jueves, 18 de junio de 2009

Europeas 2009. El fracaso de C’s.

A estas alturas he recibido ya los análisis del innegable fracaso de Ciudadanos en las elecciones europeas del pasado domingo 7 de junio. (Ni siquiera 7000 votos en Cataluña.) Análisis que nos han llegado a los afiliados desde los responsables del partido: en concreto una carta de nuestro candidato número dos (J.M. Villegas), en la que asume sus responsabilidades (con la lógica pero desacostumbrada dimisión, acto que se agradece en sí, por lo que significa de higiene democrática), otra de nuestro presidente (A. Rivera), sin más consecuencias que las protocolarias y una última, de objetivo no muy claro, como no sea saludar, del candidato número uno (M. Durán, de Libertas), en plan de gracias y adiós. En todas ellas se dicen cosas ciertas, casi todas sabidas antes de entrar en liza (en resumen el boicot mediático), por lo que no son excusa ya que deberían haberse considerado, y una sorpresa (hasta cierto punto), como son las consecuencias del abandono de C’s de dos de sus tres diputados que efectivamente, han hecho mucho daño a la imagen del partido pero que podrían haberse solucionado si algo se les hubiera consultado antes de crear el problema de Libertas. Aunque ignoro si en realidad se hizo.

Decir cosas verdaderas no es suficiente si no se dicen todas. Los análisis aportados, a parte de muy elementales, me parecen superficiales, y no abordan los principales errores de una táctica de avestruz que ha venido haciendo mucho daño a C’s hasta reducirlo a lo que ahora es: ¡un reducto!

Los problemas que se deberían abordar en este momento de crisis son los de encontrar las causas últimas por las que somos silenciados mediáticamente (sólo rompimos el cerco con el cartel de Rivera en las primeras elecciones) o por los que se ha llegado a la situación de que dos de los tres diputados hayan decidido abandonar el partido.

La respuesta a la primera pregunta es evidente: no hemos roto el cerco de la prensa del sistema porque no hemos generado noticias que les fuercen a quebrar su silencio por su intrínseco interés social. El discurso de la lengua, el único tabú que C’s ha roto, ya ha demostrado su debilidad desde hace muchos años. Y nuestro trabajo (y el de tantos sacrificados compañeros que han luchado desde hace años en diversas organizaciones), se ha ido por la alcantarilla, porque al mostrarles nuestra debilidad, hemos enconado sus esfuerzos, como demuestra que cada vez se escondan menos y nos atornillan más (ahora con la LEC, por ejemplo). Cuando no nos conocían nos temían más.

La segunda vertiente en la que C’s iba a imprimir su sello era la de la regeneración política. Ésta en concreto era la que a mí me motivó a entrar en el partido, porque en realidad, si se regeneraba la política de manera que ésta fuera más representativa del pensamiento social, se solucionaría entre otros problemas, tan importantes o más, también el de la lengua.

Que la clase política dominante no es representativa del sentir social ya nadie lo discute. Aquí en Cataluña, el nacionalismo ha quedado con las posaderas al aire cuando proclamaba que el 90% del Parlament clamaba por un nuevo Estatuto que luego ha refrendado un escueto 36.5% del electorado con una abstención de más del 50.59%. Como todos sospechábamos, el nacionalismo, con su dinero y su prensa, tiene secuestrada la conciencia social (o hastiada). Eso ha hecho patente su debilidad y le ha bajado mucho los humos y las pretensiones. De hecho está en crisis, lo sepa o no. Ellos, tan calentitos en sus cómodas poltronas, se han olvidado de que la gente tiene problemas mucho más graves y reales. Mucho más prosaicos y materiales que la construcción de una patria. Posiblemente un hecho que también han olvidado nuestros dignos intelectuales, de igualmente cómoda vida, que no aciertan a entender por qué tanto ciudadano –la mayoría de la masa social- al que le vienen pisando sus derechos lingüísticos, no salta como un gato bajo el impulso de su dignidad vejada. Y es que para muchos la dignidad puede ser un lujo.

Sea cual sea la situación, lo cierto es que C’s no ha aportado nada a la regeneración política. Más bien ha sido ejemplo de lo contrario. Y sencillamente no hemos merecido un titular, salvo los de rechifla, que amablemente nos prestaba la prensa nacionalista a la menor ocasión, que por otra parte no escatimábamos. Y sí que es cierto que a los partidos del stablishment los sacan hasta cuando comen caracoles, pero es que eso ya lo sabíamos. Sabíamos que la política que íbamos a regenerar funciona así, y eso era lo que teníamos que combatir entre otras cosas. Pero no nos extrañemos. Lo mismo han hecho con los medios del partido los que los tienen a su disposición. Hemos sido más de lo mismo pero sin medios económicos. Así que los que han creído que vender un partido es una operación de marketing, como vender coca cola, deberían seguir el ejemplo de Villegas y dimitir sin más dilación. Ya dije hace mucho tiempo que para vender, o se pone en el mercado (siempre dominado por los antecesores) un producto nuevo que resuelve una necesidad real, y que se venderá solo hundiendo todo lo viejo que se le oponga, o se vende un producto viejo con nuevo envase y una carísima campaña publicitaria. Ya dije entonces que la única posibilidad de C’s era apostar por la primera opción. No hemos sabido y es nuestra culpa, no de la prensa. ¿Hay responsables?

La segunda excusa es la pésima imagen que el abandono de dos diputados ha causado al partido. De hecho es verdad que esa acción ha acabado de hacer jirones un traje ya muy sucio y ajado. Pero echarle la culpa a los dos diputados en cuestión, es a fuer de simplista, falso. La culpa real viene de un estilo tan viejo como es la lucha por el poder. O sea como el hombre. Y para mí, forma parte de lo que C’s habría tenido que regenerar y no lo ha hecho. Y de nuevo los que han dirigido este partido son culpables, ya que a las bases nada nos han consultado ni dejado decidir.

El problema viene desde el principio. Cuando los tres diputados están en el Comité Ejecutivo (CE) y tienen sus primeras disputas (curiosamente tres diputados: tres posiciones). Quizás a las bases nos hubiera gustado conocerlas y determinarnos. Ello hubiera resuelto el problema a la vez que mantenido a salvo sus dignidades o sus vanidades. Ellos sabrán. ¡Pero no! Disputaron a nuestras espaldas hasta la ruptura traumática del 2º Congreso. Simplificando, tuvimos que escoger entre tres personas (las necesitamos a todas), en lugar de entre tres posiciones. Podría citar otros ejemplos en los que la divergencias entre nuestros “representantes” merecían ser resueltas con una consulta a las bases en la web, pero me limitaré a los que son clave.

Un momento clave es cuando llega el primer encuentro entre Rosa Díez y la ejecutiva, antes del nacimiento de la UPyD. No hay acuerdo. De nuevo, quizás las bases hubieran querido saber qué lo hizo imposible, pero no es difícil pensar que el personalismo destruyó la oportunidad. Era un clamor que teníamos que ser un solo partido para no dividir nuestras débiles fuerzas. A ese objetivo se habría de haber rendido cualquier interés personal, pero para eso hace falta grandeza de alma y no se tuvo. Las bases hubiéramos puesto, de inmediato, en otro lugar, a todos los mediadores que no lograran un acuerdo que las satisficiera, pero tampoco se nos dio la oportunidad. A estas alturas todos conocemos las consecuencias.

El batacazo de las elecciones nacionales tampoco dio que pensar a nadie de los que pueden decidir algo. Parte de las bases, sin embargo, se mueven inquietas. Sienten que esto no va bien y quieren cambios. Solicitan un Congreso Extraordinario (CEx). De nuevo se podía haber abierto un período de iniciativas, ideas o proyectos antes de convocarlo; no vaya a ser que todo sea ruido sin nueces. Personalmente lo pedí insistentemente, ¡pero no! Ni la menor opción a conocer la voluntad popular ni sus propuestas. Y se inicia una lucha intestina que desangró al partido de militantes e ilusiones. Mezquinamente se intenta bloquear la iniciativa con todos los recursos estatutarios utilizables, como crear un reglamento “ad hoc”, para lo ocasión (se me cae la cara de vergüenza ajena), con el único objeto de obstaculizar una iniciativa que sólo podría aportar nuevas ideas o dejar al descubierto a los que sólo son capaces de aporrear tambores. Pero no hay manera. ¡No se quiere consultar a las bases! ¡Adivinen ustedes por qué!

Pero es que la enfermedad de querer controlar (debe ser la erótica del poder) no sólo afecta a los órganos directivos del partido. Cuando los promotores del CEx deciden hacer una asamblea de todos los interesados, personalmente propongo que se lleve un orden del día que pregunte a los asistentes (unas cien personas) qué tipo de CEx quieren (nadie sabía qué se estaba vendiendo en realidad) y cuáles serían las condiciones de negociación con la ejecutiva para llevarlo a buen fin. Mi primera, y tardía, reunión con el grupo promotor fue el jueves anterior al sábado 28-06-2008 en que estaba convocada la asamblea. En ella observo que no hay plan del día. Eso hace saltar la alarma en esa misma reunión, donde se pergeñan tres o cuatro puntos. Alarmado de que la asamblea prevista no se convierta en un galimatías (como así fue), preparo a toda prisa un plan de 11 puntos con varios subapartados en los que trataba de especificar todas las posibilidades (siempre con el último punto de otras, por si alguien ve más), de modo que de una manera rápida y progresiva saliera de allí un CEx definido por la voluntad de los que allí estuvieran. Un CEx de las bases, como gustaba decir a nuestros dos diputados promotores. Presenté el documento el mismo viernes, y mi sorpresa fue mayúscula cuando recibió el inmediato rechazo de todas las partes consultadas sin excepción. Prefiero no sacar conclusiones. Pero para mí fue un duro golpe comprobar que a todos nos aqueja el mismo mal, que luego explicitaré. Los hechos son que no se llevó plan alguno a la asamblea y salió lo que salió. EL CEx murió allí. Muchos se fueron de la misma reunión al ver su derrotero.

