocas cosas que nos ha unido a todos, se ha demostrado insuficiente, una herramienta así no lo contradice y necesitamos aumentar nuestra oferta política para aumentar la respuesta social. Hablamos, también, de regeneración de la democracia pero hemos hecho lo que todos en este terreno, es decir nada, y necesitamos ofrecer lo que nadie ofrece. Por eso C’s debería interesarse por un producto así, que en el fondo sólo pretende transferir el poder, que actualmente detentan los partidos del sistema, desde sus manos a las de los ciudadanos que podrían votarnos a cambio. Vendamos el poder que no es nuestro. Quitémoselo a los teopolíticos para dárselo a los ciudadanos –su único y legítimo dueño- igual que los burgueses de la Revolución Francesa se lo quitaron a la aristocracia para supuestamente dárselo a los ciudadanos. ¡Tengamos la audacia de intentarlo! C’s puede capitanear una reforma así. No triunfaremos de golpe, pero tendremos un discurso rompedor que los partidos del establishment no podrán soportar ni copiar. Poco a poco iremos despertando conciencias y siendo creíbles. Es lo que yo intento conseguir ahora en el Partido, porque si éste no adopta y ensaya un modelo así previamente, tampoco será creíble. Sea cual sea, debemos experimentar en nosotros mismos el producto que pretendemos vender.

¿Qué somos ahora? Un partido pequeño y dividido que desde el éxito inicial sólo ha ido perdiendo ilusiones, afiliados y elecciones. ¿Qué futuro esperamos…? ¿Aguantar cuatro asientos hasta que la realidad demuestre que sus patas están serradas?

C’s necesita una Ejecutiva valiente, con grandeza de miras y que quiera llegar. ¡Una Ejecutiva realmente ambiciosa! ¡Vamos a por los grandes partidos! Debe pensar siempre en términos del afiliado, y no de uno mismo, porque ya sabemos que ningún cargo puede durar más de ocho años. Hay que pensar como si no se estuviera en el poder, poniéndose en el lugar del afiliado. Es la mejor manera de descubrir sus deseos y necesidades. Pensar en términos de ciudadano, que es lo que todos siempre seremos. No es preciso cambiar personas, pero sí actitudes. Quizás todos tengamos que hacerlo.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. En marzo tendremos elecciones en Galicia. Ese puede ser, en realidad debe de ser, el punto de inflexión de la trayectoria descendente de C’s desde el éxito en las autonómicas de Cataluña. Para entonces deberíamos tener una estrategia consensuada entre todas las tendencias que se pueda ensayar en esa autonomía que nos puede servir de banco de pruebas. Si C’s pierde allí, pero sobre todo si no se presenta, el mensaje al resto de España será demoledor: ¡C’s no existe! Mientras tanto, nosotros aquí, inmovilizados en discusiones bizantinas aunque el Partido reviente. No tenemos mucho tiempo para recomponernos el moño y presentar algo nuevo y rompedor. Convoquemos un concurso de proyectos, abierto a todos, para ver si tenemos algo así. Dejémonos de desconfianzas y utilicemos la energía para unir, y si después tenemos algo, convoquemos un Congreso CONSTRUCTIVO. Sólo él es necesario para reencontrarnos. A él deberían ir todos los afiliados que lo deseen. No somos tantos y podemos permitírnoslo.

Y todo esto, como apunta el calendario, debe ser antes de marzo. ¿Hay alguien con responsabilidad que tienda la mano, o seguimos perdiendo el tiempo?

sábado, 7 de junio de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (II)


En el artículo anterior hablaba de la imposibilidad de que los cargos electos puedan representar realmente a sus electores con los planteamientos actuales. Imposibilidad que se significa como el principal defecto de las democracias modernas, y la fuente de muchas de sus limitaciones. Decía que cualquier avance en la dirección de mejorar la representatividad –la democracia en definitiva- era el camino correcto y significaba vender producto nuevo, lo que haría a C’s diferente y necesario. Hoy hablaré de cómo una herramienta informática podría aportar muchísimo en este sentido.

Entre las principales dificultades que se alegan como excusa para no avanzar en la mejora de la representación se arguye la imposibilidad de escuchar y poner de acuerdo, no ya a miles o millones de personas, sino tan sólo a unas decenas. No hay más que ver una asamblea, donde hay que limitar drásticamente el uso de la palabra y donde el análisis racional a veces brilla por su ausencia, para aceptar ese argumento. Las asambleas son ineficaces, aunque hay asuntos que sólo puede legitimar una asamblea mientras no haya algo mejor.

Lo mismo se puede decir de los foros de internet, que mejoran mucho la posibilidad de expresarse de todo el mundo, pero que exigen ingentes inversiones de tiempo de lectura cuando se sobrepasan las cien personas en él. Pero de la ineficacia de esas dos herramientas no se puede concluir que la representación eficaz, y en tiempo de real, de millones de personas sea una utopía, sino sencillamente que las asambleas y los foros no son herramientas adecuadas. Argumentar eso para no hacer nada es ignorancia o reacción. Si somos sinceros cuando decimos que los políticos son los representantes de los ciudadanos, debemos hacer lo imposible por hacer realidad esa representación. Lo demás son excusas para seguir con la misma manera de hacer política de siempre. Manera, por cierto, que ha llevado a los políticos a un absoluto desprestigio.

