viernes, 30 de mayo de 2008

OTRO SISTEMA ES POSIBLE (I)


El sistema político de las democracias avanzadas, basado en unas elecciones cada cierto tiempo, tiene su talón de Aquiles en la imposible representatividad de los cargos electos. Un representante debe tener, por definición, hilo directo con el representado. De no ser así no puede haber representación sino suplantación más o menos afortunada. Conviene llamar a las cosas por su nombre si queremos cambiar algo. Aunque se hable de democracias de representación, en realidad estamos en democracias de elección de gobernantes. Así, tras cada elección, todos los ciudadanos van al paro cívico durante varios años, hasta la próxima convocatoria. Todo lo que no sea abordar esta deficiencia fundamental es poner paños calientes al Sistema. Y viceversa: solucionar eficientemente la representatividad implicaría un cambio radical en la manera de hacer política y la desaparición de muchos problemas que son debidos al Sistema y no a la Sociedad misma. Así que más que un nuevo recetario para dirigir, guiar o gobernar a la ciudadanía lo que pretendo es proporcionar a la Sociedad un sistema de representación real que merezca tal nombre. Después los ciudadanos dirán lo que quieren ser y hacer con los recursos que estén dispuestos a aportar. El trabajo de los políticos profesionales será escuchar, orientar y realizar la voluntad ciudadana. ¿Qué otra voluntad deberían realizar si no? ¿Lo han pensado?

Antes de que empiecen a poner inconvenientes –alcanzar la Luna tampoco fue fácil- les invito a imaginar una Sociedad en que la representación real fuera posible, y a pensar seriamente en si ese objetivo es justo, si ustedes lo desean y si les merece la pena luchar por él: conseguir que los políticos trabajen realmente para realizar el sentir de la Sociedad. Un Sistema así exigiría miles de atenciones y respuestas en tiempo real y una sabia mezcla de los intereses individuales y colectivos. ¿Les parece eso una utopía? Pues es lo que existe en la sociedad real: miles de servicios individuales y colectivos en tiempo real. Y miles de servidores por supuesto. Tantos más cuanto más útiles sean. La sociedad moderna real es un producto estructurado en red, y terriblemente complejo, que suma una infinidad de inteligencia que nadie ha coordinado ni financiado desde un único centro de poder y que nadie, ni tan siquiera los grupos más poderosos, pueden comprender en su totalidad. ¡Y que funciona! Ha surgido desde la iniciativa de los propios ciudadanos y la política ha de surgir desde la iniciativa de los propios ciudadanos. No por obligación, sino por interés legítimo. Y sin que esto limite a los políticos su capacidad de proponer y actuar, especialmente donde nadie lo hace. En una Sociedad así los políticos serían muchos más, y tendrían tanto trabajo real y reconocido que dejarían de vivir para crear noticia y salir en los medios de comunicación como tampoco viven para eso ni médicos, ni panaderos ni profesionales en general, salvo los del espectáculo.

Sea lo que sea lo que ustedes piensen inicialmente ante el objetivo que les propongo, quiero atraer su atención sobre el nulo interés que ha tenido siempre el Poder para aumentar su representatividad por cualquier medio. Desde que se realizaron las primeras elecciones en las democracias avanzadas todo sigue igual en este aspecto. Compárese, por ejemplo, este aspecto con la evolución del tiempo de recuento de votos desde entonces o la capacidad de control del Poder sobre el ciudadano, sin que al revés haya habido correspondencia equilibrante. El Poder nunca ha sido tan poderoso, y eso es debido a una herramienta llamada informática. El Poder la aplica implacablemente –por nuestra seguridad dice- en aumentar sus resortes de conocimiento y control sobre el individuo. En una sociedad de representación perfecta, ése poder estaría depositado sobre la masa social, nunca sobre personas o grupos. Los políticos serían ejecutores de la voluntad social y ejercerían el poder de modo prestado y controlado en tiempo real. Ése es otro objetivo que persigo, porque en el fondo de todo subyace la cuestión fundamental: -¿Quién controla el poder? Porque el Poder político, gracias a la informática y a la tecnología, lleva camino de hacerse omnisciente y omnipresente, y la libertad y la intimidad de los individuos peligran cada día más: desde el policía que desde el asiento de su coche teclea tu matrícula en un ordenador y conoce todo tu expediente en un instante, hasta los que pueden entrar en tu ordenador, en tus conversaciones y en tu vida para conocerlo todo sobre ti en muy poco tiempo. Ése poder existe y se desarrolla exponencialmente, y casi no tiene reflejo en la ley, salvo de modo difuso y genérico porque la gente no lo percibe. Está fuera de los sentidos y hábitos naturales.

