El proyecto C’s, que podríamos resumir como regeneración democrática y atención al ciudadano, por su propia ambigüedad ha atraído gente desde todas las posiciones del arco ideológico, cada cual con sus motivos. El problema es cómo llevarlo a buen puerto. Se han propuesto muchas cosas, que en mi opinión, repiten el modelo establecido: los grupos directores inventan soluciones que intentan aplicar al conjunto social sobre el que influyen, ¡y a ver que pasa! Todo eso para mí son maneras y producto viejo, y nunca podremos competir con los partidos establecidos que ya lo venden, salvo que descubramos algún hueco olvidado en el cual ocupar una posición siempre secundaria en el Sistema, que es, a mí juicio, el verdadero problema y lo que hay que cambiar. Toda mi actividad política - básicamente mi Agrupación - se ha centrado en promocionar una serie de medidas cuyo objetivo final es transferir poder desde los políticos hacia los ciudadanos para que éstos sean los protagonistas fundamentales de la Sociedad que conforman, y dispongan de instrumentos para orientar la actividad de los políticos sobre los problemas que consideren prioritarios, -cosa que hoy no sucede-, posibilidad, por otra parte, que la mayoría de los políticos parecen detestar en cuanto pisan moqueta.
He podido constatar que la mayor dificultad con la que he tropezado es el hábito de pensar según los trillados caminos habituales, junto con la dificultad de innovar. Se dice que se va a hacer de otra manera, pero se acaba actuando como siempre. Es por ello que antes de iniciar la presentación, en este nuevo entorno, de las que yo considero, (sin pretensiones personales), propuestas innovadoras, he de aprovechar mi experiencia y comenzar destacando las absurdas incongruencias de la actual manera de hacer política, a la que yo llamo Teopolítica, porque desde luego, la función política actual es más que una profesión. (Algo así como que el Barcelona es más que un club.)
Con toda probabilidad, los vasallos de todo tipo de monarquías absolutas y de teocracias, estaban firmemente convencidos de que el poder de sus amos “venía de Dios”, y que las cosas no podían hacerse de otra manera. Eso pasó durante miles de años y sigue pasando en una parte significativa del Planeta. A los ciudadanos de las democracias occidentales, tal concepción ahora ya nos parece absurda, pero la traigo a colación porque me da pie a la pregunta de si no habrá un buen número de actitudes en nuestro sistema actual que sean absurdas, aunque no las percibimos por la fuerza de la costumbre que nos lleva a caer en el mismo pecado. Trataré de hacerlas evidentes poco a poco, por si fuera posible cambiarlas de una manera más conveniente para el ciudadano y sin mucho coste. Les invito a pensar sobre los siguientes aspectos:
1.- Un político es el único profesional que se cree legitimado para hacer lo que crea oportuno por el simple hecho de ser elegido. No creo que ninguno de ustedes conceda ese derecho a un médico, por ejemplo, por el simple hecho de elegirlo. Elegirlo sólo le da derecho a aconsejarlo e intervenirlo, después de oírlo, pero usted conservará todo su derecho a decidir y exigir responsabilidades. ¿Por qué no con el político?
2.- Un político es el único profesional que la única responsabilidad que admite, (y con dificultad), por las consecuencias negativas de sus decisiones es la dimisión. Y aun así, no existen órganos específicos capaces de imponérsela. (Él sólo responde ante el lejano pueblo.) Algo así como si un ingeniero, al que por un error se le cayera un puente, pudiera dimitir como toda consecuencia e irse de rositas. ¿Le parece lógico en un caso sí y no en el otro?
3.- Un político es el único profesional que pueda ejercer sin ninguna cualificación. La defensa de este absurdo sólo se sostiene porque no es responsable. Se arguye que todo el mundo tiene derecho a ser elegido, y yo digo que también todo el mundo tiene derecho a ser médico, pero que eso no le exime de cualificarse, aunque si se exigieran responsabilidades, no haría falta exigir cualificación. Nadie se atrevería a ejercer de aquello para lo que no está preparado si sabe que deberá pagar por sus errores.
Y queda mucho más, pero seguiré en próximo día, porque no me gustaría abusar de su paciencia, ni perder en intensidad lo que se gane en cantidad.