Nos quedan todavía los referendos. -Podríamos estar haciendo un referendo cada día y no haríamos otra cosa, -dicen los enemigos de consultar a los ciudadanos a los que dicen representar- pero hasta eso me parece poco. ¡Pretendo mucho más! El problema es ficticio, y nace de la dificultad y parafernalia con que los políticos rodean la ejecución de un referendo. En primer lugar, por extenderlo a toda la ciudadanía, en lugar de a los interesados, y en segundo, porque los rodean de costosas campañas, que nadie pide, y que utilizan para manipular a la ciudadanía. Y además, los referendos tienen un problema fundamental: los convocan los políticos cuando quieren y con preguntas torticeras, confusas o ambiguas, que te obligan a escoger entre lo que ellos quieren o lo que no deseas. Por lo tanto, ni asambleas, ni foros, ni referendos son la solución. Cada cosa para lo que sirve, y los ciudadanos necesitamos algo mucho más directo, que funcione a nuestra voluntad como un teléfono, y que la dirija con la misma celeridad a donde pueda ser atendida. ¡Como en cualquier servicio de la vida real! Sólo que nuestra voluntad no es una, sino millones, y necesitamos, por tanto, un motor informático que procese millones de voluntades por segundo convirtiéndolas en una, que para empezar, se han de expresar prácticamente en lenguaje binario: -Propuestaàmatices: Si/No. Sería cualquier ciudadano, incluidos los políticos por supuesto, el que podría hacer propuestas cuando quisiera y sobre lo que quisieran. Podría introducir cualquier matiz a cualquier propuesta, para evitar las manipulaciones y canalizaciones de voluntades, del tipo de esto o nada. Y podría hacerlo a nivel de barrio, asociación, municipio, etc. hasta el nivel de Estado, según el ámbito de interés de la propuesta. El motor informático se encargaría sólo de sintetizar propuestas repetidas y matices repetidos. Permitiría cambiar de opinión en tiempo real y matizar las propuestas. Todo cambio sería inmediatamente anunciado a los participantes que habiliten la posibilidad, por si quisieran modificar su voto, y la participación sería absolutamente voluntaria. ¡Sólo el que quiere decir algo lo dice! Hay muchas más posibilidades, pero no quiero distraer la atención de lo principal, que es la herramienta.

¿Y qué se haría con los resultados? Pues depende, porque cualquiera que quisiera argumentar podría hacerlo, sólo que las opiniones estarían disponibles cuando alguien las buscase por propia voluntad. Nunca invadiendo como una propaganda. La opinión de técnicos, políticos y gente de prestigio sería especialmente valiosa y consultada, y se crearía así un campo de desarrollo de prestigio personal y profesional, abierto a todo el mundo, que se mediría directamente por su servicio social a la ciudadanía, poniendo coto a la endogamia profesional y el enchufismo. ¡Y los políticos, por fin, trabajarían en lo que desease la ciudadanía!

Una propuesta apoyada por un porcentaje determinado de la población afectada por ella, sería ya de obligada aplicación (el porcentaje sería otra propuesta que se optimizaría con el tiempo), pero la gente de saber (real o supuesto) siempre podría mediatizarla con su opinión profesional, si lograse hacerse escuchar. Pero una propuesta sin apenas apoyo, pero quizás buena, también podría ser conocida por alguien sensible a ella, y que fuera capaz de promocionarla desde su propia plataforma profesional, porque a veces lo razonable no es lo mayoritario.

Y a pesar de todo quedarían muchas cosas sobre las que nadie dirá nada. ¡Eso es lo normal! Para eso la gente paga a los políticos o a sus arquitectos. Para que hagan todo aquello que a ellos no les interesa, salvo por los resultados. Ahí, los políticos estarían totalmente legitimados para actuar según su albedrío y capacidad profesional, aunque con total responsabilidad, por supuesto.

Creo que ya vale por ahora. Esto sólo es un boceto a grandes rasgos que probablemente motivará más preguntas que respuestas. Lo que se ha de pensar es si una herramienta así interesaría a los ciudadanos o no. Si le interesa a usted o no. Sin embargo, me gustaría remarcar otro aspecto: igual que hoy existen muchos más médicos que curanderos había no hace mucho tiempo -porque prestan un servicio real y eficaz a la sociedad-, cuando los políticos representen realmente a los ciudadanos, habrá muchos más de ellos que de los teopolíticos actuales, porque prestarán un servicio real y eficaz a la sociedad. Y serán reconocidos, respetados y mejor pagados. ¿Cómo si no, atraeríamos a los mejores para la función de mayor responsabilidad?

