Lo que realmente atrajo mi atención -entre la cháchara habitual de políticos e intelectuales- cuando apareció la Asociación Ciutadans de Catalunya con su primer manifiesto fue su intención de crear un Partido Político que prometía hacer las cosas de una nueva manera, centrada en los ciudadanos. La intención ya merecía el esfuerzo de implicarme, pues muchas veces había pensado que el verdadero problema de todas las políticas de todos los tiempos había sido siempre el haber servido, en mayor o menor grado, a intereses partidarios bajo la confusa invocación de ideas “elevadas” como Dios, Patria o Pueblo, ante las cuales la persona y sus derechos debían claudicar.
Dios, Patria y Pueblo son conceptos sentimentales. Es sabido que los sentimientos enfrentan a las personas. A veces de modo violento. En ese mar de emociones sólo nos queda la razón como brújula fiable. La razón es lo único que tenemos todos los seres humanos en común. La única posibilidad de comprender al otro, y por lo tanto, como decía Locke, el único juez supremo y digno de la última palabra. Ningún racionalista antepondrá los sentimientos a la razón ni descalificará sin conocer. Sí lo hará, sin embargo, cualquier sentimental comprometido con su lucha emocional privada. Entre un talibán, un patriota, o un demócrata emocional, dispuestos a anteponer emoción a razón, sólo existe una diferencia cuantitativa, no cualitativa.
Yo aspiro a ser racional en primer lugar, lo cual no implica renunciar a los sentimientos porque ya conozco que la razón, más que anularlos, los realiza oportunamente y los sublima. Me gustaría destacar la diferencia esencial existente entre ciudadano e idea, entre persona y sentimiento. En contra de un concepto muy común, las personas no son lo que piensan. Pueden pensar cualquier cosa; pueden cambiar lo que piensan y seguirán siendo personas. Tampoco las personas son lo que sienten; pueden cambiar sus sentimientos por otros, ampliarlos o eliminarlos, y seguirán siendo personas. Es evidente que no se puede ser persona sin ideas ni sentimientos, pero ni las unas, ni los otros, son únicos, excluyentes, ni necesariamente definitivos. El proceso de cambio puede ser doloroso, pero si creemos que cuando atacamos ideas o sentimientos, estamos atacando a las personas, o a la inversa: si se cree que cuando ponen en entredicho nuestras ideas o sentimientos es que se nos está atacando, se está cayendo en un grave error de enfoque que con frecuencia hace imposible la comprensión mutua y el acuerdo. Se está chocando con un muro de irracionalidad, porque cualquier idea puede estar equivocada y cualquier sentimiento puede ser o devenir malsano. Por eso, aunque en su momento pueda atacar ideas o sentimientos, declaro explícitamente que jamás atacaré personas. Las personas son el objetivo de mi esfuerzo, como también lo declara C’s. El debate racional, o te salva de tu error, o te afirma en tu certeza. Siempre se gana si no media vanidad o un exceso de amor propio.
Me gustaría encuadrarme en el núcleo de la corriente más racional que pueda generar este Partido, porque soy de los convencidos de que hay muchos tópicos que derribar –y muy queridos también entre la izquierda tradicional- hasta que veamos el absurdo de la manera actual de desarrollar la Función Política en las llamadas “Democracias Avanzadas” y podamos así cambiarla: la Función Política, la única profesión que carece de un marco de derechos, deberes, responsabilidades y de un sistema de control específico. Y eso pasa en la que se supone que es la función más importante, ya que a todos nos afecta y muy directamente. Si tal situación es tan conveniente, podríamos ir pensando, por el bien de todos, en situar a las demás profesiones en igualdad de condiciones y desregularizarlo todo. ¿No?
Pero si la respuesta es un no rotundo, resulta evidente que algo falla. Resaltar esos errores y contradicciones será el objetivo de mi trabajo, y espero que el de todos los que me quieran ayudar en el proyecto de centrar la política en las personas y sus derechos. En el objetivo copernicano de poner a las personas por delante de ideologías, patrias y religiones. A fin de cuentas, todo eso no es nada sin las personas, aunque sospecho que éstas pueden vivir muy anchas sin ellas. O con ellas, en la medida que libremente las quieran aceptar.
Pero eso será otro día.
Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!
Dios, Patria y Pueblo son conceptos sentimentales. Es sabido que los sentimientos enfrentan a las personas. A veces de modo violento. En ese mar de emociones sólo nos queda la razón como brújula fiable. La razón es lo único que tenemos todos los seres humanos en común. La única posibilidad de comprender al otro, y por lo tanto, como decía Locke, el único juez supremo y digno de la última palabra. Ningún racionalista antepondrá los sentimientos a la razón ni descalificará sin conocer. Sí lo hará, sin embargo, cualquier sentimental comprometido con su lucha emocional privada. Entre un talibán, un patriota, o un demócrata emocional, dispuestos a anteponer emoción a razón, sólo existe una diferencia cuantitativa, no cualitativa.
