Terminaré esta serie saliendo al paso de algunas de las dificultades que podría implicar la construcción de un motor informático que permitiera conocer la opinión de la Sociedad, sobre asuntos de su interés, de un modo rápido, aséptico y eficaz. Es evidente que una herramienta de este tipo pondría a los políticos al servicio de la voluntad ciudadana, exactamente igual a como hace el teléfono con los profesionales que trabajan en la economía real, en la que son los clientes los que saben lo que quieren, y son los profesionales los que conocen cómo hacerlo y cuánto cuesta cada servicio. Me parece evidente que una herramienta de este tipo sería el revulsivo para cambiar radicalmente la manera actual de hacer política, por otra parte tan desacreditada. Comprendo que políticos apoltronados o ciudadanos acomodados puedan ofrecer resistencia a cambios estructurales tan profundos, pero todos aquellos que sinceramente crean que la legitimidad del poder reside únicamente en los ciudadanos, y que éstos deben ser representados del modo más eficiente posible, no tendrán inconveniente en profundizar en la introducción progresiva de herramientas que faciliten esta tarea.
Ya hice una relación de dificultades en el primer escrito de esta serie. No puedo aquí ni hablar de todos los inconvenientes ni de todas las ventajas. Todo proyecto implica ambas cosas, pero son las perspectivas lo que pone en marcha el esfuerzo y la energía de sus promotores. La pregunta es: -¿Interesa a un demócrata una herramienta que permita conocer el sentir social sobre cualquier asunto en que lo ciudadanos quieran pronunciarse?
La principal argumentación en contra de mi propuesta nace del miedo, creo que honradamente sentido en muchos casos, a que el hecho de ceder la palabra –y por tanto el poder decisorio- a la ciudadanía desemboque en anarquía y demagogia. En el fondo se piensa que la gente no está preparada para autogobernarse. Es el clásico despotismo ilustrado, aunque pueda ser bien intencionado. No hay más que ver –dicen- lo que hemos enviado a eurovisión por voluntad popular o la telebasura que tanta audiencia concita para deducir que a la gente no se le puede dejar tomar decisiones sobre cosas serías.
Sabemos que las masas son capaces de cometer graves errores cuando funcionan de modo acéfalo, y que en situaciones límite, una mente fría seguramente podría decidir con mucha más eficacia, pero a esto respondería que en absoluto propongo reemplazar al político, sino habilitar una nueva línea de comunicación con él. En la vida real, el poder del profesional competente no es en absoluto despreciable, y la comunicación no limita su capacidad de acción. Sólo la orienta. Utilizando un símil marinero, sería la diferencia entre gobernar (decidir el rumbo) y trabajar (manejar la nave para que lo siga). En definitiva, reivindico la capitanía para la Sociedad, en lugar de cómo hoy, solamente elegir al capitán de tanto en tanto. De hecho los políticos seguirían tomando la mayoría de las decisiones para llevar a cabo el proyecto social que se pretenda. Los ciudadanos tienen sus propias preocupaciones, por eso delegan. Sólo les interesa conservar la capacidad de orientar la función política y de exigir responsabilidades rápidamente cuando proceda. Es importante hacer notar que esto no tiene nada que ver con la anarquía. El poder es necesario. Lo que se discute es quién lo detenta realmente en última instancia. Y en todo caso, la implementación de la herramienta sería de modo progresivo y tanteando. No estamos desnudos, de pies en la nieve.
Pero vayamos al análisis de la supuesta incapacidad de la Sociedad para decidir sobre sus propios intereses. Resulta superficial e interesada una mirada simplista sobre la incompetencia o irresponsabilidad de los ciudadanos basada en pequeños o grandes aspectos negativos, que siempre existen en cualquier organización o grupo. Hay que mirar a la Sociedad en toda su colosal amplitud. Como se contempla una ciudad desde una montaña cercana. Y desde esta perspectiva la complejidad y eficacia de una sociedad avanzada es admirable. Hasta las cosas más aparentemente sencillas, como ir al mercado a comprar unos tomates, exige la conjunción de un número de intereses e inquietudes que resulta asombrosa. Ni siquiera sabríamos por donde empezar. ¿Por qué nudo empieza una red? Quizás el agricultor, pero éste usa abonos, herramientas, energía, comunicaciones, sistemas de riego, ayudas informáticas y otros servicios que cada uno, por si mismo, abre otro gran abanico de posibilidades. Luego están los transportistas, envasadores, conserveros, sistemas de distribución, fabricantes de plásticos, bombillas, tuberías, mobiliarios, edificios de todo tipo, bancos, profesionales de muchísimas ramas y podría seguir. Todo eso para que los tomates estén allí, esperando que el cliente vaya a buscarlos cuando lo desee. Y no acaba ahí la cadena. Podría seguir con todo lo necesario para preparar la aparentemente sencilla ensalada de tomates. Desde la cocina a la bandeja ensaladera y los cubiertos, construidos con acero extraído de minerales desenterrados por algún minero. Toda esa increíble maravilla está funcionando para que pueda tomarse esos tomates, preparados a su gusto, como si fuera la cosa más natural. Y sin embargo, no existe una organización central, ni un cerebro central que la haya pensado, planificado ni coordinado. Ya he dicho en anteriores escritos que la Sociedad real funciona en red, con múltiples nodos de poder y decisión, que aparecen y desaparecen espontáneamente según las necesidades. Y me refiero a los nodos, no a las personas, que sólo han de adaptarse. Una Sociedad así no podría funcionar sin sistemas de comunicación bidireccionales y en tiempo real, y ninguna inteligencia central podría organizarla y ni siquiera imaginarla, como ha demostrado la Historia hasta que las redes de comunicación fueron posibles. Dicho de otro modo: la compleja Sociedad actual no sería posible sin el teléfono, por muy geniales que pretendieran ser sus dirigentes. Sin las herramientas adecuadas es estéril hablar de políticas complejas. Y una Sociedad más justa, eficaz y mejor representada es imposible sin una herramienta de comunicación social bidireccional como la que he presentado a lo largo de estos escritos o algo semejante. Todo lo demás es producto viejo y perder el tiempo. Sin piano, Chopin nunca habría podido realizar su música.