Antes de la era informática, la masa de la gente (la misma masa que se utiliza como excusa para vender que es imposible su representación directa en tiempo real) la protegía del Poder para bien o para mal, pero desde que existe esta tecnología, el Poder la aplica implacablemente a cerrar esa limitación, construyendo ávidamente el ojo del Gran Hermano. ¿Por qué Hacienda está tan informatizada y no Justicia, por ejemplo? Inventada la espada fue preciso inventar el escudo. Creada un arma ya nunca desaparecerá, por lo que es preciso crear la contramedida. Si la informática permite al Poder (no importa que sea legítimo) controlar a las masas, con mucha mayor facilidad permitirá a la masas controlar al Poder. ¿Dónde está entonces la utopía? Por supuesto que esto es algo que el Poder detesta por instinto. El Poder siempre tiene miedo, y por eso nunca tiene bastante. Sin embargo, esta posibilidad hará mejores a los políticos. No hay más que comparar un político de una democracia con uno de una dictadura: ¿cuál tiene más poder? ¿Cuál más dignidad?

Por supuesto que el camino no es fácil ni corto, pero alguna vez hay que empezar a recorrerlo. Todo lo que transfiera poder desde los políticos hacia los ciudadanos camina en esa dirección. La iniciativa 5x1 o voto económico iba en ese esa dirección. Sólo hay que pensar si el objetivo merece la pena. Porque si es así, todas las dificultades pueden ser vencidas. C’s tiene ante sí un territorio inexplorado que ningún partido establecido le disputará (están demasiado anquilosados en sus prebendas para cambiar). La cuestión es si nosotros también lo estamos o tenemos la audacia de explorarlo. Sólo en lo nuevo encontraremos la suficiente fuerza para cambiar todas esas cosas viejas que decimos querer cambiar. Me refiero a todo lo que en nuestro momento de mayor esplendor nos dio casi noventa mil votos de los que quedan ya tan pocos.

Para ahorrarles trabajo yo mismo me he hecho una lista de dificultades. No es que quiera decirlas todas ni solucionarlas todas en este momento. Ésa, en realidad, es la tarea del Partido. Yo tengo mis propias soluciones como cualquiera, y las iré aportando, pero no sería ni eficaz ni justo cargar a uno solo el trabajo de todos. En realidad sólo hay que avanzar para que cada horizonte alcanzado descubra el siguiente. Un gran problema se soluciona descomponiéndolo en muchos pequeños problemas, que primero se han de identificar. Es como hacer un edificio: ladrillo a ladrillo. Basta con colocar el primero y seguir. Si queremos podemos.

Mi lista de dificultades, por el momento, es la siguiente. La comentaré en próximos días, y admito sugerencias:

-Problemas de tipo técnico. Los que menos me preocupan. La solución no es ni cara ni compleja. Tampoco supondrá la renuncia a ninguno de los medios de comunicación actual.

-Problemas de tipo funcional: No hablo de foros, ni asambleas en línea, ni de perpetuos referendos. Hablo de un sistema dual y bidireccional en tiempo real: individuo ßà [motor] ßà resto sociedad. Un diálogo de dos. El próximo día pondré un ejemplo de lo que pretendo.

-Déficit de acceso y formación de muchos ciudadanos en las nuevas tecnologías.

-Prejuicios instaurados: La Sociedad no puede guiarse a sí misma. (No hay más que ver la telebasura.) No está madura. Se deja llevar por sus instintos, etc.

-Tratamiento de la demagogia y el populismo.

-Defensa de las minorías frente a las mayorías.

-Resistencia del Poder instaurado. (Político, mediático y económico.)

-Imposibilidad de que los políticos realicen su trabajo si les están cambiando las directrices y objetivos a cada momento.

-Manejo del poder: Distribución del poder en red. Tejido y reglas comunes e iguales para cada ámbito y nivel del poder. Creación y disolución de órganos de poder. Competencia leal de los órganos de poder dentro de un marco normativo. Separación de poderes manteniendo la coordinación. (Mucho más allá de Montesquieu.)

En cada una de estas categorías, y de las que puedan aparecer, se presentarán infinidad de problemas, cada vez más pequeños y sencillos, hasta que al final, todo se reduzca a colocar correctamente un ladrillo. Poco a poco el nuevo edificio estará levantado. ¿Lo intentamos?

Juan José Ibáñez

C’s de Sant Cugat

Endavant ciutadans!

2 comentarios:

Un hombre de campo dijo...

Me parece especialmente afortunada la expresión “van al paro cívico” referida a la falta de participación ciudadana entre elecciones.

Yo añadiría a tu texto el matiz de que esta reflexión (yo no lo dudo) está hecha desde el respeto al sistema democrático con el fin de mejorarlo, no es antisistema, sino todo lo contrario, entendiendo “sistema” como algo inacabado con vocación de progreso.

Lo importante no es la dificultad del fin que se persigue, sino la voluntad de conseguirlo. Querer es poder.

Respecto a la utilización social de las nuevas tecnologías, el mayor reto según mi opinión es la educación. Han llegado tan aprisa que no nos ha dado tiempo de adquirir hábitos de conducta y aun está por trasladar todo el código de cortesía y buenas maneras de las relaciones interpersonales físicas a las “virtuales”.

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Juan José ,
No te olvides de los medios de comunicación , su presión y en definitiva capacidad para mover masas. Piensa en el reciente ejemplo de eurovisión y el chiki chiki y ahora trasladalo a la política "en tiempo real".


un saludo.


Miguel Angel González