lunes, 31 de marzo de 2008

ARBITRARIEDADES

Pretendía continuar con la Teopolítica cuando he aquí que la realidad me pone un ejemplo impagable de ella. Así que mejor aprovecharlo ahora, y ya seguiré después, puesto que el objeto de todo mi esfuerzo es hacer evidente lo injusto y absurdo de la manera actual de hacer política.
El pasado jueves o viernes, no estoy seguro, el Gobierno de Cataluña nos avisó, con cuatro días de antelación, que a partir del lunes, 31 de marzo, no se podrán regar los jardines, a la vez que se amenaza con multas de entre 50 a 3000 euros a los infractores y se invita a los ciudadanos a denunciarlos. Hasta aquí lo hechos y las maneras, pero... ¿Puede un Gobierno ordenar a sus ciudadanos que destruyan su propiedad privada y multarlos si no lo hacen?
Las circunstancias eran previsibles, el Gobierno lo sabía y el ciudadano, como de costumbre, nada podía decir. Los políticos decidieron según sus intereses y ahora debemos pagar sin exigir responsabilidades. ¡Perfecto! Nuestros pequeños jardines, con aquellas plantas, cuidadas con mimo, que tardaron años en crecer deben morir. Pero también las empresas de jardinería, y las que venden flores y todo tipo de plantas se verán perjudicadas, y habrán de cerrar o aguantar como se pueda. Y no digamos la propiedad pública de miles de jardines y millones de plantas, con sus cientos o miles de jardineros, que cuestan tanto dinero al contribuyente y proporcionan solaz y descanso visual en mitad de tanto asfalto. Todo eso también debe morir, y todo lo invertido perdido. Ahora resulta que las plantas son una frivolidad prescindible. Y no hay ningún responsable. ¡Teopolítica en estado puro!
Pero lo más hiriente es la insolencia con que te anuncian la medida. ¡Nada de pedir perdón por el daño! ¡Nada de ofrecer responsabilidades! Es más fácil intentar amedrentar, y al mismo tiempo que te anuncian la mala nueva, te piden que destruyas lo que es tuyo y te amenazan con castigos. A nosotros sí, y no a ellos, que dicen que nos sirven. A ver si con el ruido de la amenaza nos olvidamos de quiénes son los verdaderos culpables. Atrás quedan años de amagos y avisos de sequías sin hacer nada. Declaraciones inquebrantables de un Ebro que nunca se transvasaría en su desembocadura, sostenidas por los mismos que ahora quieren quitarle el agua en la cabecera de uno de sus afluentes. ¿Pero en qué quedamos? ¿Es que pensaron que nunca faltaría realmente el agua y podrían hacer impunemente demagogia de un asunto de primera necesidad? Parece evidente que así fue.
Y no es que yo sea partidario de transvasar los ríos ni en sus fuentes ni en sus desembocaduras. No creo que a los deltas, ni a sus peces, les sienten bien. ¿Y qué culpa tienen ellos de las cosas de los hombres? Mucho, y sin excusa, se podría haber hecho antes. Lo primero arreglar la red de distribución para evitar pérdidas. Después racionalizar todos los sistemas de riego. Sin olvidar que año si, año también, tenemos dañinas avenidas que tiran el agua al mar en grandes y pequeños ríos. ¿No se podrían haber construido pequeños embalses de acumulación en el curso de tanta riera seca que atraviesan ciudades y pueblos a los que inundan con frecuencia? ¿No se podría estar recogiendo el agua de las grandes avenidas, como la de estos mismos momentos en el Ebro? (Más de mil metros cúbicos por segundo este fin de semana.)
Pero es que una cosa es transvasar y otra canalizar las perniciosas avenidas. Todo lo que Cataluña necesita en estos momentos se está tirando por el Ebro sin beneficio para nadie. Y todo eso antes de hablar de desalar agua de mar. Pero es que además, el agua no se gasta. ¡El agua se ensucia! Reciclarla es mucho más barato que desalarla. Y se podría hacer que quien ensucia pague. Y ningún agua sucia debería ensuciar agua limpia. Todo debería ser reciclado. En realidad, la fabricación, la limpieza y el reciclado debería ser un proceso industrial de ciclo cerrado inserto en el proceso económico y su coste incluido en el producto. Pero exigir el coste ecológico de cualquier producto, hacer embalses de acumulación o reparar la red no da portadas y no es popular. Es necesario pero no popular, y el teopolítico se sirve a sí mismo en primer lugar. Sin embargo no tienen vergüenza de pedirte que denuncies a tu vecino, (se supone que bajo anonimato), como en tiempos de la Inquisición. Así luego podrás seguir saludándolo en la escalera. Y si por ejemplo, una familia decide ducharse en lugar de bañarse… ¿No podría regar con esa agua ahorrada su jardín? ¿Pero sí podría gastarla en la bañera? ¡Lo dicho! Cortina de humo para amedrentar, distraer la atención y acallar las quejas. ¡Teopolítica! Y por otra parte el agua de riego de jardines es un porcentaje ridículo del total. Eso no solucionaría el problema, aunque se llevara a rajatabla, pero se presta a la demagogia. ¡La culpa es de sus geranios señora!
Sólo hace unos meses, también en Barcelona, mucha gente se vio sin suministro eléctrico durante varios días. En aquellas circunstancias el Gobierno Autonómico responsabilizó a las compañías eléctricas y se exigieron indemnizaciones. ¿Se imaginan que las compañías hubieran pretendido multar a los ciudadanos por no restringir su consumo para evitar las sobrecargas? Y todo ello tras años de avisos y síntomas inequívocos de que las necesidades crecían sin que se hiciera nada para remediarlo. ¿Por qué con el agua ha de ser distinto? ¿No es un servicio básico como la electricidad? ¿No será porque el Gobierno (que dice que nos sirve) no es, ni quiere ser, ni funcionar, como una empresa real de servicios? En la vida real son los profesionales los que ajustan su agenda a las necesidades de los clientes y no al revés. Y nunca se atreverían a responsabilizarlos de sus imprevisiones, y menos aún, si son consecuencia de anteponer sus intereses. ¡Créanme! No existe ninguna ley natural que obligue a que las cosas sean como son. Todo esto puede ser cambiado.