Todo podía haberse solucionado con una simple pregunta en la web: ¿Quieren ustedes un CEX? Si/No. ¿Ven qué fácil? Y desde entonces silencio hosco y goteo de bajas entre los afiliados, hasta que llegan las europeas. (Paso por encima los esfuerzos y la oportunidad que se desaprovecharon en Galicia). El CE nos sale con la bomba Libertas. Nuestros diputados pillados por sorpresa. (¿De verdad que no os enterasteis de un movimiento así?) La desafección de muchísima gente y el fracaso más absoluto. Ahora, ni los más optimistas cálculos de la ejecutiva se atreverán a esperar un sillón parlamentario en las próximas autonómicas. ¡A la calle todos! Y todo podría haberse solucionado con otra sencilla pregunta en la web. Por supuesto, siempre con los adecuados períodos de reflexión: ¿Quieren ustedes concurrir con la UPyD)? ¿… con Libertas? ¿… con todos los que se propongan?

Y no habría habido ningún problema grave. Las bases sabrían que se está ejecutando su voluntad, y que sus representantes efectivamente lo son y sirven a sus intereses que se esfuerzan en conocer.

Esta obstinación en no conocer la voluntad de la gente es intrínsecamente perversa, y es el verdadero cáncer del sistema político actual. Ahora no hay excusa moral posible. La tecnología, como ya he dicho muchas veces, permitiría conocer la voluntad ciudadana en tiempo real. Y no sirve la excusa de que la gente es irresponsable. Eso también es solucionable. Presupongo que sólo intervendrá en cuestiones fundamentales, como las que acabo de citar, y que dejará el grueso de las decisiones (las aburridas, las que no tienen erótica) a los políticos, que para eso cobran y por las que deberían ser responsables. Pero en todo caso la sociedad decidirá lo que toma o deja.

Habilitar esa posibilidad es lo que C’s habría podido vender para regenerar el sistema político. Pero para ser creíble debería haber comenzado por practicar lo que vende en su propio seno. Y C’s no ha sido ejemplo de ninguna regeneración. Y por eso no salimos en la prensa y nos votan cuatro gatos. (En caída libre, como indica nuestra trayectoria.)

Debemos tomar conciencia de que el problema es EL SISTEMA. Y hay que cambiar EL SISTEMA.

Con este sistema, si hay suerte, puede llegar al poder una persona muy capaz (sabemos lo poco que abundan), pero es mucho más probable lo contrario. Y aún en el primer caso es casi inevitable que no le rodeen algunos incompetentes, aduladores o peores cosas. En cualquier caso, un sistema que pone un juguete en manos de un “representante” que se niega a consultarte cuando le es sumamente fácil hacerlo y que puede disponer de él durante cuatro años, sin mayor responsabilidad, aunque te lo devuelva roto, es un SISTEMA MANIFIESTAMENTE MEJORABLE. Y lo que para unos es un juguete, para muchos es un mundo de ilusiones, de esperanzas y de luchas.

La Verdad sólo es peligrosa para la mentira.

Juan José Ibáñez Acedo

C’s de Sant Cugat

jueves, 12 de febrero de 2009

La ilusión y el desencanto

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Cada cual tiene su propia explicación cuando se pierde una ilusión colectiva. No puede ser de otra manera puesto que no deja de ser otra cosa que una suma inmiscible de ilusiones individuales. De la misma manera que una ilusión colectiva se genera por la suma de voluntades embarcadas en lo que de entrada parece un proyecto común, se debilita cuando esas expectativas son defraudadas individuo tras individuo. Es lógico pensar que no todas las voluntades y expectativas pueden ser iguales, pero sí que es imprescindible que tengan un núcleo común que permita la cristalización, a partir de él, del proyecto común integrador. No creo equivocarme mucho si aventuro que el punto de acumulación de la génesis de C’s fue el hartazgo frente al nacionalismo catalán y su imposición lingüista excluyente. Ambos son problemas locales, y por sí solos no podían ser la base de un partido nacional español (que no nacionalista). Sobre ese punto de acumulación cristalizaron unas bases sociales provenientes de todo el arco político, con visiones muy diferentes en todo lo que no fuera estrictamente el núcleo aglutinador citado. Así que muy pronto comenzaron los ¿inevitables? choques en el seno de C’s que todos conocemos, y que han sido causa de su sangría en ilusiones y afiliados hasta llegar a la situación actual, sea ésta la que cada cual quiera ver, pero en todo caso, más débil que en sus orígenes, cuando pretendíamos ser un partido rompedor en continuo crecimiento. Francesc de Carreras nos decía en la memorable mañana del Tívoli:

“Somos un partido nuevo porque tenemos una nueva manera de responder a los viejos problemas, porque creemos que podemos intuir los problemas nuevos y porque estamos en condiciones de aportar nuevas soluciones. Este partido, este nuevo partido, debe marcar una ruptura con el pasado y debe ser diferente a todo lo que hoy existe.”

El problema precisamente era hallar esa manera de ser diferente. Luego vino el debate sobre nuestra definición ideológica, con tan funestas consecuencias en el 2º Congreso, protagonizado, entre otros, por el propio Carreras, que parecía haber olvidado sus propias palabras del mismo discurso:

“Y será también un partido nuevo porque no debe agregarse a las tradiciones preexistentes, a las viejas tradiciones preexistentes, no debe ser un partido a la derecha, a la izquierda o equidistante de los actuales partidos.”

Y así debería haber sido, porque lo importante no era la definición ideológica del partido, que cercenaría necesariamente parte de sus bases en un conglomerado humano tan diverso como éramos, sino cómo se afrontarían y solucionarían los problemas reales de la gente, porque si encontramos soluciones distintas a las actuales –tan ideologizadas- dejaríamos de ser de izquierda o de derecha para ser simplemente eficaces o no. ¿No es cierto? Y hubiéramos empezado a ser distintos. Pero ahí, pienso yo, y en toda la batalla interna que concluyó en el 2º Congreso, empezamos a perder los orígenes y la frescura para empezar a copiar de lo existente y a ser otro partido de tantos. Producto viejo en definitiva.

Y a partir de aquí sólo daré mi visión subjetiva de algunos de los hechos que han tenido que ver con el camino seguido por C’s hasta su estado actual. Vaya por delante que no me gusta escribir desde la desilusión. Confieso que soy uno de los desilusionados, a pesar de que me molesta muchísimo que los objetivos iniciales del proyecto (aunque sólo fueran los dos citados), se pierdan ilusión a ilusión, gota a gota, con cada afiliado desanimado, o peor aún, con cada afiliado que se va. La desilusión es una posición desde la que es muy difícil aportar nada positivo o ser simplemente objetivo. Sin duda por eso me ha costado tanto volver a escribir algo, pero de alguna manera, también mi experiencia puede servir de motivo de análisis aunque sólo sea la de un caso particular. Así que renuncio de antemano a cualquier reproche a nadie en concreto. Sólo faltaría que contribuyera a desanimar a alguno de los que continúan trabajando, sea cual sea su acierto.

Los que me conocen saben de mis intentos de hacer un partido diferente. No es una cosa que me venga de nuevo, puesto que mucho antes de que apareciera C’s, y harto de la prepotencia de nuestros políticos, ya había pensado mucho sobre lo que como ciudadano esperaría de políticos que fueran verdaderos representantes, porque a los que tenemos ahora reconocerles ese título es, como mínimo, un sarcasmo. Como profesional liberal y representante de mis clientes, siempre he carecido de cualquier poder sobre ellos, que no me otorgara mi propia competencia y su confianza permanentemente renovada. En esa mentalidad me he educado y no deseo ningún otro poder porque poseerlo desvirtuaría la propia concepción de mi capacidad profesional y seguramente acabaría con ella. Salvar la distancia entre el trabajo de un profesional, sujeto a la competencia y al continuo refrendo de sus clientes, y el de un político no es sencillo, pero tengo meridianamente claro que ése es el camino que un partido renovador debería emprender: buscar el continuo contacto con sus representados para que éstos le digan, como cualquier cliente, lo que quieren que hagan. Los políticos sólo deberían ser los profesionales responsables que saben cómo hacerlo e informan de su factibilidad y coste para que los ciudadanos digan la última palabra que oriente su trabajo. El problema, y la excusa para no hacerlo, es la dificultad de sintetizar millones de voluntades en tiempo real. Este problema es actualmente resoluble mediante la informática. Lo expuse en este mismo blog en los cuatro escritos de “Otro sistema es posible“. Están ahí a disposición de quien lo desee.