Para terminar, quiero añadir un ejemplo que ya publiqué en el entorno de Sant Cugat cuando promocioné esta idea bajo el nombre de “Ley de Escucha al ciudadano”. Tomé un ejemplo de actualidad hace un año, cuando lo escribí. Confío en que aclare más cosas sobre lo que pretendo con el motor informático:

Un cuento futurista pero no mucho. (11/12/2007)

Luís llega a su casa preocupado por las nuevas medidas de seguridad en el tráfico de la DGT apoyadas por sanciones penales entre otras. Las estadísticas de accidentes no han mejorado sensiblemente a pesar de ello y no está convencido de que realmente sean efectivas. Lo único en claro que ha sacado es que ahora tarda 15 minutos más en volver de su trabajo y que está más pendiente del maldito velocímetro, que se le pasa de 50 u 80, sin apenas darse cuenta, que del tráfico en sí. Antes conducía guiado por su sentido común, como casi todo el mundo, y ni lo miraba. Como el asunto le preocupa se conecta a internet. Introduce su tarjeta de firma digital, apoya su pulgar sobre un lector y teclea un código secreto de alta seguridad. Sus datos personales están en el sistema como los de cualquier otro ciudadano anónimo. (Al nivel legislado y totalmente inaccesibles para nadie salvo por orden judicial y en determinadas condiciones de representación del interesado.) Consulta en primer lugar la opinión de la ciudadanía sobre la medida, y comprueba, en tiempo real, que un 57% de la población del país se ha manifestado. El tema interesa, y de ellos un X% está a favor, un Y% en contra y al resto está indeciso. A continuación lo comprueba por Autonomías y en localidades de su interés, y en cada caso por edades, sexos, nivel económico, nivel de estudios, profesionales del volante, conductores habituales, esporádicos y gente sin carné. Afectados y no afectados por las medidas. La información le llega rápidamente, aséptica y sin manipular. El sistema es automático. La intimidad individual está garantizada por ley, y depositada en un motor informático sin acceso humano, pero la opinión de colectivos puede extraerla globalizada según cualquier criterio, incluidos los religiosos, tendencias sexuales, raciales o cualquier otro legalmente contemplado. En poco tiempo cuenta con un amplio espectro social del apoyo y rechazo que recibe la medida, y de las condiciones sociales de las personas que asumen esas posturas. Conoce así quién le está obligando en realidad y a quiénes está cediendo su cuota de libertad sacrificada. Como quiere emitir su opinión, decide informarse. Solicita los nombres de los responsables de tal iniciativa y estudia sus argumentos si es que han sido expuestos. Accede a diversos estudios técnicos en los que supuestamente se apoyan, y como no entiende nada, (aunque constata que existen), solicita si se han documentado opiniones técnicas fundamentadas en contra. Inmediatamente recibe unas cuantas que tampoco entiende, pero que concluyen lo contrario o siembran dudas razonables. Se da por satisfecho porque sólo pretendía verificar si la medida no admitía duda desde el punto de vista técnico. Eso le habría ayudado mucho a soportarla.

Como no lo tiene claro solicita las opiniones políticas y los objetivos sociales que la medida pretende. Encuentra algunas y su opinión se va conformando. Su representante político, que ha sido tan amable de argumentar en abierto, parece que persigue loables objetivos, aunque eso sólo nunca es suficiente. Como tiene admiración por un personaje público, de reconocido prestigio en la materia, pregunta al sistema si este señor ha emitido una opinión en abierto (cualquiera lo puede hacer simplemente autorizándolo). Felizmente el sistema le responde suministrándole un texto con su argumentación, con lo que ya considera suficientemente madurada su opinión, y además, como él está sobre el terreno soportando la medida y considera que los técnicos y políticos no han percibido ciertos detalles de los de a pie, que hacen que las cosas no le estén saliendo (en su caso particular) como le pronosticaron los entendidos, solicita la tabla de criterios de votación y comienza a rellenar celdillas de las diferentes preguntas, que no son muchas. Observa, sin embargo que hay un matiz imposible de expresar con ese cuestionario y solicita añadirlo como pregunta. El sistema comprueba la variable y concluye que no está reflejada y la pregunta se incorpora. Inmediatamente todos los que han participado y autorizado este tipo de mensajes, reciben en su casa la nueva cuestión por si quieren completar su opinión con el nuevo aspecto. Lo harán según su deseo. Luís está ya casi satisfecho, pero como se considera un caso particularmente perjudicado, decide exponer su caso en abierto. Más tarde Luisa, una señora que vive a muchos kilómetros, a quien en nada le afectaba la restricción, y que había emitido su opinión basándose en criterios tan generalistas como bien intencionados, decide, por curiosidad, solicitar la opinión de los ciudadanos que se consideran perjudicados y encuentra el mensaje abierto de Luís. Éste tiene así, la oportunidad de ampliar su punto de vista y quizás de cambiar su opinión o matizarla. En este caso Luisa solicita al sistema que le permita rectificar algunos aspectos que antes no había valorado adecuadamente. Como la medida está en fase experimental, durante algunos meses, el debate permanece vivo, y pronto podrán aportarse los beneficios y perjuicios anunciados (o su ausencia) en el plato de la balanza correspondiente. Pasado el tiempo de prueba, la mayor parte de la ciudadanía estará moralmente de acuerdo con la medida o su retracción. Luís se da cuenta de que hoy no ha encendido la tele, y de que le encanta participar directamente en la definición de las medidas que directamente le afectan. Al final tuvo que aguantarse con la restricción, pero comprende los beneficios y las razones, y eso le ayuda a conllevarla. Desde luego se siente respetado y orgulloso de la sociedad que ha ayudado a conformar. Cerrado el debate, el sistema almacena las estadísticas y borra las opiniones personales no declaradas en abierto. Ningún dato de opinión privada puede ser accesible bajo ningún concepto, ni siquiera por decisión judicial. Tanto el voto como las opiniones son secretos.