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!


P.D. El próximo sábado, día 5, el CG nos presentará el nuevo plan de acción de la ejecutiva. Tengo curiosidad por saber si nos preguntarán la opinión que nos merece a las bases o si simplemente nos dirán: -¡Esto es lo que hay señores!

jueves, 27 de marzo de 2008

LA TEOPOLÍTICA (III)

Si el lector ha tenido la paciencia de seguirme hasta aquí creo que convendrá conmigo en que la Función Política en las Democracias Avanzadas, que he definido como Teopolítica, sigue gozando de un estatus especial por el que se le toleran actos y actitudes que no se permitirían a ningún otro profesional. Los políticos funcionan como una casta especial. Como una casta superior, por encima del ciudadano, al cual, sin embargo, dicen servir. Funcionan como una forma transmutada de la antigua nobleza, que como aquellos, sólo son responsables ante la Historia. ¿Es realmente necesario que sea así? ¿No es posible otra manera? ¿Por qué todo el mundo habla de la corrupción política, de su baja estima por esta profesión -cuando no de su desprecio- y sigue repitiendo los mismos esquemas que sabe que no van a cambiar realmente nada? ¿Por tradición? ¿Por pereza? ¿Por interés? Existen muchas otras cuestiones de parecido calado que se ven de muy diferente modo según el punto de vista cultural de cada cual: ¿Por qué tiramos una cabra desde un campanario para divertirnos? ¿Por qué algunas culturas desprecian el 50% de su capacidad intelectual tratando a sus mujeres como a inferiores? Quien piensa siempre según los mismos patrones impide su propia evolución. Hay que mirar lo cotidiano con otros ojos si queremos avanzar.
Desde luego, si hubiéramos esperado a que la nobleza francesa, o cualquier otra, renunciara a sus privilegios y cambiara alguna cosa en favor de los ciudadanos y en detrimento de su estatus, todavía estaríamos convencidos de que el poder que detentaban venía de Dios. (Son, todavía, una inmensidad los que así lo creen.) De igual modo, si esperamos a que los Partidos establecidos en el Sistema (producto viejo) renuncien a sus privilegios, podemos esperar, con mayor probabilidad de éxito, a que se congele el infierno. Por eso Ciutadans, el Partido al que “sólo le importan las personas”, que quería “cambiar la manera de hacer política” y regenerar la democracia despertó mi interés inmediatamente: no era un partido del Sistema y no tenía, ni tiene, ninguna posibilidad de llegar a serlo. Ciutadans (y la UPyD) sólo pueden ser antisistema o marginales. El territorio está copado. Cualquier pequeño avance que propongan (como la ruptura del tabú lingüístico en Cataluña) será rápidamente digerido por el Sistema y neutralizado. Sólo les queda cambiar algo fundamental que por si mismo signifique el fin de un sistema para crear otro en el cual ellos sean los recién llegados, con sus derechos de autor intactos y toda la parafernalia defensiva del sistema antiguo obsoleta: como la pantalla plana frente al televisor clásico, por poner un ejemplo moderno. Da igual el número de millones de monitores o televisores de cañón catódico existentes y su inmenso y poderoso mercado: la sola presencia de una pantalla plana se convirtió inmediatamente en el heraldo de su defunción. Si C’s, u otro partido minoritario, hubiera sabido cómo resolver los problemas reales de la gente, ahora estaría en el Congreso, como una pantalla plana en medio de un mar de monitores de electrones, que mirarían su único escaño, (quizás algunos más), como un anuncio de su final o de su obligada e improbable reconversión. Pero C’s (y todos los demás, UPyD incluida), sólo han sido más de lo mismo: producto viejo, ¡viejo aunque dure mil años más! Todo el contenido de sus programas podría ser digerido por el PP&PSOE sin ninguna dificultad intestinal. Si no lo hacen es porque no lo necesitan. Y tampoco podrían crear un nuevo frente que oponer a los nacionalismos periféricos, (problema secundario frente a las necesidades sociales) porque restarían votos y escaños al PP&PSOE en un ejercicio de suma cero, metiendo sólo más gallos en el mismo corral, para enfrentar a la misma fuerza que pretenden contrarrestar.

Precisamente es aquí –perdónenme la inmodestia, también asumo el riesgo al ridículo- donde yo si que intuyo el camino para solucionar los problemas reales de la gente (¡jo con la frasecita!). Es esa firme convicción la que me hizo militar en C’s, invertir tiempo, dinero e ilusiones. Continuar cuando todo se tuerce y abusar de su paciencia escribiendo en este blog. Pensaba hoy cerrar el tema, pero me he alargado demasiado. Tendrá que ser otro día.

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!