Es evidente que todo cambio es mejor que se produzca mediante una transición no traumática, por eso hablé de otras medidas claramente diferenciadoras, como “la iniciativa 5x1, o voto económico”, también en este blog, que en estos tiempos de crisis podría estar haciendo famoso a nuestro partido como adalid de una auténtica –y sencilla-, iniciativa de transmisión de poder real desde el gobierno a la ciudadanía. También, cuando no éramos nadie y nada teníamos que perder, propuse, sin éxito, que nuestro partido se autofinanciara (lo estábamos haciendo de hecho), renunciando a la financiación pública, porque como dije entonces (2006), cuando un partido de escasa representación, como el nuestro, acepta las reglas de juego de sus rivales, muy superiores en estructura, no le queda sino perder. Por cada euro que recibamos nosotros del erario, los otros recibirán cientos. Nos laminarán en cualquier terreno en que les presentemos batalla convencional, y además con todo el derecho que les dan las reglas del juego que hemos aceptado. Nosotros, democráticamente, debemos romperlas e instaurar otras que dejen obsoletas sus estructuras. Debemos ser audaces e invertir la situación. Hacer de nuestra debilidad fuerza, y de su fuerza debilidad.

Pero nos apresuramos a coger nuestro plato de lentejas (por nuestros tres diputados), cuando ése era precisamente el momento de predicar con el ejemplo, lo que nos hubiera dado una proyección mediática de millones de euros de valor equivalente, a parte de dejar en falso a los demás partidos, prisioneros hasta las cejas de la financiación pública. Y las aportaciones de los nuevos afiliados a un partido, que hubiera dado trigo además de predicar, habrían compensado ampliamente el coste de la renuncia. Sólo había que saber esperar.

Y propuse otras muchas maneras distintas de hacer las cosas, todas ella pensadas desde la mentalidad del ciudadano que paga el servicio que solicita y que por lo tanto debería mandar. Están todas a disposición del partido, enterradas en algún cajón. También otros compañeros aportaron ideas innovadoras. Conozco especialmente el trabajo hecho en Galicia para presentarse a las próximas elecciones de marzo con un proyecto sencillo y económico que sólo tuvo trabas (por ejemplo tres posposiciones del CG hasta su final desestimación en un CG extraordinario, minoritario, y como de tapadillo), y otras que no ha lugar citar aquí, pero que al final desanimaron a la parte más viva de nuestros compañeros en Galicia. Y sin embargo todos sabemos que la peor derrota es no estar, como demuestra nuestro disgusto cuando ni siquiera nos clasificamos para un mundial de fútbol, por ejemplo. Sabemos que es peor no estar que ser eliminados a la primera. Por lo menos se enteran de que existimos y que plantamos cara. Y el trabajo de un partido es luchar por el poder político, no discutir problemas internos. O se aspira al poder o no se sirve a las bases al reconocer que nunca podrá atenderlas.

Pero ni el fracaso de otras iniciativas compartidas, ni de las mías, podría desanimarme. Conozco las reglas del juego y sé que hay que esperar los tiempos, explicar las propuestas y en definitiva venderlas. El juego político dentro del partido podrá haber sido más o menos elegante, quizás mezquino en alguna ocasión, pero en todo momento ha sido democrático y se ha de aceptar. Nada que objetar por ese lado, puesto que nuestros representantes son legítimos y sus decisiones, acertadas o no, son igualmente legítimas. No me han entregado al desánimo, por tanto, mis fracasos personales en el partido ni los compartidos con los compañeros con los que he trabajado. Lo que realmente me ha rendido, hasta mejor ocasión, es comprender que en todas las corrientes que se mueven en nuestro partido he encontrado el mismo defecto: el afán irreductible de controlarlo todo. Justamente el defecto fundamental de cualquier forma de poder, y que yo pretendo combatir. Puedo compartir objetivos con muchas personas, y así ha sido efectivamente, pero parecemos incapaces de liberarnos del estigma del poder, ése que dice que si no lo controlas lo pierdes, lo cual en este sistema es probablemente verdad. Y pondré sólo un par de ejemplos, uno de cada lado para repartir. Una parte importante de la afiliación activa de C’s, entre la que me encuentro, ha derrochado inútilmente una gran cantidad de energía en la promoción de un Congreso Extraordinario (CEx), supuestamente para encarrilar el partido. Otra gran parte de sus militantes activos la ha gastado en oponerse con todas sus fuerzas. Mientras tanto la casa sin barrer. Una sencilla pregunta a la militancia en la web habría resuelto el problema tras un breve debate y exposición de motivos. Pero eso sería ceder poder a los militantes (perder el control en definitiva por parte de los que “dicen servirnos”), y la Ejecutiva no quiso arriesgarse. Así que se mantuvo el pulso desde los órganos legítimos, donde el control era más previsible, al margen de lo que pudiera convenir al partido.

Pero vayamos a la otra parte. Se pedía un CEx, pero no se sabía muy bien para qué. En cualquier caso había un manifiesto impulsado por dos diputados, que a poco cedieron el protagonismo por voluntad, y un montón de iniciativas individuales, de modo que nadie sabía muy bien para qué se pedía. Estaban desde los que querían la dimisión de la Ejecutiva hasta los que como yo, sólo pretendíamos una convocatoria de proyectos políticos, tras cuyo debate, la afiliación decidiera si alguno de ellos merecía realizar el CEx. Congreso constructivo le decía reiteradamente en este blog. Lo cierto es que de acuerdo con nuestra idiosincrasia, teníamos casi tantas opiniones como afiliados. Y finalmente, cuando conseguimos reunirnos más de setenta personas en una especie de mini-congreso definitorio de objetivos (eso creía), fue imposible plantear un estudio de posibilidades para que los afiliados presentes votaran qué tipo de CEx querían. Todo se perdió en inútiles debates. También en la, llamémosle oposición, se teme preguntar al afiliado.

Y podría seguir con muchos más ejemplos, sintomáticos de este defecto congénito de la partitocracia actual, del cual muchas veces, personas muy inteligentes y honradas no son ni conscientes. Y yo mientras tanto, predicando en el desierto para lograr, no ya que nuestros representantes nos pregunten algo de vez en cuando, cuando ellos quieran, sino que nosotros podamos descolgar, cuando nos de la gana, el teléfono social que he propuesto en este blog, para decirles a nuestros representantes –esta vez sí- en qué queremos que inviertan su capacidad intelectual para resolver nuestros problemas. Eso sí que es producto nuevo. Y yo afirmo que hoy es posible hacerlo.

Así que como militante, y en vista de mi incapacidad para hacer entender mi proyecto, sólo puedo dejar el sitio a gente que quiera trabajar en cualquier otro, desearle suerte y apoyar razonablemente su trabajo si lo comparto de algún modo. Y como mínimo no estorbar. Desde luego los partidos clásicos pueden hacer cosas buenas y las han hecho, pero partidos clásicos ya teníamos, y para mí el sistema está agotado. Un amigo mío de Galicia, también de los que se han dejado las ilusiones por el camino, me dice que la actual crisis no es económica sino del Sistema. Como en la URSS de la caída del muro en el 89. Sólo que ésta tenía el sistema occidental de libre mercado como recambio, en cuyos brazos se arrojó sin paracaídas, pero nosotros no tenemos ni eso, así que tendremos que inventarlo. En eso ando yo todavía, empeñado en recordarles a los políticos que no son nuestros gobernantes sino nuestros servidores. Hacer esto realidad ha sido el objeto de toda mi actividad política en C's. Para ello sólo hace falta crear la herramienta (y sé cuál es). Ningún partido en el poder, o que copie de ellos, lo hará nunca. Sólo un nuevo partido dispuesto a romper la baraja y jugar con otras reglas podría conseguirlo con la sencilla ecuación de la Revolución Francesa: -Me convierto en el paladín (entonces la burguesía, ahora un partido antagónico a lo existente) de quitar el poder al estamento gobernante (entonces la nobleza, hoy los partidos más el poder económico) para transferírselo a la ciudadanía de modo efectivo. Sólo hace falta audacia, inteligencia y ambición. En definitiva grandeza. Porque digan lo que digan los salvapatrias, manipuladores y déspotas (ilustrados o no), hay una verdad irrefutable: el poder nace y se genera en la ciudadanía. Sin ella no existe. Sólo hay que hacerla consciente y de un manotazo lo barrería todo. Lo demás, mejor o peor llevado, es más de lo mismo.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant Ciutadans!

PD: No quisiera terminar sin definir mi posición sobre la UPyD. Al margen de los méritos o deméritos de sus dirigentes, se trata de un partido con una estructura bastante menos democrática que la de C’s, aunque nosotros no utilicemos muchos de los recursos estatutarios que podrían hacer, del nuestro, un partido rompedor. Eso es posible todavía aunque no probable. UPyD es un partido clásico y C’s apunta a funcionar, a todos los efectos, como si lo fuera. Hubiera sido magnífico que la gente de UPyD, antes de su nacimiento, se hubiese integrado en C’s, porque compartimos muchos objetivos y el mensaje de desunión que transmitimos en su día hizo mucho daño a ambas formaciones. Hubo un momento en que esa integración fue posible, pero no se supo o no se quiso hacer. Hubiera bastado, y bastaría todavía, un Congreso de integración donde el protagonismo lo tuvieran las bases, que intuyo que siempre desearon la conjunción. En cualquier caso, estamos condenados a confluir o a fracasar ambos partidos, al margen de algún éxito esporádico. Somos partidos pequeños que o bien integramos con firmeza o no saldremos de la marginalidad. A corto plazo, y ya que no nos presentaremos en Galicia ni en el País Vasco, como mínimo deberíamos hacer acto de presencia pegando unos carteles que digan algo así como: “Vota UPyD mientras no puedas votar Ciudadanos”. Al menos que se sepa que existimos y que tenemos la voluntad de presentar batalla política en cuanto podamos. Y a las europeas, debemos ir coaligados. No hay excusa.