Lo único que necesita C’s es un equipo de políticos ambiciosos dispuestos a ejercer el poder de otra manera que aumente la representatividad y el poder de los ciudadanos. En cuanto éstos lo entiendan nos darán su apoyo. Lo mismo que hicieron los burgueses de la revolución francesa: renunciar a una forma de ejercer el poder (venido de Dios) y sustituirlo por el de los ciudadanos. Así desbancaron a la nobleza de sus poltronas. No lo hubieran podido lograr de otra manera. Ahora sólo se trata de repetir la jugada utilizando la misma palanca: los ciudadanos. ¡Por algo nos llamamos así! ¿No?

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. En Estonia (E-stonia) llevan años trabajando en esta dirección. En el siguiente link se puede ver algo de lo que hoy ya existe en ese país. Si no hacemos nada, pronto oiremos hablar de Estonia con envidia.

http://www.cafebabel.com/spa/article/22134/e-stonia-la-internetmania.html

viernes, 30 de mayo de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (I)


El sistema político de las democracias avanzadas, basado en unas elecciones cada cierto tiempo, tiene su talón de Aquiles en la imposible representatividad de los cargos electos. Un representante debe tener, por definición, hilo directo con el representado. De no ser así no puede haber representación sino suplantación más o menos afortunada. Conviene llamar a las cosas por su nombre si queremos cambiar algo. Aunque se hable de democracias de representación, en realidad estamos en democracias de elección de gobernantes. Así, tras cada elección, todos los ciudadanos van al paro cívico durante varios años, hasta la próxima convocatoria. Todo lo que no sea abordar esta deficiencia fundamental es poner paños calientes al Sistema. Y viceversa: solucionar eficientemente la representatividad implicaría un cambio radical en la manera de hacer política y la desaparición de muchos problemas que son debidos al Sistema y no a la Sociedad misma. Así que más que un nuevo recetario para dirigir, guiar o gobernar a la ciudadanía lo que pretendo es proporcionar a la Sociedad un sistema de representación real que merezca tal nombre. Después los ciudadanos dirán lo que quieren ser y hacer con los recursos que estén dispuestos a aportar. El trabajo de los políticos profesionales será escuchar, orientar y realizar la voluntad ciudadana. ¿Qué otra voluntad deberían realizar si no? ¿Lo han pensado?

Antes de que empiecen a poner inconvenientes –alcanzar la Luna tampoco fue fácil- les invito a imaginar una Sociedad en que la representación real fuera posible, y a pensar seriamente en si ese objetivo es justo, si ustedes lo desean y si les merece la pena luchar por él: conseguir que los políticos trabajen realmente para realizar el sentir de la Sociedad. Un Sistema así exigiría miles de atenciones y respuestas en tiempo real y una sabia mezcla de los intereses individuales y colectivos. ¿Les parece eso una utopía? Pues es lo que existe en la sociedad real: miles de servicios individuales y colectivos en tiempo real. Y miles de servidores por supuesto. Tantos más cuanto más útiles sean. La sociedad moderna real es un producto estructurado en red, y terriblemente complejo, que suma una infinidad de inteligencia que nadie ha coordinado ni financiado desde un único centro de poder y que nadie, ni tan siquiera los grupos más poderosos, pueden comprender en su totalidad. ¡Y que funciona! Ha surgido desde la iniciativa de los propios ciudadanos y la política ha de surgir desde la iniciativa de los propios ciudadanos. No por obligación, sino por interés legítimo. Y sin que esto limite a los políticos su capacidad de proponer y actuar, especialmente donde nadie lo hace. En una Sociedad así los políticos serían muchos más, y tendrían tanto trabajo real y reconocido que dejarían de vivir para crear noticia y salir en los medios de comunicación como tampoco viven para eso ni médicos, ni panaderos ni profesionales en general, salvo los del espectáculo.