P.D. Se argumenta por las alturas la inconveniencia de que C’s convoque un Congreso en los próximos meses. Es un asunto importante, pero lo que no se hace es preguntar a las bases qué quieren (Teopolítica). Con lo sencillo y barato que sería hacer una consulta en la web. ¡Pero no! Tampoco las consultaron en su momento, (ni en C’s ni en la UPyD), por si querían, o no, ir en coalición a las elecciones. Y me pregunto por las posibles razones para no hacerlo. Sólo se me ocurren dos:
a.- Las bases son tontas.
b.- Las bases pueden decidir lo que no gusta a las cúpulas.
c.- … (Ponga la suya. Ya dije que a mi no se me ocurren más.)

sábado, 22 de marzo de 2008

LA TEOPOLÍTICA (II)


El último día invitaba a meditar sobre tres aspectos significativos de la función política actual (Teopolítica) que son absurdos a poco que se consideren, y que son, a mi juicio, manifiestamente mejorables. Mi intención es despertar la actitud crítica ante lo que ahora consideramos normal, y preparar el camino para lo que en un futuro expondré como posibles soluciones, o para las que otros pudieran aportar. Sigamos ahora con unos cuantos más, respecto de los cuales me permito preguntarles si permitirían esa actitud a cualquier otro profesional cuyos servicios contratasen. Y si no fuera así, ¿por qué motivo se les habría de tolerar a los actuales teopolíticos? ¿No será posible otra manera?

4.- Un político es el único profesional que se entromete en su vida, regulándosela (no importa, en principio, si para bien o para mal) sin que usted, o un conjunto social significativo, se lo hayan pedido. Algo así como si su panadero tuviera derecho a decirle, (e imponerle), que usted come demasiado pan blanco, por ejemplo, y que a partir de ahora va a tener que consumir integral durante seis meses. Los ejemplos son infinitos. ¿No sería lo lógico que usted, la sociedad en definitiva, tuviera la última palabra sobre lo que los políticos deben hacer o no?
5.- Un político es el único profesional que le cobra lo que quiere, por adelantado, sin posibilidad de negociar y sin garantía de ningún tipo. Usted, a quien se supone que sirve, es su mercado prisionero, y utiliza el sistema de seguridad y control que existe con motivo de su defensa, y que usted paga, para entrarle a saco en su cartera sin orden judicial y con los recargos que considere oportunos. Tanto si el error es suyo (nada infrecuente) como si lo es de usted. ¿Aceptaría esa relación contractual con cualquier otro profesional cuyos servicios contrate?
6.- Un político es el único profesional que dice que le representa sin escucharle. Es evidente que no se puede representar a quien no se escucha. Decir que los políticos son nuestros representantes es una falacia dialéctica. Llamemos a las cosas por su nombre. No estamos en una democracia de representación, sino de elección (en condiciones muy limitadas) de gobernantes en lugar de representantes. ¿Cree que no podría ser de otra manera?
7.- Un político es el único profesional que le presenta la información cuando y como quiere. Casi siempre sesgada, en función de su propio interés y no del suyo que lo financia. Es evidente que todos los vendedores intentan hacer lo mismo, pero como usted tiene la última palabra sobre el comprar o no comprar, puede exigirles la información cuándo y como considere, salvo claro está, en el caso de los políticos. ¿No le gustaría definir las condiciones de la información que recibe?
8.- Un político es el único profesional que le obliga a elegirlo entre un círculo muy limitado de posibilidades, y no personalmente, sino detrás de una organización llamada Partido, con la cual se identifica y pone como escudo. Algo así como si para cambiar de médico, tuviera que cambiar de hospital, en lugar de elegir a otro.
9.- Un político es el único profesional que sólo admite un control de su trabajo cada cuatro años. Imagine eso en cualquier otro negocio de su interés y extrapole las consecuencias.
10.- Un político es el único profesional para el que usted es completamente transparente y que para usted es fundamentalmente opaco. Es evidente que la transparencia debe ser bidireccional, mayor del político hacia usted que al revés, y circunscribirse a los asuntos que la Sociedad considere oportunos.
11.- Un político es el único profesional que se permite controlar todo y todas las profesiones y no admite ningún control sobre su función. La política es la única profesión que carece de un marco de derechos y deberes y de un sistema de control específico. Si eso es lo ideal para el mejor ejercicio de una profesión, pues desregularicemos todas las profesiones. Pero si eso es absurdo, ¿cómo es que una profesión de tal trascendencia, que puede llevarnos a la guerra o a la paz, a la ruina o al progreso, está sin regularizar?
12.- Un político es el único profesional que se permite gastar su dinero tal y como le parece sin pedirle su opinión. Como si su pintor entrara en su casa (y en su presupuesto) e hiciera con ellos lo que le viniera en gana; piense usted lo que piense al respecto y sin consultarle su opinión. (Dentro de cuatro años podrá cambiar de pintor, si no le gusta, eligiendo entre tres o cuatro más.)
13.- Un político es el único profesional al que usted, en un acto de ¿masoquismo? inexplicable, salvo por la fuerza de la costumbre desde cuando no le quedaba más remedio, paga para que le mande en lugar de para que le sirva. Esta claro que a una persona inmadura o irresponsable, por ejemplo a un niño, hay que dirigirla y gobernarla (siempre para su bien, aunque honradamente nos equivoquemos), pero es que se supone que la mayor parte del personal llega a convertirse en adulto responsable (si no, la Sociedad no funcionaria) y gobernar a personas responsables es una cosa (probablemente absurda y prescindible) y atender a sus asuntos (los que ellas decidan) y resolver sus conflictos de intereses otra muy distinta. Ningún profesional gobierna a sus clientes salvo los políticos. Aunque su influencia llegará a ser tan grande como su profesionalidad. Una de mis reivindicaciones será sustraer a los políticos (y rescatar para los ciudadanos) el derecho a establecer lo que llegará a ser un asunto público (político) o personal.
Y podría seguir, pero no es mi objetivo decirlo todo, (porque entre otras cosas nadie sabe qué es todo), sino iniciar un camino crítico con una actividad profesional: la función política actual en las Democracias Avanzadas, a la que yo llamo Teopolítica porque desde luego está rodeada de una halo místico que le permite actuar como a ninguna otra profesión se le permite: con auténtico despotismo ¿ilustrado? Como si estuviera por encima del bien y del mal.
¿No es posible hacerlo de otra manera? Yo creo que sí. En cada uno de los puntos que he hecho notar no es difícil imaginar una manera eficiente de transferir poder del político al ciudadano (producto nuevo). En esa dirección irán mis propuestas.
Podría deducirse de todo lo anterior que padezco de auténtica fobia a los políticos. Nada más lejos de la realidad. Necesito a los políticos (buenos políticos) como a cualesquiera otros profesionales (buenos profesionales), aunque pretendo restarles mucho poder y darles mucha responsabilidad. Cuando tal cosa suceda, ningún político del nuevo estilo querrá cambiarse por un teopolítico de los actuales, del mismo modo que ningún teopolítico actual se cambiaría por un cortesano de Luís XIV a pesar de que el poder de éste, y de sus lacayos, era infinitamente superior y su responsabilidad simplemente nula. Es una cuestión de dignidad. El orgullo de todo profesional es la satisfacción de sus clientes, que volverán reclamados por esa exclusiva y digna razón. Para mí, ése será el camino para dignificar la política al mismo tiempo que podrán atenderse realmente -esta vez sí- los auténticos problemas de los ciudadanos.
Y por supuesto que sí. Si todo eso se cambia, el sistema actual de hacer política cambiará, y visto al revés: desde el sistema actual de hacer política, cambiar todo eso es imposible. Todas las dificultades que se me han planteado provienen del error inicial de que han sido pensadas desde el sistema actual. Pero innovar es pensar de otra manera.
Si usted paga… ¿No es lógico que usted mande?
Mi trabajo es explicarme. Continuaré.