Y al tercer Congreso de C’s (cuanto antes mejor), deberían invitarse a todos los afiliados. Nada de compromisarios. Somos un número razonable. De este modo sabríamos realmente lo que desean los militantes sin posibilidad de reserva mental alguna. Sabríamos dónde estamos y a qué atenernos sin falsas expectativas.

lunes, 28 de julio de 2008

LENGUAS O CIUDADANOS



Lenguas o ciudadanos. ¡Esa es la cuestión! Se ha escrito tanto sobre los problemas que por esa causa se plantean en las comunidades bilingües de nuestro país que prácticamente es imposible decir algo nuevo sobre ello, como no sea organizar lo dicho y seguir insistiendo; única manera por la que la razón y la justicia pueden acabar imponiéndose. El último texto ha sido el “Manifiesto por la Lengua Común”, que se puede leer en la siguiente dirección o buscando ese título en internet:

http://www.ciudadanos-cs.org:80/jsp/publico/participa/manifiestoporlalenguacomun.do

Desde los primeros años de la llamada “normalización lingüista” en Cataluña, que en su inicio apoyé, ya descubrí como muchos otros su verdadera intención oculta, hoy ya reconocida sin pudor por los propios normalizadores: imponer el catalán como única lengua oficial en Cataluña (han tenido éxito total salvo en Justicia, ¿por qué será?) y reducir la importancia del castellano al nivel del de una lengua extranjera (han fracasado estruendosamente), y mejor si en ese papel lo sustituye el inglés.

Pronto comprendí que a ese objetivo se supeditaba todo, incluida la verdad y la justicia, siempre disfrazadas hábilmente de ayudar al catalán a recuperarse de pasadas e innegables injusticias (no tienen un pelo de tontos los normalizadores). Hasta la “discriminación” positiva que promovieron y promueven –figura altamente sospechosa- pude tragar durante un tiempo. Por donde no pasé fue por el acoso a los derechos de los castellanohablantes. Ayudar a algo o a alguien, no tiene por qué relacionarse con limitar a algo o a alguien, a menos que el objetivo final sea suplantarlos.

En esa sorda batalla he podido ver mentiras y falacias sin cuento, ahora renovadas por las vergonzosas manipulaciones de muchos artículos en la prensa que he leído en respuesta a lo que no se dice en el “Manifiesto por la Lengua Común”, siguiendo la vieja táctica de descalificar un documento cuyo lectura se dificulta, en lo que se puede, al no adjuntarlo, a sabiendas de que la mayoría no lo leerá y se quedará con la manipulación. (En C’s nunca haríamos eso ¿verdad?)

Es importante diferenciar claramente el marco de discusión: si el problema se plantea como discrepancias entre dos lenguas, el catalán siempre aparecerá como la parte débil y la víctima que concitará las simpatías de los testigos. Si se enfoca como pleito entre derechos de personas, el matiz anterior carecerá de importancia, y sólo quedará sobre la mesa la razón y la justicia, porque como es sabido, y generalmente admitido, el fin no justifica los medios. Por eso titulo este artículo “Lenguas o Ciudadanos”, porque ése es el verdadero debate, no el de las lenguas, ni el de las patrias, ni el de las culturas, religiones o ideologías, que vendrían a ser lo mismo.

El verdadero debate de nuestro tiempo es decidir si son las personas las que fundamentalmente sirven a los sistemas (es decir si son sacrificables a ellos) o es al revés. Hasta ahora la Historia demuestra que han sido siempre las personas las inmoladas en el altar de los sistemas. Han corrido ríos de sangre por esa causa; y no es una figura retórica. Por eso defender esa posición del pasado, es profundamente reaccionario y avanzar en la defensa de los ciudadanos es el progreso.

Los aguerridos redactores del citado manifiesto no parecen haber hecho esta distinción, quizás por eso han cometido un desliz en su preámbulo, donde dicen:

-“Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación institucional de la lengua castellana,…”

Después continúan con 5 puntos –el verdadero manifiesto- de puro sentido común con los que nadie se mete, pero la introducción ya sitúa la discusión en el terreno de las lenguas, es decir de los sistemas, en lugar de las personas. Y a ese desliz se agarran desesperadamente los manipuladores para gritar en todos sus medios eso de que “el castellano no corre peligro”, cosa que resulta evidente hasta para el más garrulo de la más remota aldea. Y al ruido de esos tambores se ha ido, otra vez, la defensa de los derechos de los ciudadanos castellanoparlantes por la alcantarilla de los intereses políticos de los nacionalistas de aquí, y de los políticos de allí, sean PP o PSOE, que ya sabemos que nos han clasificado desde siempre como simple moneda de cambio en el juego del poder.

Para mi asombro, y paniaguados aparte, hasta respetados columnistas de prensa que leo asiduamente con placer, por la sensatez de sus valoraciones, se agarran a ese clavo ardiendo que les hemos dado torpemente para descalificarnos y satirizarnos sin piedad. He guardado unos cuanto artículos por si alguna vez tengo fuerzas para hacer un estudio sociológico sobre la capacidad de las emociones y los intereses para enturbiar la razón. El “Todo por la Patria”, conciencias incluidas, sigue muy vigente. Y el íntimo debate, en términos de derechos comunes, por el cual toda persona ha de decidir si antepone sus emociones a la razón o viceversa, está tan avanzado ahora como en la Edad de Piedra, me temo.

Los defensores de los derechos de las personas frente a los de los sistemas no deben caer en el error de hablar de tú a tú con ellos. Deben defender la superioridad de las personas. Éstas existen a pesar de cualquier sistema concreto, que se puede cambiar como un vestido, pero no al revés. Todos los sistemas han sido creados por las personas para ayudarles a vivir mejor de alguna manera, no para servirlos. Luego, los que los manejan, tienen la perversa tendencia a utilizarlos en su interés en primer lugar, convirtiéndolos, por ese camino, en yugo sobre las cabezas de los que le dieron la razón de ser, y a los que, sin embargo, dicen servir.

Así que centremos el discurso. No hablamos de derechos de las lenguas, patrias, culturas, religiones o ideologías sino de derechos de las personas. Algo tan sencillo como el derecho a elegir la lengua oficial de educación de tus hijos, de rotular en el idioma que quieras (oficial o no, esto es personal, no un servicio administrativo), o de relacionarte con la administración. La supervivencia del catalán o del castellano no tiene nada que ver con eso. Y no son incompatibles. Lo que se oculta bajo esa lucha es un sordo combate de intereses y vanidades particulares. De no ser así no existiría ese problema, esencialmente político, llamado “de la lengua.” Así que la próxima vez sería recomendable centrar el discurso en cosas muy sencillas, como las que he citado de ejemplo, y rehuir todo discurso sobre “lenguas”. Dejemos de hablar del catalán y del castellano para hacerlo de los elementales derechos que en nombre de esa discusión se conculcan. Reivindiquemos el derecho de elegir la lengua oficial de aprendizaje, y no hablemos más de la inmersión, por ejemplo. Sólo les hacemos el juego. Abandonemos la grandilocuencia y usemos cosas muy sencillas y personales. Imposibles de manipular ni de negar. El “Manifiesto por la Lengua Común” ha acabado convertido en un panegírico de la victimada lengua catalana. “Una causa de la extrema derecha”, según palabras extractadas, y por tanto manipuladas, de un conocido académico de la lengua, que ha probado así en su carne, la mordedura de la tergiversación malintencionada. Se lo tiene bien merecido por su actitud cobarde ante una situación que conoce perfectamente. ¡Ay de los tibios!

Circula por internet una supuesta carta de un joven independentista. Admitiendo con bienintencionado esfuerzo que sea real y no otra manipulación, es un magnífico ejemplo de la mezcla de derechos de personas y de sistemas que practica hábilmente el nacionalismo. La adjuntaré en un comentario de este artículo para no caer en la misma miseria que les critico a los nacionalistas cuando censuran sistemáticamente la difusión del manifiesto. Así cada cual podrá formar su propia opinión.

Toda la primera parte de la carta se centra en la persona del joven. Es el camino para rodearse de la simpatía, la razón y la justicia. Acaba con la frase:

-Les podría meter un rollo de 25 páginas del porque me siento catalán y no español, pero se lo resumiré en una frase: Porque estamos en el siglo XXI y me da la gana.

Nada que objetar mientras se mueve en el terreno personal. Totalmente de acuerdo con él. Y que sea lo que quiera por supuesto. A partir de ahí la carta gira a la discusión en el terreno de los sistemas. El objeto es aprovechar el “aura de derecho” que se ha creado con la primera parte para justificar sus tesis, donde necesariamente, otros que no son él, por supuesto, no podrán hacer lo que “les de la gana”. Ya estará él para echarlos de su escalera si hace falta.

Continúa con una alusión a viejos fantasmas de la Historia, especialmente la catalana (Felipe V, Primo de Rivera y Franco); manida técnica que obvio porque sin aportar nada al asunto, busca reforzar la mala conciencia de los “invasores” con un efecto paulovniano. Empieza a actuar ya con mala fe, o él mismo es víctima del reflejo de Paulov que le han inculcado.