Sea lo que sea lo que ustedes piensen inicialmente ante el objetivo que les propongo, quiero atraer su atención sobre el nulo interés que ha tenido siempre el Poder para aumentar su representatividad por cualquier medio. Desde que se realizaron las primeras elecciones en las democracias avanzadas todo sigue igual en este aspecto. Compárese, por ejemplo, este aspecto con la evolución del tiempo de recuento de votos desde entonces o la capacidad de control del Poder sobre el ciudadano, sin que al revés haya habido correspondencia equilibrante. El Poder nunca ha sido tan poderoso, y eso es debido a una herramienta llamada informática. El Poder la aplica implacablemente –por nuestra seguridad dice- en aumentar sus resortes de conocimiento y control sobre el individuo. En una sociedad de representación perfecta, ése poder estaría depositado sobre la masa social, nunca sobre personas o grupos. Los políticos serían ejecutores de la voluntad social y ejercerían el poder de modo prestado y controlado en tiempo real. Ése es otro objetivo que persigo, porque en el fondo de todo subyace la cuestión fundamental: -¿Quién controla el poder? Porque el Poder político, gracias a la informática y a la tecnología, lleva camino de hacerse omnisciente y omnipresente, y la libertad y la intimidad de los individuos peligran cada día más: desde el policía que desde el asiento de su coche teclea tu matrícula en un ordenador y conoce todo tu expediente en un instante, hasta los que pueden entrar en tu ordenador, en tus conversaciones y en tu vida para conocerlo todo sobre ti en muy poco tiempo. Ése poder existe y se desarrolla exponencialmente, y casi no tiene reflejo en la ley, salvo de modo difuso y genérico porque la gente no lo percibe. Está fuera de los sentidos y hábitos naturales.

Antes de la era informática, la masa de la gente (la misma masa que se utiliza como excusa para vender que es imposible su representación directa en tiempo real) la protegía del Poder para bien o para mal, pero desde que existe esta tecnología, el Poder la aplica implacablemente a cerrar esa limitación, construyendo ávidamente el ojo del Gran Hermano. ¿Por qué Hacienda está tan informatizada y no Justicia, por ejemplo? Inventada la espada fue preciso inventar el escudo. Creada un arma ya nunca desaparecerá, por lo que es preciso crear la contramedida. Si la informática permite al Poder (no importa que sea legítimo) controlar a las masas, con mucha mayor facilidad permitirá a la masas controlar al Poder. ¿Dónde está entonces la utopía? Por supuesto que esto es algo que el Poder detesta por instinto. El Poder siempre tiene miedo, y por eso nunca tiene bastante. Sin embargo, esta posibilidad hará mejores a los políticos. No hay más que comparar un político de una democracia con uno de una dictadura: ¿cuál tiene más poder? ¿Cuál más dignidad?

Por supuesto que el camino no es fácil ni corto, pero alguna vez hay que empezar a recorrerlo. Todo lo que transfiera poder desde los políticos hacia los ciudadanos camina en esa dirección. La iniciativa 5x1 o voto económico iba en ese esa dirección. Sólo hay que pensar si el objetivo merece la pena. Porque si es así, todas las dificultades pueden ser vencidas. C’s tiene ante sí un territorio inexplorado que ningún partido establecido le disputará (están demasiado anquilosados en sus prebendas para cambiar). La cuestión es si nosotros también lo estamos o tenemos la audacia de explorarlo. Sólo en lo nuevo encontraremos la suficiente fuerza para cambiar todas esas cosas viejas que decimos querer cambiar. Me refiero a todo lo que en nuestro momento de mayor esplendor nos dio casi noventa mil votos de los que quedan ya tan pocos.

Para ahorrarles trabajo yo mismo me he hecho una lista de dificultades. No es que quiera decirlas todas ni solucionarlas todas en este momento. Ésa, en realidad, es la tarea del Partido. Yo tengo mis propias soluciones como cualquiera, y las iré aportando, pero no sería ni eficaz ni justo cargar a uno solo el trabajo de todos. En realidad sólo hay que avanzar para que cada horizonte alcanzado descubra el siguiente. Un gran problema se soluciona descomponiéndolo en muchos pequeños problemas, que primero se han de identificar. Es como hacer un edificio: ladrillo a ladrillo. Basta con colocar el primero y seguir. Si queremos podemos.

Mi lista de dificultades, por el momento, es la siguiente. La comentaré en próximos días, y admito sugerencias:

-Problemas de tipo técnico. Los que menos me preocupan. La solución no es ni cara ni compleja. Tampoco supondrá la renuncia a ninguno de los medios de comunicación actual.

-Problemas de tipo funcional: No hablo de foros, ni asambleas en línea, ni de perpetuos referendos. Hablo de un sistema dual y bidireccional en tiempo real: individuo ßà [motor] ßà resto sociedad. Un diálogo de dos. El próximo día pondré un ejemplo de lo que pretendo.

-Déficit de acceso y formación de muchos ciudadanos en las nuevas tecnologías.

-Prejuicios instaurados: La Sociedad no puede guiarse a sí misma. (No hay más que ver la telebasura.) No está madura. Se deja llevar por sus instintos, etc.

-Tratamiento de la demagogia y el populismo.