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!


P.D. Agradezco los comentarios de mis lectores. De alguna manera procuraré darles respuesta directa o indirecta en futuros escritos. Escribir en abierto sobre determinadas ideas aumenta la posibilidad de que encuentren eco. Cambiar la manera de hacer política (mi único interés como ciudadano) no es trabajo sólo de C’s, sino de toda la Sociedad en su conjunto. De otra manera no será posible.

viernes, 21 de marzo de 2008

LA TRIUNFADORA DE LAS ÚLTIMAS ELECCIONES


No quisiera desorientarles, no me refiero a ninguna de nuestras ilustres próceres, cuyos resultados han sido –siendo elegante– modestos. No, la verdadera triunfadora de las elecciones del 9-M ha sido LA MENTIRA. El escrutinio puso broche a una legislatura que empezó tratando de sustituir una impostura con otra impostura y ha proseguido de la misma guisa de principio a fin.

En nuestra infancia aprendimos que la sinceridad y la honestidad eran virtudes que estaban por encima de cualesquiera diferencias de opinión, incluidas las religiosas, y que debían adornar inexcusablemente a toda persona de bien. Oímos repetir aforismos edificantes: “La mentira nunca vive hasta llegar a vieja” (Sófocles), o encomiables proverbios, como el hebreo: “Con una mentira puede llegarse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”. Aprendimos, en definitiva, a despreciar al mentiroso y a creer que –además del deshonor personal– la mentira traía consigo escasas esperanzas de éxito. Pero todos esos esfuerzos educativos fueron en balde (¿cuáles no lo son?), porque las sucesivas contiendas electorales han ido implantando un doble rasero que desgaja el territorio de lo político de la moral común. Es en esa isla en donde protagonistas y espectadores hemos acabado asumiendo que mentir es LA forma normal de hacer política.

Aunque la mentira está asociada desde siempre a la ambición y a la vida pública, es probable que el origen inmediato de nuestra actual coyuntura se encuentre en aquellas conocidas palabras de Felipe González: “Al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios, a la ética de las responsabilidades”. La única interpretación razonable de este misterioso enunciado –concediéndole el beneficio de suponer que no se trata de mero cinismo– provendría de una hipótesis teórica de la ética posmoderna. De acuerdo con ella, habría llegado el momento de abandonar el modelo ético kantiano basado en la “buena voluntad” individual (en moral, lo importante son las intenciones, no las consecuencias) y sustituirlo por otro en el que el querer individual fuera trascendido y donde lo verdaderamente importante fuera que “lo bueno aconteciera” (Karl Otto Apel). Una ética “de los resultados”, en definitiva. ¿Una refinada versión del ritornelo maquiavélico ‘el fin justifica los medios’?

Legislatura tras legislatura, la lucha partidista se ha ido haciendo más descarnada conforme el sistema de identificación de los partidos ha ido perdiendo pie en los “principios” hasta dejarlos completamente diluidos. Las diferencias ideológicas como motivo para estimular al votante se han visto progresivamente sustituidas por el simple ataque al contrario, por el pragmatismo descarado del poder. En este escenario, mentir se ha convertido en algo usual y acusar al contrario de mentiroso en algo banal –por sabido–, que no merece ni un pestañeo como reacción. ¿Cuáles fueron las palabras más repetidas en los llamados “debates” con los que se trufó la pasada campaña?