Yo aspiro a ser racional en primer lugar, lo cual no implica renunciar a los sentimientos porque ya conozco que la razón, más que anularlos, los realiza oportunamente y los sublima. Me gustaría destacar la diferencia esencial existente entre ciudadano e idea, entre persona y sentimiento. En contra de un concepto muy común, las personas no son lo que piensan. Pueden pensar cualquier cosa; pueden cambiar lo que piensan y seguirán siendo personas. Tampoco las personas son lo que sienten; pueden cambiar sus sentimientos por otros, ampliarlos o eliminarlos, y seguirán siendo personas. Es evidente que no se puede ser persona sin ideas ni sentimientos, pero ni las unas, ni los otros, son únicos, excluyentes, ni necesariamente definitivos. El proceso de cambio puede ser doloroso, pero si creemos que cuando atacamos ideas o sentimientos, estamos atacando a las personas, o a la inversa: si se cree que cuando ponen en entredicho nuestras ideas o sentimientos es que se nos está atacando, se está cayendo en un grave error de enfoque que con frecuencia hace imposible la comprensión mutua y el acuerdo. Se está chocando con un muro de irracionalidad, porque cualquier idea puede estar equivocada y cualquier sentimiento puede ser o devenir malsano. Por eso, aunque en su momento pueda atacar ideas o sentimientos, declaro explícitamente que jamás atacaré personas. Las personas son el objetivo de mi esfuerzo, como también lo declara C’s. El debate racional, o te salva de tu error, o te afirma en tu certeza. Siempre se gana si no media vanidad o un exceso de amor propio.
Me gustaría encuadrarme en el núcleo de la corriente más racional que pueda generar este Partido, porque soy de los convencidos de que hay muchos tópicos que derribar –y muy queridos también entre la izquierda tradicional- hasta que veamos el absurdo de la manera actual de desarrollar la Función Política en las llamadas “Democracias Avanzadas” y podamos así cambiarla: la Función Política, la única profesión que carece de un marco de derechos, deberes, responsabilidades y de un sistema de control específico. Y eso pasa en la que se supone que es la función más importante, ya que a todos nos afecta y muy directamente. Si tal situación es tan conveniente, podríamos ir pensando, por el bien de todos, en situar a las demás profesiones en igualdad de condiciones y desregularizarlo todo. ¿No?
Pero si la respuesta es un no rotundo, resulta evidente que algo falla. Resaltar esos errores y contradicciones será el objetivo de mi trabajo, y espero que el de todos los que me quieran ayudar en el proyecto de centrar la política en las personas y sus derechos. En el objetivo copernicano de poner a las personas por delante de ideologías, patrias y religiones. A fin de cuentas, todo eso no es nada sin las personas, aunque sospecho que éstas pueden vivir muy anchas sin ellas. O con ellas, en la medida que libremente las quieran aceptar.
Pero eso será otro día.
Juan José Ibáñez
C’s de Sant Cugat
Endavant ciutadans!
2 comentarios:
Suscribo al 100% la opinión de Antonio Robles .
Soy de la agrupación de baixllobregat nord,
En mi hulmide opinión, creo que hay que ir todos a una para recuperar la ilusión que a todos nos unía al principio de este proyecto, que es ciutadans. independientemente de las siglas , hay que hacer causa común con nuestros ideales y valores que tanto nos hacen falta para cambiar a la clase política aburguesada y ensimismada . HAY QUE ADOPTAR SOLUCIONES PARA LOS PROBLEMAS REALES DE TODOS LOS CIUDADANOS Y DEJARSE DE HIPOCRESIAS Y PROTAGONISMOS. .
C'S , UPYD
Esto que no sirva para separar si no para unir.
Suscribo al 100% la opinión de Antonio Robles .
Soy de la agrupación de baixllobregat nord,
En mi hulmide opinión, creo que hay que ir todos a una para recuperar la ilusión que a todos nos unía al principio de este proyecto, que es ciutadans. independientemente de las siglas , hay que hacer causa común con nuestros ideales y valores que tanto nos hacen falta para cambiar a la clase política aburguesada y ensimismada . HAY QUE ADOPTAR SOLUCIONES PARA LOS PROBLEMAS REALES DE TODOS LOS CIUDADANOS Y DEJARSE DE HIPOCRESIAS Y PROTAGONISMOS. .
C'S , UPYD
Esto que no sirva para separar si no para unir.
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