-Defensa de las minorías frente a las mayorías.

-Resistencia del Poder instaurado. (Político, mediático y económico.)

-Imposibilidad de que los políticos realicen su trabajo si les están cambiando las directrices y objetivos a cada momento.

-Manejo del poder: Distribución del poder en red. Tejido y reglas comunes e iguales para cada ámbito y nivel del poder. Creación y disolución de órganos de poder. Competencia leal de los órganos de poder dentro de un marco normativo. Separación de poderes manteniendo la coordinación. (Mucho más allá de Montesquieu.)

En cada una de estas categorías, y de las que puedan aparecer, se presentarán infinidad de problemas, cada vez más pequeños y sencillos, hasta que al final, todo se reduzca a colocar correctamente un ladrillo. Poco a poco el nuevo edificio estará levantado. ¿Lo intentamos?

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

miércoles, 28 de mayo de 2008

DE TODA LA VIDA


En relación con mi artículo anterior “Razón e Ideología” Irene García me envía un texto, titulado como se indica debajo, que merece ser publicado y en entorno más amplio. Podría tomarse como una crítica negativa a una determinada actitud, pero también como una llamada a atreverse a mirar hacia delante, a avanzar y arriesgarse. Yo lo aprecio en este último sentido, e invito a que los lectores lo hagan así, de modo que con el permiso de Irene, le cedo la palabra (y gracias por el trabajo):

DE TODA LA VIDA

De todos los latiguillos, expresiones y frases hechas, hay una que cuando la escucho, me resulta descorazonadora: “de toda la vida”. Soy tal o cual cosa de toda la vida, de este o aquel club de toda la vida. Como si al ser de toda la vida, la persona que lo afirma se arrogase un pedigrí, una solidez o una credibilidad en apariencia irrefutable. Pero, ¡ay!, cómo duele cuando ese pedigrí o solidez o credibilidad tiene que enfrentarse a la prueba del algodón. Cuando se le pide a este individuo que afronte situaciones nuevas, o que contemple nuevas posibilidades. Sube la barrera y se encastilla en su pertenencia a lo que sea de toda la vida, al grito de no pasarán. Ser de toda la vida se ha convertido en un sustitutivo del amén (¡de toda la vida!).

La Historia no tiene compasión con nada que sea de toda la vida, porque nada ni nadie mejor que la Historia sabe que de toda la vida no hay nada. La Historia es fluir, y si fluye no se para y si no se para, nunca, jamás, podrá ser de toda la vida. La Historia ha arrollado sin compasión a todos aquellos que se han atrevido a santificarse a si mismos estampándose el sello “de toda la vida”.

La Historia ha barrido religiones, patrias, lenguas, y pronto barrerá ideologías de toda la vida. La Historia nunca se detiene a mirar atrás. Arrolla y punto. Si una patria no sirve, se desmorona, y surgen otras, si una lengua no sirve, muere, y surgen otras, si una religión ya no nos explica el mundo, tampoco nos sirve y desaparece. ¿Por qué iban a ser diferentes las ideologías? Son al fin y al cabo un producto del intelecto humano, como las patrias, las lenguas o las religiones. Tan lejano todo ello del orden que rige, por ejemplo, en la naturaleza, tan amoral ella. ¡Y tan verdadera! Según y cómo, sólo la naturaleza estaría en posición de poder afirmar que es de toda la vida, ¡y con reservas!, que se las dejo a los astrónomos, geólogos y demás científicos.

Ser de toda la vida es jubilarse de forma anticipada. Es inmovilismo. Es desidia, por ceguera o necedad (que no sé qué es peor). Tibieza y falta de curiosidad. Ser de toda la vida es estar muerto. El futuro es de los valientes y no hay valentía en ser de toda la vida, porque son los valientes quienes se atreven a seguir trabajando y luchando; moviéndose, ansiosos de ir más allá, curiosos. Dispuestos a encontrarse con que, ¡oh!, sorpresa, ¡cul de sac!, y dar media vuelta y volver empezar, explorando otras vías. Y quienes viven así (los valientes), no serán nunca de toda la vida.

Pero ser valiente u osado tiene un alto precio. Empezando por ser diferente. Luego viene la resistencia del entorno a que le cambien los esquemas en los que ya ha aprendido a sobrevivir. Siguen los recelos de quienes rechazan lo que no han inventado ellos, no vayan a descabalgarlos del pedestal en el que se han colocado, y donde se puede leer al pie: “De toda la vida”. Y la arrogancia cobarde de esos mismos, tan conocedores y eruditos de lo de toda la vida, cosa que los valientes, obviamente, no pueden entender. Pero resulta que por alguna ley que desconozco, al final son los valientes quienes se hacen con el futuro y los tibios no van a ninguna aparte. A los valientes, la Historia les perdona la vida y les permite seguir, porque no van a obstaculizarla en su fluir.