Este proceso degenerativo de la vida política española ha ido acompañado de una penetración cada vez más profunda de los partidos en las instituciones civiles y políticas al mismo ritmo al que se acrecentaba la polarización de la sociedad y de su espejo mediático. Al politizarse las instituciones, la única arma en la cual pudiera haber encontrado amparo el ciudadano frente a la mentira, la división de poderes (incluido el Cuarto), queda en estado de suspensión, paralizada por el mismo sectarismo que padece la sociedad en su conjunto.

El viejo Kant defendía la pública difusión de las opiniones (el “uso público de la razón”) como garantía de la “ilustración” de las personas y salvaguarda de su libertad. Los medios de comunicación, vehículo del uso público de la razón, servirían como instrumento para la denuncia crítica del poder que impediría sus abusos. Pero, en las condiciones actuales, siendo así que la supervivencia económica de los medios (o, simplemente, sus oportunidades de negocio) depende en gran medida del reparto de prebendas por las instituciones, la “crítica” del poder se ha visto definitivamente suplantada por la mentira utilizada para desalojar del gobierno al partido que entorpece la materialización de los intereses de cada grupo de presión o, alternativamente, para impedir su acceso al mismo, caso de encontrarse en la oposición.

Una Justicia paralizada por la sectarización política y unos medios de comunicación politizados en su totalidad explican que hayamos llegado al extremo de percibir y aceptar la vida pública como un mercadeo en el que todos son “Pinochos” de largas narices y donde no se divisa en lontananza ningún “Pepito Grillo”. Aviados estamos.

Antonio Roig

martes, 18 de marzo de 2008

LA TEOPOLÍTICA (I)

El proyecto C’s, que podríamos resumir como regeneración democrática y atención al ciudadano, por su propia ambigüedad ha atraído gente desde todas las posiciones del arco ideológico, cada cual con sus motivos. El problema es cómo llevarlo a buen puerto. Se han propuesto muchas cosas, que en mi opinión, repiten el modelo establecido: los grupos directores inventan soluciones que intentan aplicar al conjunto social sobre el que influyen, ¡y a ver que pasa! Todo eso para mí son maneras y producto viejo, y nunca podremos competir con los partidos establecidos que ya lo venden, salvo que descubramos algún hueco olvidado en el cual ocupar una posición siempre secundaria en el Sistema, que es, a mí juicio, el verdadero problema y lo que hay que cambiar. Toda mi actividad política - básicamente mi Agrupación - se ha centrado en promocionar una serie de medidas cuyo objetivo final es transferir poder desde los políticos hacia los ciudadanos para que éstos sean los protagonistas fundamentales de la Sociedad que conforman, y dispongan de instrumentos para orientar la actividad de los políticos sobre los problemas que consideren prioritarios, -cosa que hoy no sucede-, posibilidad, por otra parte, que la mayoría de los políticos parecen detestar en cuanto pisan moqueta.
He podido constatar que la mayor dificultad con la que he tropezado es el hábito de pensar según los trillados caminos habituales, junto con la dificultad de innovar. Se dice que se va a hacer de otra manera, pero se acaba actuando como siempre. Es por ello que antes de iniciar la presentación, en este nuevo entorno, de las que yo considero, (sin pretensiones personales), propuestas innovadoras, he de aprovechar mi experiencia y comenzar destacando las absurdas incongruencias de la actual manera de hacer política, a la que yo llamo Teopolítica, porque desde luego, la función política actual es más que una profesión. (Algo así como que el Barcelona es más que un club.)
Con toda probabilidad, los vasallos de todo tipo de monarquías absolutas y de teocracias, estaban firmemente convencidos de que el poder de sus amos “venía de Dios”, y que las cosas no podían hacerse de otra manera. Eso pasó durante miles de años y sigue pasando en una parte significativa del Planeta. A los ciudadanos de las democracias occidentales, tal concepción ahora ya nos parece absurda, pero la traigo a colación porque me da pie a la pregunta de si no habrá un buen número de actitudes en nuestro sistema actual que sean absurdas, aunque no las percibimos por la fuerza de la costumbre que nos lleva a caer en el mismo pecado. Trataré de hacerlas evidentes poco a poco, por si fuera posible cambiarlas de una manera más conveniente para el ciudadano y sin mucho coste. Les invito a pensar sobre los siguientes aspectos:
1.- Un político es el único profesional que se cree legitimado para hacer lo que crea oportuno por el simple hecho de ser elegido. No creo que ninguno de ustedes conceda ese derecho a un médico, por ejemplo, por el simple hecho de elegirlo. Elegirlo sólo le da derecho a aconsejarlo e intervenirlo, después de oírlo, pero usted conservará todo su derecho a decidir y exigir responsabilidades. ¿Por qué no con el político?
2.- Un político es el único profesional que la única responsabilidad que admite, (y con dificultad), por las consecuencias negativas de sus decisiones es la dimisión. Y aun así, no existen órganos específicos capaces de imponérsela. (Él sólo responde ante el lejano pueblo.) Algo así como si un ingeniero, al que por un error se le cayera un puente, pudiera dimitir como toda consecuencia e irse de rositas. ¿Le parece lógico en un caso sí y no en el otro?
3.- Un político es el único profesional que pueda ejercer sin ninguna cualificación. La defensa de este absurdo sólo se sostiene porque no es responsable. Se arguye que todo el mundo tiene derecho a ser elegido, y yo digo que también todo el mundo tiene derecho a ser médico, pero que eso no le exime de cualificarse, aunque si se exigieran responsabilidades, no haría falta exigir cualificación. Nadie se atrevería a ejercer de aquello para lo que no está preparado si sabe que deberá pagar por sus errores.
Y queda mucho más, pero seguiré en próximo día, porque no me gustaría abusar de su paciencia, ni perder en intensidad lo que se gane en cantidad.