La estructura política actual es piramidal incluso en las democracias avanzadas. Y se articula por estratos de poder frecuentemente enfrentados entre sí, en lucha permanente por defender sus parcelas de influencia bajo criterios, demasiadas veces, de intereses partidarios o personalistas. Es una estructura simplista, anticuada e ineficaz para la compleja Sociedad actual, porque carece de un sistema de comunicaciones moderno, eficiente, bidireccional y en red. Y lo seguirá siendo mientras no se la dote de herramientas de ese tipo. Lo demás son parches y remiendos. Es importante comprender que no es un problema de personas sino del Sistema en sí. De lo contrario, en algún país se habría ya construido una sociedad mucho más justa. No puede ser que todos los equipos sean incompetentes o malvados.
Sea cual sea la buena voluntad y competencia de los gestores de la cosa pública, no tengo ninguna duda de que ningún equipo puede ni siquiera soñar con comprender o imaginar las infinitas posibilidades que puede proporcionar un conjunto social que se ve directamente afectado por los problemas. Sencillamente la suma de inteligencia y experiencia social del colectivo vuelve insignificante cualquier equipo humano aunque esté formado por genios. Nadie es inteligente en solitario.
Y falta por derribar un último mito: la supuesta irresponsabilidad de las personas en asuntos de la cosa pública. Todo sería pedir y pedir, argumentan los que pretenden que nada cambie. Pero si miramos un poco más cerca a los ciudadanos, a esos que incluso no tienen estudios ni mucha conciencia política, y nos metemos en su mundo y en su vida, podremos ver como la inmensa mayoría son enormemente responsables en la administración de sus intereses particulares y pequeñas haciendas. Y es por la sencilla razón de que de sus decisiones depende el equilibrio y estabilidad de sus vidas. Conocen sus querencias pero también sus posibilidades, y se ajustan a ellas con ejemplar responsabilidad. Y es, además, ese conocimiento de sus posibilidades y limitaciones, un estímulo de superación personal muy eficaz. Dadle responsabilidad a una persona y se volverá responsable. Convertid sus actos en irrelevantes y lo haréis irresponsable. Ésa es la verdadera realidad. Mirad fuera: ¡la compleja Sociedad funciona!
En una sociedad con sistemas de comunicación política bidireccional no serían posibles las maniobras de ingeniería social que se practican incluso en las democracias avanzadas. Ningún grupo de poder podría imponer sus puntos de vista sin un gran consenso social, es decir, cuando no hace ingeniería sino servicio al sentimiento mayoritario. Fenómenos como los que se han dado y se están dando en Cataluña, el País Vasco o Galicia, por hablar sólo de España, no serían posibles. ¡La gente no es tonta! Aunque sí que se la puede enmudecer. Basta con no proporcionarles medios de expresión adecuados y pintar la realidad deseada en los medios de comunicación del Sistema. Es aquello de repetir la mentira las suficientes veces durante el suficiente tiempo.
Tampoco existe ninguna razón convincente para esperar que una Sociedad, en su conjunto, no pueda atender a las minorías o a los colectivos más necesitados con menos eficacia que un equipo político. La conciencia social no es exclusiva de los grupos gestores, y es probable que cuando un grupo social centra su atención en un colectivo desfavorecido, tenga muchos menos intereses particulares que un equipo político que pretenda hacer lo mismo. Además, siempre hay un conjunto social al lado de todo colectivo minoritario o necesitado. No se puede decir lo mismo de los equipos políticos.
Para terminar, si un partido político quiere realmente alcanzar el poder para cambiar la manera de hacer política, ya he dicho muchas veces que ha de entrar en competencia con un gran respaldo económico y mediático o con un producto nuevo. C’s sólo puede aspirar a la segunda opción, y por ello tendría que ser pionero en la creación de herramientas de comunicación como la que he apuntado en estos escritos. Como ya dije, se podría empezar por una ventanita en la zona de afiliados de la web que dijera:
-¿Qué desea usted?
De haber dispuesto de esa posibilidad, ¿no creen ustedes que muchos de los actuales problemas de C’s no existirían?
Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!
P.D. Seguimos en el Partido perdiendo el tiempo, divididos y poniéndonos palos en las ruedas en lugar de hablar de cómo crear y vender producto político nuevo. Es muy probable que este Partido no resista más “victorias” de ninguna parte sobre otra. Es preciso el diálogo y la conjunción. Fuera lo tenemos todo por hacer. En breve, tras el verano, tenemos las elecciones autonómicas vascas. Carecemos de estructura en esa Autonomía. Lo más sensato sería pedir el voto para la UPyD (¿o prefieren otro?) y enviar algún equipo, como pensó una afiliada, que pegue carteles con el lema: “Vote UPyD mientras no pueda votar Ciudadanos”.
Para marzo tendremos las autonómicas gallegas. Allí sí que podemos y debemos estar. Para entonces C’s debería poseer un proyecto consistente y consensuado. Escuchemos y apoyemos a los compañeros que tenemos allí. No son una Agrupación de unos cincuenta. Son la 5ª Autonomía de España por número de votos, con enormes posibilidades de crecer si lo hacemos bien. Y son un excelente banco de pruebas para preparar el futuro y ver si hemos enmendado la trayectoria.