Después pasa ya definitivamente al terreno de los sistemas, único en el que los nacionalistas puede “argumentar” algo coherente en la defensa de sus tesis (extraigo algunos párrafos):

-Las lenguas son como las especies, hay que protegerlas, la extinción de una lengua, tendría que ser traumática en ojos de cualquier humano (un español, por ejemplo), de lo contrario, este demuestra un racismo lingüístico total, un imperialismo, una poca sensibilidad que creía desaparecida del ciudadano español. No hablamos catalán para molestar. Si no mantenemos el catalán vivo, nadie lo va a hacer por nosotros, nos vemos con esta obligación moral.

Está claro. Él está totalmente de acuerdo en que las personas deben ser sacrificadas a los sistemas. En apoyo de su tesis nos abruma con una buena dosis de insultos, si no estamos de acuerdo con él, que se siente obligado moralmente a sacrificarse y sacrificarnos en el altar de su causa.

Pero ya lanzado, sigue tan pancho:

-¿Racistas, nosotros? En absoluto, acogemos a todo el mundo que no quiera destruir nuestra cultura imponiendo la suya… si busca destruir mi escalera, le pediré con toda la educación del mundo que se vaya. Los catalanes no podemos ser racistas,…

Ni que decir tiene que cuando me vine aquí, desde el País Vasco, no me acogió nadie, excepto mi hermana, claro está, por unos días. Que me vine porque me dio la real gana, como él entenderá; totalmente libre de obligaciones hacia los autóctonos, que nada en particular me ofrecieron ni me reclamaron, que tenía la vida resuelta en mi tierra, aunque tampoco importa, y que me sentía tan inmigrante aquí, como si me hubiera cambiado de pueblo en Las Vascongadas. Simplemente me moví en lo que era legalmente, y todavía lo es, mi país. ¡Sin más tributos! No soy ni emigrante ni inmigrante. Otra falacia que servilmente aceptamos.

-Los racistas son ustedes, que quieren imponer su pensamiento en un lugar ajeno, considerando pues, el pensamiento de la gente de este lugar, inferior y menos válido, creando una discriminación evidente entre personas, que se puede tachar, pues, de racista.

Él se lo dice todo. Si no cambio mi lengua estoy imponiendo mi pensamiento (ahí se le va la olla, por lo visto, lengua y pensamiento son lo mismo) y siendo racista. Y supongo que si me voy a Afganistán, y no me hago musulmán también soy racista. Porque de siempre las religiones han sido más importantes que las lenguas porque han hecho correr mucha más sangre. Y lo siguen haciendo.

Es posible que nuestro joven amigo pueda largarnos un rollo de 25 (o de 250) páginas en el mundo unidimensional que le han enseñado, y también es posible que no pudiera escribir ni tres líneas si le sacan de él. En cualquier caso, está muy mal suspendido en su curso de bachiller. Alumnos con mucha menos labia pasan sin dificultad esos retos. Quizás tenga mucho más cercanos entuertos que resolver antes de atacar molinos de viento.

No quiero terminar sin decir una cosa más: la última falacia del nacionalismo lingüista es pretender que todas las lenguas son iguales. Arranca de la generalización de la dignidad de las personas a las cosas que éstas aman y sienten. Sin embargo las lenguas no son personas, y carecen de dignidad, como carece de ella cualquier cosa u objeto que amemos. La mejor prueba de ello es constatar que las lenguas no pueden ser indignas, y por lo tanto tampoco dignas. Sólo son un instrumento de comunicación y de expresión de nuestros sentimientos que acabamos amando mucho, y por eso han de cuidarse y respetarse, pero las lenguas son distintas. Lo son por la universalidad de la cultura que en ellas se expresa y por su número de hablantes, que les confiere un muy distinto valor de uso y comercial. Ignorar esto es pura vanidad. Hay una cosa determinante en una lengua: su valor de mercado. Y el catalán no lo tiene, o lo tiene negativo puesto que hay que subvencionarla. Es duro para la vanidad, pero es así. Si el catalán se hablara, por ejemplo, además en Alemania, nadie tendría que preocuparse de defenderlo. Por eso también es una falacia la supuesta generosidad de la que alardean los catalanoparlantes cuando hacen gala de su bilingüismo. Aprendiendo castellano se hacen un favor de gran valor comercial y cultural. Aprender una lengua es una gran inversión de esfuerzo. La recompensa puede no estar a la altura de la valoración que mucha gente tiene de la misma. Porque así lo creen o porque así les da la gana.

De todas maneras C’s es un partido político, y por lo tanto debe defender los derechos y también los sentimientos de las personas. No solamente debería asumir la causa de los castellanoparlantes, sino también la de los catalanoparlantes. No están enfrentadas. Es mejor dos lenguas que una, sea cual sea el valor de cada cual. Y considero que el nacionalismo lingüista está haciendo un daño atroz al catalán, que sufrirá la reacción, y es posible que no aguante como victimario lo que soportó como víctima. Sigo creyendo en una sociedad bilingüe a todos los efectos, en que nadie se sienta a disgusto salvo los que albergan sueños imperiales de cualquiera de las dos lenguas. Es perfectamente posible. Pero ése es otro tema.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. Buenas vacaciones a todos. Nos veremos en septiembre.

sábado, 5 de julio de 2008

EL TELÉFONO SOCIAL


Pensaba dejar ya de lado la serie Otro Sistema es posible, pero las preguntas que me plantean algunos amigos me hacen ver que lo que a mi me parece evidente -por las vueltas que le he dado a este asunto- no lo es en absoluto para los que se acercan por primera vez a mi propuesta de crear un motor informático que convierta la actualmente inexistente comunicación entre representantes y representados en un diálogo de dos: de un lado cualquier ciudadano; del otro representantes y resto de la sociedad. De ese motor, que llamaré teléfono social porque pretende realizar el mismo servicio que aporta un teléfono corriente a las relaciones entre clientes y profesionales, es preciso hacer notar, en primer lugar, que no es una propuesta ideológica, sino técnica y material, como el mismo aparato que pretende imitar.

Algunos han considerado mi objetivo utópico, iluso, buenista, “demasiado democrático” o directamente imposible, pero mi punto de partida es de lo más prosaico y racional: se basa en la constatación (la pela es la pela, que dirían por aquí) de que el mundo no cambia, básicamente, por motivos ideológicos sino por motivos materiales. Nos gusta creer lo contrario, pero no es así. No quiero salirme del asunto que nos ocupa, así que no pretenderé demostrarlo. Simplemente lo cito como referencia. No será difícil admitirme, al menos, que la invención del teléfono cambió el mundo porque abrió la puerta a posibilidades insospechadas. Lo mismo hizo el ordenador. Y quiero recalcar que ni uno ni otro aparato son ideológicos sino materiales, aunque evidentemente, por ellos se puede transmitir cualquier ideología. Pero ése no es mi cometido.

Si creamos la herramienta y logramos que se imponga, ¡la política habrá cambiado! Las posibilidades son infinitas e imprevisibles. Quien se acaba de acercar a mi propuesta reaccionará con el mismo escepticismo con que se miraban los primeros teléfonos. Es paradigmática la frase conque la Western Union (la compañía que dominaba el mercado telegráfico en el siglo XIX en los Estados unidos) despreció (y perdió) el negocio del teléfono: -“Este aparato llamado teléfono tiene demasiados problemas para ser seriamente considerado como un medio de comunicación, el aparato no tiene ningún valor inherente para nosotros. (Western Union, Internal Memory 1876)”

Tengo la esperanza de que los grandes partidos establecidos reaccionen de modo parecido cuando C’s, si tiene la osadía, promueva un instrumento como el que propongo. Ni que decir tiene que los primeros modelos de teléfono eran elementales. Incluso se hablaba y escuchaba por el mismo dispositivo, pero eso no fue problema para que Alexander Graham Bell, entonces un científico más, se hiciera con el mercado.

Olvidemos, de momento, las dificultades técnicas para crear un instrumento así e intentemos caminar un poco por ese mundo de nuevas posibilidades que nos abriría. En primer lugar he de decir que la herramienta que propongo no decide nada. Esa tarea seguirá siendo de las personas. La herramienta sólo procesa millones de opiniones en tiempo real y las presenta de la manera que el usuario desea. La manera en que lo haga dependerá de la capacidad de los sistemas de interpretar el lenguaje. Hoy por hoy bastaría con que cualquiera pudiera introducir y responder preguntas sencillas. Esto impide la manipulación habitual que permite a los políticos preguntar, si es que lo hacen, sólo lo que quieren, sólo cuando quieren y sólo como quieren. El ejemplo que describo en Otro Sistema es posible (II) es suficientemente ilustrativo. El objetivo es que los ciudadanos (los clientes) puedan orientar la acción política de sus representantes según su interés y en tiempo real. Exactamente igual a como hace el cliente con cualquier profesional que contrata en todos los aspectos de la vida real, mediante un simple teléfono.

¿Qué consecuencias tendría una herramienta así? Como dije, sólo el tiempo permitirá columbrarlas en toda su magnitud, pero muchas de ellas se intuyen sin mucho esfuerzo. La posibilidad de orientar, en tiempo real la acción política cambiará, por ejemplo, la forma de plantear las elecciones. No tendrá sentido que los políticos “prometan” esto o aquello porque los ciudadanos ya podrán decirles, oportunamente, lo que deben o no deben hacer. Más bien deberán utilizar su energía en justificar su competencia. Esto acabará con infinitas demagogias.