Ciudadanos – Partido de la Ciudadanía surgió de un movimiento de gente valiente. No nos corresponde reinventar la sopa de ajo, sino dar un paso más allá en el pensamiento político y hablarle a la sociedad de esa nueva forma de hacer política de la que tanto se nos ha llenado la boca: -Ciudadanismo. Sin refritos ideológicos donde se esconda nada de lo de toda la vida. Si no somos capaces de innovar, la Historia nos barrerá antes que a nuestros adversarios políticos y tendremos que seguir soportando la cobardía, la tibieza, el más de lo mismo, la desidia y la pedantería de los de toda la vida.

Irene García

C’s de Sant Cugat

Endavant Ciutadans!

P.D. Siempre agradezco y tengo en cuenta los comentarios de los lectores, sean críticos o no. Lo que ayude a hacer mejor a C’s será siempre bienvenido.

viernes, 23 de mayo de 2008

RAZÓN E IDEOLOGÍA


Cuando se pretende cambiar un Sistema que viene funcionando desde largo tiempo es seguro que tropezaremos con mucha gente que se resistirá. Siempre ha sido así, y supongo que así debe ser para permitir la evolución en lugar de la revolución. Todo lo que se mueve necesita frenos. Pero… ¿Cómo debatir eficazmente para acercar posiciones? Siempre existirá gente enamorada del Sistema o con una gran resistencia al cambio. Y tampoco faltarán los que estén dispuestos a anteponerlo a las personas. Pero este Partido viene anunciando precisamente lo contrario: -Sólo nos importan las personas. –Y también aspira a regenerar la política. ¡Sólo por eso ya vale la pena estar en él! Sin embargo, una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Los hábitos se resisten como gato panza arriba y frecuentemente ni nos damos cuenta de que nos repetimos en lo mismo que combatimos. Es aquí donde entra la importancia de establecer un modelo de diálogo eficaz para obtener lo que es justo, que sólo puede determinarse a través de un modelo racional.

Y empezando por el principio -establecer la racionalidad como único punto de entendimiento válido- hablaré hoy de problemas inexistentes que nacen de partir de postulados diferentes, es decir de no hablar de lo mismo ni del mismo modo.

Me decía, no hace mucho, un apreciado compañero: -¡Admíteme mi derecho a no estar de acuerdo contigo en ese punto, ni hoy ni nunca!

¿A que parece un derecho irrefutable? Pero veremos que no es así. Esa frase es un sofisma y una forma de pensar que hay que superar si queremos que se argumente racionalmente sobre cualquier asunto en lugar de que se sentencie emocionalmente sobre él. La imposibilidad del encuentro con mi amigo nace de que me habla desde la ideología (me daría igual que fuera desde la religión) y yo hablo desde la razón. Personalmente sólo aspiro a ser un racionalista. No puedo ser definitivamente de izquierdas, ni de derechas, ni liberal, ni de centro aunque mis actos, considerados individualmente, sí lo sean. Ningún corsé mental puede ser definitivo porque siempre, en alguna ocasión, la mejor solución estará fuera de él y hay que saber salirse de uno mismo. La verdad nunca está en un solo sitio, ni toda ella, ni demasiado tiempo. Que se lo pregunten a Newton.

En realidad, al margen del interés, dos personas sólo pueden estar de acuerdo en aquello que ignoran o que sólo conocen parcialmente. El acuerdo sólo se adopta sobre la ignorancia, y en base a la experiencia -o conocimiento incompleto- que se tiene del hecho acordado, porque la verdad obliga y se impone. La gente no puede estar de acuerdo con el teorema de Pitágoras, o con la ley de la gravedad, porque estas cosas son certezas, y sobre lo que se sabe no hay discusión ni acuerdo posible. ¡Lo que se sabe es! Por lo tanto mi amigo puede estar, o no estar de acuerdo hoy conmigo en una propuesta en la que yo tampoco conozco la mejor opción, pero nunca podrá negarme el derecho a seguir pensando y experimentando hasta que convierta el conocimiento imperfecto en certeza. Llegado ese momento no tendrá derecho “a no estar ya de acuerdo”, le guste o no. La coherencia intelectual le obligará a aceptar lo evidente, so pena de caer en el fundamentalismo irracional. Alcanzar la verdad puede ser un largo camino, pero conocida la certeza, no podrá decirse, estrictamente, que está de acuerdo conmigo, ni yo con él, sino que ambos nos habremos encontrado en la verdad. No habrá vencido mi postura sino la verdad. Y ésta es de todos y de nadie. La diferencia es sutil, pero en absoluto baladí, porque significa que todo desacuerdo es siempre temporal si se está dispuesto a hablar desde la razón. Otra cosa es imponer puntos de vista emocionales o simples intereses. Algo absolutamente insatisfactorio para el que aspira a convencer en lugar de vencer.