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!


P.D. Creo necesario implicar e ilusionar a las bases convocando un Congreso Extraordinario donde se propongan proyectos de futuro y equipos de trabajo (ni hablar de estatutos o ideario), y donde se renueven confianzas o se exijan responsabilidades. Y cuanto antes mejor. Sólo la Asamblea tiene la autoridad moral para cerrar esta fase y aunar energías y esfuerzos. El Congreso Extraordinario podría convocarse para septiembre-octubre, para dar tiempo a que se conozcan y discutan los proyectos en las Agrupaciones durante al menos dos meses. Podrían organizarse conferencias donde los responsables de equipo explicaran sus proyectos. Esto daría cauce a las energías constructivas de las bases. Y creo también, dicho sea de paso y en otra dirección, que hablar en estos momentos de UPyD y C's es prematuro y derrotista. Primero hay que reparar el aparellaje de nuestro desarbolado barquito hasta que vuelva a navegar ligero, insolente y peligroso.

viernes, 14 de marzo de 2008

TRAS LAS ELECCIONES (II)

En mi escrito anterior hacía una lista de todas las posibles excusas del fracaso de C’s el pasado nueve de marzo, precisamente para evitar el fácil recurso a ellas (excusas de mal pagador). Nada que se sepa antes de abordar un proyecto puede ser excusa, (a menos que no seamos libres de abordarlo, lo cual no era el caso), porque lo que se sabe, se debe prever, y si no se hace así, es simple incompetencia y por lo tanto, en el mundo real, significa responsabilidad. Aceptamos libremente el reto y fracasamos en nuestro objetivo de obtener al menos un diputado. Dije que no tenemos otra excusa que la realidad: no hemos podido, ni sabido. Es hora de averiguar el por qué, para no repetir errores y sobre todo porque dicen que más se aprende de una derrota que de cien victorias. Lo siguiente era una introducción a las propuestas que propuse a mi Agrupación y que ésta envió a las diversas comisiones con un apoyo de más del 90% de los afiliados, no se puede alegar ignorancia:

Es sabido que quien quiere introducirse en un mercado lo ha de hacer, o bien con un producto clásico envuelto en un envase nuevo, y apoyado por una fuerte inversión mediática, o con un producto nuevo que venga a cubrir una necesidad insatisfecha.

A C’s, sólo le queda tener ideas y romper el juego establecido, cuyas reglas, sin abandonar el marco democrático, no puede aceptar a menos que se resigne a ejercer un mero papel de comparsa, y ni aun eso se le garantizaría. C’s está obligado a ser rompedor y original en sus propuestas políticas, porque de otra manera, ni siquiera está justificado el esfuerzo que supone su existencia. Para más de lo mismo no hacemos falta.

Si repaso los fundamentos del éxito autonómico del 2006, creo que se apoya en dos pilares: el primero es que C’s rompió las reglas no escritas del sistema haciendo pedazos el tabú de no hablar de la discriminación de los castellanoparlantes. (Ése fue el producto nuevo que cubría una necesidad real.) El segundo pilar es que Rivera rompió el muro de silencio mediático con su desnudo. Otra acción antisistema. ¡Pura renovación en un charco podrido! Además, la ilusión de los militantes estaba intacta.

El desgaste de la militancia es tan innegable como las numerosas bajas habidas (¿cuántos somos realmente y cuántos se han ido?) y la escisión del 2º Congreso. C’s debería haber sido un incendio y sin embargo ahora -ojalá me equivoque- probablemente sea sólo unas brasas que espero que podamos reavivar. Hay muchísimos motivos que hicieron posible el enorme capital de ilusión política desperdiciada. Sólo el último ejemplo: unas 700 propuestas programáticas llegaron a las comisiones, desde los afiliados, que fueron tramitadas prácticamente sin leerlas y resueltas con un turno a favor, otro en contra y una votación en que muchos consejeros no sabían lo que decidían. Un programa elaborado por unas pocas cabezas, que podía estar muy bien, pero que el PSOE podría defender sin ningún complejo (producto viejo por tanto), entró por la puerta de atrás según las más viejas tradiciones de la política española y mundial: los amigos primero. ¿Qué no se podía atender tanta oferta? Mentira y simple incompetencia: lo que no se podía es controlar tanta oferta. La solución es muy fácil: de las voluntariosas comisiones de las Agrupaciones, que habían invertido voluntariamente miles de horas de trabajo que se han tirado por la borda, hubieran podido obtener otro nivel de comisiones que hubieran cribado las setecientas propuestas (nunca las propias para garantizar imparcialidad) y así sucesivamente en dos niveles más hasta entregar la síntesis de lo mejor para que cualquiera que redacte bien lo conforme en un estilo adecuado que no cambie la esencia del significado. Eso es otra manera de hacer política. Lo que se ha hecho es más de lo mismo: el grupo rector que dice a la gente lo que ha de defender, lo que ha de pensar, y si puede, lo que ha de sentir y para eso no hacía falta un partido nuevo. El principal error de los responsables de C’s, desde que este partido existe, es que se han comportado miméticamente como los demás partidos: primero el control del poder, luego el control de la información, finalmente el control de la voz y la palabra. Y lo que C’s prometía era resolver los problemas reales de la gente, cosa que no se puede hacer sin arbitrar, en primer lugar, los medios para conocer los problemas reales de la gente. Eso significa trabajar en la dirección contraria a la que se ha trabajado. Nuestros dirigentes, igual que los de todos los demás partidos, tienen su maravillosa bola de cristal y ya saben cuáles son nuestros problemas y nuestras prioridades: por ejemplo que ellos nos hagan el programa porque nosotros (se entiende) no sabemos lo que queremos. A eso le llamo yo Teopolítica, y volveré sobre este concepto, porque es preciso acabar con la manera actual de hacer política. Nuestros dirigentes, de cuyas intenciones e inteligencia no dudo, dicen que lo quieren hacer, pero es evidente que no saben cómo porque han fracasado, y han repetido lo que ya otros partidos hacían. (Empezando por insultar en un video a la competencia, renunciando así a la elegancia y las buenas maneras. ¿Qué profesional descalifica a sus colegas en el mundo real?) Y voy a poner un solo ejemplo de nuestro programa, (para no alargarme), que lo clasifica indefectiblemente como producto viejo (y que no podemos vender sin muchísimo dinero): le decimos a la sociedad qué va a tener que hacer con el aborto si nosotros mandamos algún día. Y así muchas otras cosas. El producto nuevo hubiera sido que nosotros le fuéramos a preguntar a la Sociedad qué quiere que hagamos con el aborto cuando lleguemos al poder. Eso se llama servir a la Sociedad. Ése es el producto nuevo a vender: ¡Servicio real! Todos los partidos le dicen a la Sociedad qué van a hacer con ella. Yo quiero un partido que me pregunte qué quiero hacer con la Sociedad. Así cuando me pliegue a ella, sabré que lo estoy haciendo a la voluntad de la mayoría, no a la del sabio de turno que me impone su obsesión porque controla el poder. Alguno, dentro del partido, se ha dado el gusto de conformarnos según su opinión y vanidad particular en ése y otros asuntos, como a Carod Rovira le gustaría conformarnos según su obsesión particular (no hay mucha diferencia entre uno y otro, sólo cualitativa, no cuantitativa), pero esa estupidez no ha atraído ni un voto de sus correligionarios y sí que ha provocado la huída de muchos de los que piensan de otra manera. Es un gravísimo error (y una antigualla) intentar definir a la Sociedad, tan polifacética ella, dentro de un marco de valores. Es el mismo error de todos los nacionalistas, e insisto en que no ataco personas sino sus ideas, pero las cosas esenciales las debe decidir la Sociedad, no sus servidores.