Otra consecuencia fundamental es que una herramienta así eliminaría la acción de gobierno en su concepto actual, que pasaría al conjunto social, convirtiendo a los políticos en verdaderos profesionales al servicio social, haciendo verdad, también en política, el dicho de que quien paga manda. Pero además, como las necesidades sociales se manifiestan a todos los niveles, humanos, materiales y geográficos, una herramienta así posibilitaría la aparición de oficinas u organizaciones políticas de diverso nivel, que por propio interés, ofrecerían sus servicios políticos a la ciudadanía para solucionar problemas concretos, sin conexión entre sí, en libre competencia, posibilitando así la aparición de una estructura política en red, a imagen de la propia sociedad y de la oferta de servicios civiles que la hacen funcionar. Los ciudadanos de un determinado nivel o entorno podríamos comenzar a recibir “ofertas” para la solución de problemas concretos. Comenzaría a habilitarse la posibilidad de gestionar progresivamente los propios impuestos. Hasta el mismo concepto de elecciones periódicas acabaría siendo obsoleto, ya que el concepto de proyecto completado pasaría a ser más significativo que el propio plazo actual entre plebiscitos, y además, la tarea política no tendría la estructura piramidal actual, ya que los políticos se moverían en entornos de poder adecuados a la magnitud de los proyectos que se les encargaran. Pensar que la política del futuro se pudiera parecer a la de hoy sería como pensar que la sociedad actual habría de ser equivalente a aquella en que no existía el teléfono. Las nuevas posibilidades conformarán el futuro.

Pero existe otro efecto fundamental de esa herramienta. Ya describí que sería posible ofrecer opiniones sobre cualquier asunto, disponibles para el resto de los ciudadanos. Se abre así la posibilidad de que quien tenga ideas las pueda ofrecer al conjunto social independientemente de sus medios de cuna. Lo bueno, como los buenos libros, acabará saliendo a flote. Queda abierto el camino al mérito independientemente de los medios o padrinos de que se pudiera disponer.

Así que esa herramienta, además de ofrecerle a usted, ciudadano, un teléfono particular para orientar la labor de sus representantes políticos, le posibilita también un campo de creatividad para sus propias inquietudes en plano de igualdad con el resto de sus conciudadanos. Es de hecho, un gran instrumento de igualdad de oportunidades y de justicia social. La tecnología siempre lo ha sido. Sin ella es imposible concebir una democracia avanzada.

¿Pero qué datos se introducirán en el sistema? Pues esa es una de las primeras cuestiones que la Sociedad habrá de definir progresivamente. Ahí se entra ya, directamente en el debate ideológico, y ya he dicho que lo que pretendo ofrecer es una herramienta. En cualquier caso, parece evidente que existen unos datos básicos, tales como nombre, apellidos, localidad, fecha de nacimiento, etc. que permitan identificar al ciudadano sujeto de derechos. De los sistemas de seguridad que los preserven no es objeto hablar aquí. Basta con que se cumplan las garantías que en su momento la Sociedad vaya exigiendo mediante el uso de la propia herramienta. Si a mi me preguntaran qué más información habría de introducirse, propondría (otra cosa es que la Sociedad lo considerase oportuno) que se introdujera toda la información confidencial que permitiera saberlo TODO de los colectivos sociales y NADA de los individuos, cuyos datos personales, a parte de los básicos, serían accesibles sólo al interesado y al personal autorizado bajo estricta confidencialidad cuya trasgresión sería uno delito sumariamente castigado. Así podríamos conocer qué estratos sociales (por edad, nivel económico o los que se pudieran imaginar) están de acuerdo con cada medida que se tome y cuáles en contra. En definitiva quién o quiénes nos obligan a asumir tal o cual medida cuando no es la nuestra. Eso me parece fundamental para que los colectivos asuman su responsabilidad social por las decisiones que impongan, en lugar de esconderse tras el conjunto social. Considero que la transparencia es fundamental, aunque ahora me muevo en el terreno de la opinión. La experiencia y el ejercicio de la voluntad social irán determinando el mejor uso de la nueva herramienta. Conceptos como izquierda y derecha quedarán superados. Ya no habrá que “guiar al pueblo” según medidas de esas inclinaciones. Él mismo dirá lo que quiera decir. Cuando entienda que de sus decisiones depende realmente su futuro, se encargará de informarse o delegar en gente competente tal como hace hoy con cualquier otro profesional. ¿O le pregunta usted a su médico o a su panadero si es de izquierdas o de derechas? Lo único que le interesa realmente es si es competente, o no, en la solución de sus problemas. La trascendencia de las decisiones vuelve responsable a la gente y viceversa. Y los políticos tendrán que ser responsables necesariamente. No podrán rehuir, tan fácilmente como ahora, las consecuencias de sus decisiones.

¿Y qué pasará con los nacionalistas y otras ideologías? Pues sencillamente que una herramienta así nos dará en todo momento la dimensión social de cada tendencia política, impidiendo las antidemocráticas maniobras de ingeniería social que los colectivos más cultos, más poderosos económicamente o simplemente mejor situados vienen realizando. Cualquier movimiento político sabrá inmediatamente su peso político real. A partir de ahí, crecer o desaparecer, será sólo cuestión de su competencia política profesional y del interés social del producto que vendan compitiendo en un plano de igualdad. Un verdadero demócrata no puede pedir más.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. La grandeza de miras siempre ha exigido que el hecho de legislar, o reglamentar, sea un acto general y atemporal. Hacerlo para dar una respuesta interesada a un problema concreto indica poca categoría moral. Si una ley de rango superior establece un derecho sin condicionantes temporales, ningún reglamento podrá imponérselos sin arrastrar por el suelo el prestigio y la autoridad moral del órgano que lo imponga. Ojalá que C’s no caiga en este error. Quien pueda entender que entienda.

lunes, 23 de junio de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (y IV)


Terminaré esta serie saliendo al paso de algunas de las dificultades que podría implicar la construcción de un motor informático que permitiera conocer la opinión de la Sociedad, sobre asuntos de su interés, de un modo rápido, aséptico y eficaz. Es evidente que una herramienta de este tipo pondría a los políticos al servicio de la voluntad ciudadana, exactamente igual a como hace el teléfono con los profesionales que trabajan en la economía real, en la que son los clientes los que saben lo que quieren, y son los profesionales los que conocen cómo hacerlo y cuánto cuesta cada servicio. Me parece evidente que una herramienta de este tipo sería el revulsivo para cambiar radicalmente la manera actual de hacer política, por otra parte tan desacreditada. Comprendo que políticos apoltronados o ciudadanos acomodados puedan ofrecer resistencia a cambios estructurales tan profundos, pero todos aquellos que sinceramente crean que la legitimidad del poder reside únicamente en los ciudadanos, y que éstos deben ser representados del modo más eficiente posible, no tendrán inconveniente en profundizar en la introducción progresiva de herramientas que faciliten esta tarea.

Ya hice una relación de dificultades en el primer escrito de esta serie. No puedo aquí ni hablar de todos los inconvenientes ni de todas las ventajas. Todo proyecto implica ambas cosas, pero son las perspectivas lo que pone en marcha el esfuerzo y la energía de sus promotores. La pregunta es: -¿Interesa a un demócrata una herramienta que permita conocer el sentir social sobre cualquier asunto en que lo ciudadanos quieran pronunciarse?

La principal argumentación en contra de mi propuesta nace del miedo, creo que honradamente sentido en muchos casos, a que el hecho de ceder la palabra –y por tanto el poder decisorio- a la ciudadanía desemboque en anarquía y demagogia. En el fondo se piensa que la gente no está preparada para autogobernarse. Es el clásico despotismo ilustrado, aunque pueda ser bien intencionado. No hay más que ver –dicen- lo que hemos enviado a eurovisión por voluntad popular o la telebasura que tanta audiencia concita para deducir que a la gente no se le puede dejar tomar decisiones sobre cosas serías.

Sabemos que las masas son capaces de cometer graves errores cuando funcionan de modo acéfalo, y que en situaciones límite, una mente fría seguramente podría decidir con mucha más eficacia, pero a esto respondería que en absoluto propongo reemplazar al político, sino habilitar una nueva línea de comunicación con él. En la vida real, el poder del profesional competente no es en absoluto despreciable, y la comunicación no limita su capacidad de acción. Sólo la orienta. Utilizando un símil marinero, sería la diferencia entre gobernar (decidir el rumbo) y trabajar (manejar la nave para que lo siga). En definitiva, reivindico la capitanía para la Sociedad, en lugar de cómo hoy, solamente elegir al capitán de tanto en tanto. De hecho los políticos seguirían tomando la mayoría de las decisiones para llevar a cabo el proyecto social que se pretenda. Los ciudadanos tienen sus propias preocupaciones, por eso delegan. Sólo les interesa conservar la capacidad de orientar la función política y de exigir responsabilidades rápidamente cuando proceda. Es importante hacer notar que esto no tiene nada que ver con la anarquía. El poder es necesario. Lo que se discute es quién lo detenta realmente en última instancia. Y en todo caso, la implementación de la herramienta sería de modo progresivo y tanteando. No estamos desnudos, de pies en la nieve.