Con toda probabilidad, los vasallos de todo tipo de monarquías absolutas y de teocracias, estaban firmemente convencidos de que el poder de sus amos “venía de Dios”, y que las cosas no podían hacerse de otra manera. Eso pasó durante miles de años y sigue pasando en una parte significativa del Planeta. A los ciudadanos de las democracias occidentales, tal concepción ahora ya nos parece absurda, pero la traigo a colación porque me da pie a la pregunta de si no habrá un buen número de actitudes en nuestro sistema actual que sean absurdas, aunque no las percibimos por la fuerza de la costumbre que nos lleva a caer en el mismo pecado. Trataré de hacerlas evidentes poco a poco, por si fuera posible cambiarlas de una manera más conveniente para el ciudadano y sin mucho coste. Les invito a pensar sobre los siguientes aspectos:
1.- Un político es el único profesional que se cree legitimado para hacer lo que crea oportuno por el simple hecho de ser elegido. No creo que ninguno de ustedes conceda ese derecho a un médico, por ejemplo, por el simple hecho de elegirlo. Elegirlo sólo le da derecho a aconsejarlo e intervenirlo, después de oírlo, pero usted conservará todo su derecho a decidir y exigir responsabilidades. ¿Por qué no con el político?
2.- Un político es el único profesional que la única responsabilidad que admite, (y con dificultad), por las consecuencias negativas de sus decisiones es la dimisión. Y aun así, no existen órganos específicos capaces de imponérsela. (Él sólo responde ante el lejano pueblo.) Algo así como si un ingeniero, al que por un error se le cayera un puente, pudiera dimitir como toda consecuencia e irse de rositas. ¿Le parece lógico en un caso sí y no en el otro?
3.- Un político es el único profesional que pueda ejercer sin ninguna cualificación. La defensa de este absurdo sólo se sostiene porque no es responsable. Se arguye que todo el mundo tiene derecho a ser elegido, y yo digo que también todo el mundo tiene derecho a ser médico, pero que eso no le exime de cualificarse, aunque si se exigieran responsabilidades, no haría falta exigir cualificación. Nadie se atrevería a ejercer de aquello para lo que no está preparado si sabe que deberá pagar por sus errores.
Y queda mucho más, pero seguiré en próximo día, porque no me gustaría abusar de su paciencia, ni perder en intensidad lo que se gane en cantidad.
Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!
P.D. Creo necesario implicar e ilusionar a las bases convocando un Congreso Extraordinario donde se propongan proyectos de futuro y equipos de trabajo (ni hablar de estatutos o ideario), y donde se renueven confianzas o se exijan responsabilidades. Y cuanto antes mejor. Sólo la Asamblea tiene la autoridad moral para cerrar esta fase y aunar energías y esfuerzos. El Congreso Extraordinario podría convocarse para septiembre-octubre, para dar tiempo a que se conozcan y discutan los proyectos en las Agrupaciones durante al menos dos meses. Podrían organizarse conferencias donde los responsables de equipo explicaran sus proyectos. Esto daría cauce a las energías constructivas de las bases. Y creo también, dicho sea de paso y en otra dirección, que hablar en estos momentos de UPyD y C's es prematuro y derrotista. Primero hay que reparar el aparellaje de nuestro desarbolado barquito hasta que vuelva a navegar ligero, insolente y peligroso.
2 comentarios:
Me parece un excelente análisis, lo creo acertadísimo.
MANIFIESTO POR LA REFORMA DE LA ACTUAL LEY ELECTORAL
Un cada vez más extenso grupo de ciudadanos considera una urgente necesidad democrática reformar la actual Ley Electoral.
No es de justicia que a Izquierda Unida le cueste cada escaño 481.520 votos y a UPyD 303.535 votos mientras que al PNV le cuesta solamente 50.541, a Nafarroa Bai 62.073, al PSOE 65.470 y al PP 66.470 votos.
No es justo que IU, tercera fuerza política en número de votos tenga 2 escaños y CIU con 200.000 votos menos obtenga 10 diputados.
No es justo que UPyD, quinta fuerza política en número de votos alcance únicamente 1 asiento en el Parlamento y el PNV también con menos votos consiga 6 escaños.
Este sistema adultera la voluntad de los ciudadanos emitida en las urnas, escamotea la representatividad y proporcionalidad de un sistema multipartidista como el español y burla el deseo de gran parte de los votantes que observan como su voto no vale nada en virtud de una Ley Electoral caduca.
Por tanto:
Exigimos a las dos grandes formaciones políticas españolas una profunda reflexión sobre el tema desvinculada de sus intereses partidistas, coyunturales y electorales.
Reclamamos que escuchen las voces que se alzan en la sociedad representando a una mayoría deseosa de un cambio que permita que el voto de todos los ciudadanos tenga el mismo valor.
Demandamos una reforma de la actual Ley Electoral, por injusta y alejada del principio "Un ciudadano, un voto".
POR UNA REFORMA DE LA LEY ELECTORAL.
UN CIUDADANO, UN VOTO.
http://reformaleyelectoral.blogspot.com/
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