Concluyendo: ¿Por qué hemos fracasado? Porque hemos despreciado el esfuerzo de las bases. Porque no hemos vendido un producto nuevo. (No digo malo.) Porque no hemos roto el silencio mediático. (Lo que hubiera sido posible con el producto nuevo.).

Todo esto la Ejecutiva lo sabía oportunamente (lo que ni le añade ni le quita responsabilidad), pero no creo que sea ético que nadie pida su dimisión sin proponer una alternativa y someterla a las bases. Lo que si que es éticamente inexcusable es que la Ejecutiva ponga sus cargos a disposición del Consejo General y de las bases. Por ahí debe empezar la regeneración de este partido. Si no es así es que se sigue sin entender nada. En la vida real (no en la Teopolítica) fracaso significa dimisión y asunción de responsabilidades.

Alguno podría alegar que no es posible conocer la voluntad de los ciudadanos. ¡Por favor! ¿Qué no sabéis lo que es la informática?

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!

miércoles, 12 de marzo de 2008

TRAS LAS ELECCIONES (I)


En C’s de Sant Cugat sabíamos que era difícil. Sabíamos que sólo contábamos con la financiación y el tiempo personal que los afiliados estuvieran dispuestos a aportar desinteresadamente para hacer llegar al resto de la Sociedad nuestro mensaje. Sabíamos del silencio de los medios, alineados con la parte del Sistema que los riega con el dinero común, silencio que rápidamente se convierte en ruido si la ocasión se presta a la noticia negativa, medio verdad medio mentira, siempre interesada. Sabíamos del famoso “voto útil”, de la bipolarización, de la hostilidad garantizada de los partidos establecidos, reacios a cualquier competencia, y de la sistemática agresión sobre nuestro limitado despliegue publicitario. También sabíamos del descrédito en que ha caído la función política, que salpica a cualquier nueva formación desde su nacimiento: -¡Otros que quieren chupar del bote! ¿Cómo si no tuviéramos bastante con lo que hay!

Sabíamos de todo eso y a pesar de ello aceptamos el reto, nos presentamos y hemos perdido. No podemos alegarlo como disculpa. No tenemos otra excusa que la realidad: no hemos podido, ni sabido, (en otro momento el análisis), romper el muro y encontrar el eco necesario en la Sociedad para conseguir avanzar a un nuevo plano de influencia que nos permitiera realizar el proyecto que nos motiva, que es diferente y que consideramos necesario. Para comprender su necesidad, por ejemplo, no tendríamos más que ver cómo está Cataluña después de 30 años de nacionalismo, que no ha conseguido más que dividir a los ciudadanos en propios e impropios; donde 30 años de “defensa” de la lengua sólo ha conseguido su avance ficticio en el sector público, siempre a riesgo de desaparecer en cuanto cese la presión y la subvención, cuando ya podríamos tener tres generaciones de niños con dos lenguas emocionales. (Porque los niños aceptan en su corazón, como si siempre todo hubiese sido así, todo los que sus padres les presentan con amor.) 30 años de rencillas, imposiciones y vanidades -porque en el fondo todos los nacionalismos (sin exclusión) son un problema de vanidad- que nos han desviado del verdadero objetivo de toda sociedad avanzada: el bienestar y la libertad de sus ciudadanos. ¡Los ciudadanos!, esas personas que lo sostienen todo, y a las que deberíamos dejar hablar, en lugar de interpretar (porque no se representa a quien no se escucha), y mucho menos inventar según nuestras propias obsesiones. 30 años de “amor” nacionalista a Cataluña, de secuestro de su variada identidad para uniformizarla, que sólo la han empobrecido y vuelto antipática, donde antes era admirada. Y es que se diga lo que se diga, hay amores que matan.