Pero vayamos al análisis de la supuesta incapacidad de la Sociedad para decidir sobre sus propios intereses. Resulta superficial e interesada una mirada simplista sobre la incompetencia o irresponsabilidad de los ciudadanos basada en pequeños o grandes aspectos negativos, que siempre existen en cualquier organización o grupo. Hay que mirar a la Sociedad en toda su colosal amplitud. Como se contempla una ciudad desde una montaña cercana. Y desde esta perspectiva la complejidad y eficacia de una sociedad avanzada es admirable. Hasta las cosas más aparentemente sencillas, como ir al mercado a comprar unos tomates, exige la conjunción de un número de intereses e inquietudes que resulta asombrosa. Ni siquiera sabríamos por donde empezar. ¿Por qué nudo empieza una red? Quizás el agricultor, pero éste usa abonos, herramientas, energía, comunicaciones, sistemas de riego, ayudas informáticas y otros servicios que cada uno, por si mismo, abre otro gran abanico de posibilidades. Luego están los transportistas, envasadores, conserveros, sistemas de distribución, fabricantes de plásticos, bombillas, tuberías, mobiliarios, edificios de todo tipo, bancos, profesionales de muchísimas ramas y podría seguir. Todo eso para que los tomates estén allí, esperando que el cliente vaya a buscarlos cuando lo desee. Y no acaba ahí la cadena. Podría seguir con todo lo necesario para preparar la aparentemente sencilla ensalada de tomates. Desde la cocina a la bandeja ensaladera y los cubiertos, construidos con acero extraído de minerales desenterrados por algún minero. Toda esa increíble maravilla está funcionando para que pueda tomarse esos tomates, preparados a su gusto, como si fuera la cosa más natural. Y sin embargo, no existe una organización central, ni un cerebro central que la haya pensado, planificado ni coordinado. Ya he dicho en anteriores escritos que la Sociedad real funciona en red, con múltiples nodos de poder y decisión, que aparecen y desaparecen espontáneamente según las necesidades. Y me refiero a los nodos, no a las personas, que sólo han de adaptarse. Una Sociedad así no podría funcionar sin sistemas de comunicación bidireccionales y en tiempo real, y ninguna inteligencia central podría organizarla y ni siquiera imaginarla, como ha demostrado la Historia hasta que las redes de comunicación fueron posibles. Dicho de otro modo: la compleja Sociedad actual no sería posible sin el teléfono, por muy geniales que pretendieran ser sus dirigentes. Sin las herramientas adecuadas es estéril hablar de políticas complejas. Y una Sociedad más justa, eficaz y mejor representada es imposible sin una herramienta de comunicación social bidireccional como la que he presentado a lo largo de estos escritos o algo semejante. Todo lo demás es producto viejo y perder el tiempo. Sin piano, Chopin nunca habría podido realizar su música.

La estructura política actual es piramidal incluso en las democracias avanzadas. Y se articula por estratos de poder frecuentemente enfrentados entre sí, en lucha permanente por defender sus parcelas de influencia bajo criterios, demasiadas veces, de intereses partidarios o personalistas. Es una estructura simplista, anticuada e ineficaz para la compleja Sociedad actual, porque carece de un sistema de comunicaciones moderno, eficiente, bidireccional y en red. Y lo seguirá siendo mientras no se la dote de herramientas de ese tipo. Lo demás son parches y remiendos. Es importante comprender que no es un problema de personas sino del Sistema en sí. De lo contrario, en algún país se habría ya construido una sociedad mucho más justa. No puede ser que todos los equipos sean incompetentes o malvados.

Sea cual sea la buena voluntad y competencia de los gestores de la cosa pública, no tengo ninguna duda de que ningún equipo puede ni siquiera soñar con comprender o imaginar las infinitas posibilidades que puede proporcionar un conjunto social que se ve directamente afectado por los problemas. Sencillamente la suma de inteligencia y experiencia social del colectivo vuelve insignificante cualquier equipo humano aunque esté formado por genios. Nadie es inteligente en solitario.

Y falta por derribar un último mito: la supuesta irresponsabilidad de las personas en asuntos de la cosa pública. Todo sería pedir y pedir, argumentan los que pretenden que nada cambie. Pero si miramos un poco más cerca a los ciudadanos, a esos que incluso no tienen estudios ni mucha conciencia política, y nos metemos en su mundo y en su vida, podremos ver como la inmensa mayoría son enormemente responsables en la administración de sus intereses particulares y pequeñas haciendas. Y es por la sencilla razón de que de sus decisiones depende el equilibrio y estabilidad de sus vidas. Conocen sus querencias pero también sus posibilidades, y se ajustan a ellas con ejemplar responsabilidad. Y es, además, ese conocimiento de sus posibilidades y limitaciones, un estímulo de superación personal muy eficaz. Dadle responsabilidad a una persona y se volverá responsable. Convertid sus actos en irrelevantes y lo haréis irresponsable. Ésa es la verdadera realidad. Mirad fuera: ¡la compleja Sociedad funciona!

En una sociedad con sistemas de comunicación política bidireccional no serían posibles las maniobras de ingeniería social que se practican incluso en las democracias avanzadas. Ningún grupo de poder podría imponer sus puntos de vista sin un gran consenso social, es decir, cuando no hace ingeniería sino servicio al sentimiento mayoritario. Fenómenos como los que se han dado y se están dando en Cataluña, el País Vasco o Galicia, por hablar sólo de España, no serían posibles. ¡La gente no es tonta! Aunque sí que se la puede enmudecer. Basta con no proporcionarles medios de expresión adecuados y pintar la realidad deseada en los medios de comunicación del Sistema. Es aquello de repetir la mentira las suficientes veces durante el suficiente tiempo.

Tampoco existe ninguna razón convincente para esperar que una Sociedad, en su conjunto, no pueda atender a las minorías o a los colectivos más necesitados con menos eficacia que un equipo político. La conciencia social no es exclusiva de los grupos gestores, y es probable que cuando un grupo social centra su atención en un colectivo desfavorecido, tenga muchos menos intereses particulares que un equipo político que pretenda hacer lo mismo. Además, siempre hay un conjunto social al lado de todo colectivo minoritario o necesitado. No se puede decir lo mismo de los equipos políticos.

Para terminar, si un partido político quiere realmente alcanzar el poder para cambiar la manera de hacer política, ya he dicho muchas veces que ha de entrar en competencia con un gran respaldo económico y mediático o con un producto nuevo. C’s sólo puede aspirar a la segunda opción, y por ello tendría que ser pionero en la creación de herramientas de comunicación como la que he apuntado en estos escritos. Como ya dije, se podría empezar por una ventanita en la zona de afiliados de la web que dijera:

-¿Qué desea usted?

De haber dispuesto de esa posibilidad, ¿no creen ustedes que muchos de los actuales problemas de C’s no existirían?

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. Seguimos en el Partido perdiendo el tiempo, divididos y poniéndonos palos en las ruedas en lugar de hablar de cómo crear y vender producto político nuevo. Es muy probable que este Partido no resista más “victorias” de ninguna parte sobre otra. Es preciso el diálogo y la conjunción. Fuera lo tenemos todo por hacer. En breve, tras el verano, tenemos las elecciones autonómicas vascas. Carecemos de estructura en esa Autonomía. Lo más sensato sería pedir el voto para la UPyD (¿o prefieren otro?) y enviar algún equipo, como pensó una afiliada, que pegue carteles con el lema: “Vote UPyD mientras no pueda votar Ciudadanos”.

Para marzo tendremos las autonómicas gallegas. Allí sí que podemos y debemos estar. Para entonces C’s debería poseer un proyecto consistente y consensuado. Escuchemos y apoyemos a los compañeros que tenemos allí. No son una Agrupación de unos cincuenta. Son la 5ª Autonomía de España por número de votos, con enormes posibilidades de crecer si lo hacemos bien. Y son un excelente banco de pruebas para preparar el futuro y ver si hemos enmendado la trayectoria.

lunes, 16 de junio de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (III)


Al principio de esta serie apunté algunas de las dificultades que un sistema de representación real, como el que pretendo, podría introducir, pero antes de entrar en su análisis prefiero hacer hincapié en las innumerables ventajas que un sistema así ofrece. Es un tópico que nos empeñamos en seguir con la costumbre de lo ya conocido y que se suele decir que más vale malo conocido que bueno por conocer, pero no hay que olvidar que en su tiempo también costó introducir la electricidad en las viviendas. Las dificultades eran enormes, y la gente ya iba tirando sin ella desde siempre. También costó introducir las tarjetas de crédito, y cuesta introducir la banca por internet, y otros servicios avanzados, pero la gente va comprendiendo sus ventajas y se adapta progresivamente. Y una vez adaptada ya nunca ha querido retroceder. Así que alguna vez hay que abrir paso a lo nuevo y diferente aunque eso exija un esfuerzo de comprensión y adaptación. De no haberlo hecho así nuestros antepasados, ¡todavía seguiríamos en la edad de piedra!