Aceptar la tesis de mi amigo significaría, en el fondo, aceptar que todo vale intelectualmente. Que cualquier idea vale. Significaría aceptar las religiones y las ideologías como algo inalterable y definitivo, a la par o por encima de la razón misma. Significa el derecho a recurrir a la manida y falaz frase: -¡Esa es tu opinión!- como infalible vía de escape cuando una persona es acorralada racionalmente y pretende quedarse con la suya y con la coherencia intelectual desautorizando gratuitamente a su interlocutor, ya que no puede hacerlo con sus argumentos. Los sentimientos pueden unirnos, separarnos o enfrentarnos, pero la razón siempre nos acaba uniendo porque busca la verdad en lugar del interés. La razón es lo único que tenemos todos los seres humanos en común. La única posibilidad de comprender al otro, y por lo tanto, como decía Locke, el único juez supremo y digno de la última palabra. Ningún racionalista antepondrá los sentimientos a la razón ni descalificará sin conocer. Sí lo hará, sin embargo, cualquier sentimental comprometido con su lucha emocional privada. Si no reina la razón, invariablemente acabará reinando la fuerza. Y del uso de la fuerza imperceptiblemente caeremos en la injusticia porque el poder no da derecho, como decía Rousseau, porque si así fuera, una simple pistola en el pecho -a fin de cuentas un poder- daría derecho a robar a la víctima.

Reconozco que es muy cómodo recurrir a la emoción o al librillo moral que representa cualquier religión o ideología, y todos usamos de esas guías de conducta continuamente a lo largo del día. Forma parte de la necesidad. No podemos pensarlo todo a cada paso porque no haríamos nada, y a fin de cuentas, en las religiones y en las ideologías se acumula mucha experiencia de nuestros ancestros y mucha sabiduría. Hasta el instinto es simple experiencia impresa en los genes. El propio éxito de esas formas de “pensar” institucionalizadas es la mejor prueba de su necesidad vital para los seres humanos. No las discuto a ellas –tarea inútil y digna de Sísifo- sino su validez como regla de discernimiento cuando se enfrentan entre ellas mismas. Es para esa circunstancia para la que reivindico la razón como único juez. De no ser así sólo podremos aspirar a vencer. Jamás a convencer. Es cuando chocan los intereses y las ideas, o puntos de vista, cuando hay que renunciar al librillo, sea el que sea, y poner en marcha la razón. Ella nos hará comprender los motivos del contrario y nos ayudará a aceptar su parte de interés. De lo contrario sólo veremos el nuestro y el acuerdo será imposible. Sólo la razón nos permite renunciar en lo particular, sin mucho dolor, para avanzar en la equidad, la justicia y el bien común. Y lo primero que pide la razón es tiempo. ¡Tiempo para pensar antes de decidir cosas importantes! Sin embargo la emoción exige respuesta inmediata. Tanto ella, como el instinto, son tolerables cuando no hay tiempo. No es el caso de C’s.

Mis propuestas necesitan de debate racional, porque atacarán la base de muchas ideas, ideologías y mitos: el mito de la estulticia de las masas, de la imposibilidad de escucharlas, de la necesidad de un poder central, en lugar de una red de poder. El mito del “gran padre sabio salvapueblos” y tantos otros. Mientras se crea, por ejemplo, que la función política es un servicio y una dignidad especial, (Teopolítica) no podremos avanzar ni un paso. O desacralizamos la política o perderemos el tiempo. Es como si los revolucionarios franceses del XVIII hubieran aceptado discutir la reforma del Sistema sobre la base de que el poder viene de Dios. Tal hipótesis habría hecho imposible la democracia.

La buena voluntad exige escuchar y valorar. Convencer y dejarse convencer. Exige dar tiempo. Claro que esa actitud, cuando se dispone del poder de imponerse, podría parecer una tontería. ¡Una ingenuidad! Es importante señalar que esto es una visión corta. La mejor inteligencia siempre ha recurrido a la razón. Para terminar os citaré un ejemplo de ello (Walter Gratzer. Eurekas y Euforias. 2004, página 320)

Richard Feynman, (impagable autor de ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?, y premio Nóbel) cuenta que en una reunión que marcó el comienzo del Proyecto Manhattan se reunió un elenco de sabios (Compton, Tolman, Oppenheimer y otros), discutiendo sus diferentes puntos de vista, y cedo la palabra a Feynman, entonces muy joven y aprendiz:

-“Para mi fue una conmoción ver que un comité de hombres podía presentar todo un conjunto de ideas, mostrando cada uno una nueva faceta y recordando al mismo tiempo lo que los otros colegas decían, de modo que al final, se tomaba una decisión acerca de qué idea era la mejor –resumiéndolas todas- sin tener que repetirlas tres veces. Éstos eran realmente hombres muy grandes.”

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. En el CG del pasado sábado, 17-05-2008, se perdió otra oportunidad de tenderse la mano y abrir un plazo para que los que quieren un Congreso Extraordinario presenten sus proyectos concretos, se debata sobre todos ellos, se vean los motivos y se decida en consecuencia. Sumar en lugar de restar, en definitiva. Harán mal las dos posturas enfrentadas en menospreciar la fuera del contrario, y gane quien gane, el Partido perderá. En estas situaciones el primero que tiende la mano suele ser el mejor.