Sí, decididamente la Cataluña identitaria y la España quisquillosa que le da juego necesitan a C’s. La cuestión es si C’s tendrá fuerza para sobrevivir a este fracaso y a sus propias limitaciones. Está claro que los que estaban esperando el desastre con las manos en los bolsillos no han ayudado mucho al éxito. Proliferan ahora las críticas destructivas de aquellos que no se mueven, o se van, si no se hace la suya. En el fondo puede que sean como los que critican. Pero con razón o sin ella, esas críticas son eso: destructivas. Habría que preguntarles si prefieren su opinión al proyecto que hizo nacer C’s. A fin de cuentas, éste es mucho más importante que sus líderes. Como dicen sus estatutos, no pueden estar más de 8 años en el cargo. O sea que sólo se trataba de tener paciencia y seguir aportando lo que cada cual cree, con razón o sin ella, que es lo mejor. No se trata de cortar cabezas –las necesitamos todas- sino de entrar en ellas. Yo estoy en eso.

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!

miércoles, 5 de marzo de 2008

OTRA FORMA DE HACER POLÍTICA


Lo que realmente atrajo mi atención -entre la cháchara habitual de políticos e intelectuales- cuando apareció la Asociación Ciutadans de Catalunya con su primer manifiesto fue su intención de crear un Partido Político que prometía hacer las cosas de una nueva manera, centrada en los ciudadanos. La intención ya merecía el esfuerzo de implicarme, pues muchas veces había pensado que el verdadero problema de todas las políticas de todos los tiempos había sido siempre el haber servido, en mayor o menor grado, a intereses partidarios bajo la confusa invocación de ideas “elevadas” como Dios, Patria o Pueblo, ante las cuales la persona y sus derechos debían claudicar.
Dios, Patria y Pueblo son conceptos sentimentales. Es sabido que los sentimientos enfrentan a las personas. A veces de modo violento. En ese mar de emociones sólo nos queda la razón como brújula fiable. La razón es lo único que tenemos todos los seres humanos en común. La única posibilidad de comprender al otro, y por lo tanto, como decía Locke, el único juez supremo y digno de la última palabra. Ningún racionalista antepondrá los sentimientos a la razón ni descalificará sin conocer. Sí lo hará, sin embargo, cualquier sentimental comprometido con su lucha emocional privada. Entre un talibán, un patriota, o un demócrata emocional, dispuestos a anteponer emoción a razón, sólo existe una diferencia cuantitativa, no cualitativa.
Yo aspiro a ser racional en primer lugar, lo cual no implica renunciar a los sentimientos porque ya conozco que la razón, más que anularlos, los realiza oportunamente y los sublima. Me gustaría destacar la diferencia esencial existente entre ciudadano e idea, entre persona y sentimiento. En contra de un concepto muy común, las personas no son lo que piensan. Pueden pensar cualquier cosa; pueden cambiar lo que piensan y seguirán siendo personas. Tampoco las personas son lo que sienten; pueden cambiar sus sentimientos por otros, ampliarlos o eliminarlos, y seguirán siendo personas. Es evidente que no se puede ser persona sin ideas ni sentimientos, pero ni las unas, ni los otros, son únicos, excluyentes, ni necesariamente definitivos. El proceso de cambio puede ser doloroso, pero si creemos que cuando atacamos ideas o sentimientos, estamos atacando a las personas, o a la inversa: si se cree que cuando ponen en entredicho nuestras ideas o sentimientos es que se nos está atacando, se está cayendo en un grave error de enfoque que con frecuencia hace imposible la comprensión mutua y el acuerdo. Se está chocando con un muro de irracionalidad, porque cualquier idea puede estar equivocada y cualquier sentimiento puede ser o devenir malsano. Por eso, aunque en su momento pueda atacar ideas o sentimientos, declaro explícitamente que jamás atacaré personas. Las personas son el objetivo de mi esfuerzo, como también lo declara C’s. El debate racional, o te salva de tu error, o te afirma en tu certeza. Siempre se gana si no media vanidad o un exceso de amor propio.
Me gustaría encuadrarme en el núcleo de la corriente más racional que pueda generar este Partido, porque soy de los convencidos de que hay muchos tópicos que derribar –y muy queridos también entre la izquierda tradicional- hasta que veamos el absurdo de la manera actual de desarrollar la Función Política en las llamadas “Democracias Avanzadas” y podamos así cambiarla: la Función Política, la única profesión que carece de un marco de derechos, deberes, responsabilidades y de un sistema de control específico. Y eso pasa en la que se supone que es la función más importante, ya que a todos nos afecta y muy directamente. Si tal situación es tan conveniente, podríamos ir pensando, por el bien de todos, en situar a las demás profesiones en igualdad de condiciones y desregularizarlo todo. ¿No?
Pero si la respuesta es un no rotundo, resulta evidente que algo falla. Resaltar esos errores y contradicciones será el objetivo de mi trabajo, y espero que el de todos los que me quieran ayudar en el proyecto de centrar la política en las personas y sus derechos. En el objetivo copernicano de poner a las personas por delante de ideologías, patrias y religiones. A fin de cuentas, todo eso no es nada sin las personas, aunque sospecho que éstas pueden vivir muy anchas sin ellas. O con ellas, en la medida que libremente las quieran aceptar.
Pero eso será otro día.

Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!