Hagamos el experimento mental de situarnos en una sociedad que dispone de una herramienta como la que describí en el artículo anterior. Cuando tengamos esa, llamémosle “línea telefónica” de comunicación bidireccional con nuestros representantes, la forma de hacer política cambiará radicalmente por pura necesidad funcional. Y las ventajas serán muchas. Aunque confieso que me resulta difícil tener que demostrar lo que parece evidente: que a unos profesionales que se autodenominan representantes les tiene que interesar una herramienta que les permita conocer la opinión de sus representados. Enumeremos algunas:

- En primer lugar, y no es poco, ya no tendrán sentido las campañas de propaganda política en su actual formato. Como los ciudadanos podrán establecer las prioridades sobre la marcha y en cualquier momento, carecerán de objeto las actuales promesas de campaña electoral, tan populistas y demagógicas muchas de ellas, y tan rápidamente olvidadas en un cajón nada más pasadas las elecciones. Las campañas tendrán que versar, necesariamente, sobre la eficacia de la anterior gestión demostrada en cada ámbito de la Administración, exactamente igual a como la gente lo hace con los profesionales que contrata en función de su satisfacción por el servicio obtenido. Entrará en función la discusión de competencias profesionales en lugar de las campañas de “subastas” actuales de “a ver quien da más”. Sólo esto ya dignificará enormemente la función política y favorecerá el respeto por los ciudadanos y el afán de servirlos. La competencia demostrada, como sistema de elección futura. ¡No puede haber mejor criterio!

- Los actuales privilegios de acceso a los medios de comunicación y financiación, que tanta ventaja dan a los partidos establecidos y que maltratan a los pequeños con una situación de injusta y desproporcionada desigualdad de oportunidades perderá mucho de su sentido al desaparecer las campañas antedichas, basadas en el poder económico y mediático en lugar de en la eficacia. Las pequeñas parcelas de poder que mediante esta herramienta, un nuevo partido vaya alcanzando, le darán ocasión de foguearse, demostrar su eficacia, asumir experiencia e ir ganando prestigio, siguiendo el camino que han seguido todos los profesionales de cualquier ejercicio. Nadie nace enseñado.

- La planificación a largo plazo cobrará de nuevo sentido, en contraste con la visión miope de intereses a ritmo de elecciones que marcan actualmente las prioridades de los políticos, porque estas prioridades ahora las establecerán los ciudadanos según sus intereses de conjunto. Podrán plantearse políticas ambientales y económicas de largo recorrido. Especialmente las primeras empiezan a ser críticas, y seguimos sin hacer nada.

- Un gobierno democrático debe pensar en todos los ciudadanos, no sólo en los que apoyan su ideario. Actualmente es fácil que una minoría relativa, con medios suficientes, y bien organizada alcance el poder e imponga hábilmente al conjunto sus visiones sociales parciales, practicando la ingeniería social. Los gobiernos nacionalistas nos han proporcionado frecuentes ejemplos de ello. Y no excluyo a ninguno. Tal manipulación no sería posible con una herramienta que permita la intervención ciudadana inmediata. ¿Hubiéramos ido a Irak? ¿Tendríamos enseñanza bilingüe? Por eso la mejor defensa de los intereses del conjunto la hará siempre el mismo conjunto. Es muy difícil dejar de atender la voz de la razón cuando no se puede impedir que ésta se pronuncie.

- Tampoco hay que menospreciar el nuevo terreno de desarrollo creativo que se ofrece a toda la sociedad en su conjunto. Todo el mundo tendrá derecho a hacer propuestas. Ése es el mejor camino para que aparezcan algunas muy buenas. Pasará como con la música o la literatura. Todo el mundo puede escribirlas. Sólo lo realmente bueno trascenderá.

- La sociedad moderna se estructura en forma de red. El concepto actual de poder político se vertebra de forma piramidal. Esto lo vuelve ineficaz. Las necesidades sociales se presentan en ámbitos y esferas, muchas veces sin relación entre sí. Si los afectados pueden hablar, los servicios políticos se irán adaptando a esa estructura descentralizada y en red. Los órganos políticos aparecerán de modo espontáneo en función de las necesidades, y desaparecerán con ellas para adaptarse a otras nuevas o a sus nuevos aspectos. La evolución permanente llegará a la política en función de la realidad, que será la que configure la política, en lugar de al revés, como sucede actualmente con frecuencia.

- La política de representación que propiciará una herramienta como la que propongo necesitará de muchos más profesionales que los actuales. Los problemas sociales son inmensos, y si los políticos los afrontan eficazmente, serán reconocidos y recompensados en concordancia. No hay que temer que las profesiones que prestan servicios necesarios desaparezcan.

- Las posibilidades de corrupción, nepotismo, malversación de fondos públicos, etc. quedarán muy mermadas. Más que una competencia por partidos, que tendrán que aprender a funcionar de otra manera, tendremos una competencia de proyectos y maneras de afrontar los problemas. Exactamente igual que las empresas compiten por proyectos concretos. El mandato de cuatro años no impedirá que se escuchen todas las ofertas políticas para situaciones concretas. Cualquiera podrá ofertar. Buscar respuesta y prestigio. Será el prestigio uno de los principales valores del mercado político.

- También será importante el ejemplo que una democracia de este tipo ofrecerá a los países bajo dictaduras de cualquier tipo. El desprestigio moral de las democracias avanzadas, sus corrupciones, hipocresías y trapicheos son utilizadas por los países no democráticos para justificar sus sistemas. Una democracia más representativa será un ejemplo mucho menos criticable. Y todos sabemos que se predica con el ejemplo.

- Por supuesto no olvido que la transición hacia un modelo de este tipo ha de ser progresiva. Se ha de evolucionar, no revolucionar. Y ya he dicho que todo lo que se mueve necesita frenos. Aunque éstos nunca se han de utilizar para inmovilizar.

Y dejémonos ya de generalidades y estudiemos el interés más concreto de C’s. He dicho muchas veces que C’s debe vender un producto político diferente. Si actúa según los parámetros de los partidos establecidos no tendrá ni lugar ni sentido. Todo lo más será un partidito agónico, siempre amenazado de extinción. Es evidente que no hemos conectado con el sentir de la mayoría social. De ser así el flujo de afiliados habría sido una avalancha. El no-nacionalismo, una de las pocas cosas que nos ha unido a todos, se ha demostrado insuficiente, una herramienta así no lo contradice y necesitamos aumentar nuestra oferta política para aumentar la respuesta social. Hablamos, también, de regeneración de la democracia pero hemos hecho lo que todos en este terreno, es decir nada, y necesitamos ofrecer lo que nadie ofrece. Por eso C’s debería interesarse por un producto así, que en el fondo sólo pretende transferir el poder, que actualmente detentan los partidos del sistema, desde sus manos a las de los ciudadanos que podrían votarnos a cambio. Vendamos el poder que no es nuestro. Quitémoselo a los teopolíticos para dárselo a los ciudadanos –su único y legítimo dueño- igual que los burgueses de la Revolución Francesa se lo quitaron a la aristocracia para supuestamente dárselo a los ciudadanos. ¡Tengamos la audacia de intentarlo! C’s puede capitanear una reforma así. No triunfaremos de golpe, pero tendremos un discurso rompedor que los partidos del establishment no podrán soportar ni copiar. Poco a poco iremos despertando conciencias y siendo creíbles. Es lo que yo intento conseguir ahora en el Partido, porque si éste no adopta y ensaya un modelo así previamente, tampoco será creíble. Sea cual sea, debemos experimentar en nosotros mismos el producto que pretendemos vender.

¿Qué somos ahora? Un partido pequeño y dividido que desde el éxito inicial sólo ha ido perdiendo ilusiones, afiliados y elecciones. ¿Qué futuro esperamos…? ¿Aguantar cuatro asientos hasta que la realidad demuestre que sus patas están serradas?

C’s necesita una Ejecutiva valiente, con grandeza de miras y que quiera llegar. ¡Una Ejecutiva realmente ambiciosa! ¡Vamos a por los grandes partidos! Debe pensar siempre en términos del afiliado, y no de uno mismo, porque ya sabemos que ningún cargo puede durar más de ocho años. Hay que pensar como si no se estuviera en el poder, poniéndose en el lugar del afiliado. Es la mejor manera de descubrir sus deseos y necesidades. Pensar en términos de ciudadano, que es lo que todos siempre seremos. No es preciso cambiar personas, pero sí actitudes. Quizás todos tengamos que hacerlo.

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

P.D. En marzo tendremos elecciones en Galicia. Ese puede ser, en realidad debe de ser, el punto de inflexión de la trayectoria descendente de C’s desde el éxito en las autonómicas de Cataluña. Para entonces deberíamos tener una estrategia consensuada entre todas las tendencias que se pueda ensayar en esa autonomía que nos puede servir de banco de pruebas. Si C’s pierde allí, pero sobre todo si no se presenta, el mensaje al resto de España será demoledor: ¡C’s no existe! Mientras tanto, nosotros aquí, inmovilizados en discusiones bizantinas aunque el Partido reviente. No tenemos mucho tiempo para recomponernos el moño y presentar algo nuevo y rompedor. Convoquemos un concurso de proyectos, abierto a todos, para ver si tenemos algo así. Dejémonos de desconfianzas y utilicemos la energía para unir, y si después tenemos algo, convoquemos un Congreso CONSTRUCTIVO. Sólo él es necesario para reencontrarnos. A él deberían ir todos los afiliados que lo deseen. No somos tantos y podemos permitírnoslo.

Y todo esto, como apunta el calendario, debe ser antes de marzo. ¿Hay alguien con responsabilidad que tienda la mano, o seguimos perdiendo el tiempo?